CAPÍTULO I
OCCIDENTE ES UN
ACCIDENTE
Para
nosotros, occidentales, el camino parece estar trazado : el de la
dominación que hoy lleva el nombre de « mundialización » pero que
tiene raíces milenarias. Desde el mito del « pueblo elegido » que
justificó el exterminio de otros pueblos, hasta el « Imperio
Romano », que pretendía encerrar en sus fronteras a todo el mundo por
entonces conocido y que Europa llamaba « civilización » (como si
tuviese el monopolio de ésta), legitimando así la esclavitud o la colonización.
Hoy en día, los dirigentes de EEUU llaman « destino manifiesto » a la
misión de gobernar el mundo que se han autoasignado, instaurando la
« mundialización », es decir, un sistema único, sometido a lo que uno
de sus teóricos llama « la ley divina del mercado ».
Este
libro está dirigido contra esta nueva religión que no osa decir su
nombre : el monoteísmo del mercado.
Para
llevar a buen puerto nuestra tarea, para realizar la unidad sinfónica del mundo
-dividido hoy entre el Norte y el Sur, luego de veinticinco siglos de secesión
de Occidente, cinco siglos de colonialismo y cincuenta años de dominación
imperial norteamericana- es necesario tener presente la curva de desarrollo del
Occidente depredador, remontar a las fuentes de esta división y buscar los
medios para ponerle fin. Terminar también con la división entre el Norte y el
Sur que no cesa de aumentar, incluso en el propio Occidente, entre ricos y
pobres.
Sólo
así podremos medir la verdadera magnitud
del problema : el hambre de millones de colonizados, el paro en los países
industrializados, la emigración (el paso del mundo del hambre al mundo del paro
y la exclusión). Todos estos aspectos constituyen un mismo problema, el de la
mundialización ». Denominación que esconde la ambición de dominación
mundial de EEUU y de sus vasallos europeos y que nos conducirá en el siglo XXI
a un suicidio planetario.
*
* *
La
palabra Occidente es una palabra terrible. Los alemanes dicen Abendland,
país del crepúsculo.
¿ Qué
le sucede hoy a nuestra civilización crepuscular ?
Paul
Valéry afirmó que Europa había sido forjada por tres tradiciones :
-en el
ámbito moral por el cristianismo y
particularmente por el catolicismo.
-en
ámbito del derecho, la política y el Estado, por la influencia ininterrupida
del derecho romano.
-en el
ámbito del pensamiento y del arte, por la tradición griega.
¿ Por
qué separar a estas tres corrientes de sus fuentes ? Se crea de esta
manera la ilusión que Occidente es un comienzo absoluto, que nació como una
planta a la que rehusáramos buscar sus raíces. Una planta solitaria y única,
una espece de milagro histórico.
Ello
esconde lo esencial. Lo que por convención denominamos Occidente, nació en
Mesopotamia y Egipto, es decir, en Asia y Africa.
a) El mito del excepcionalismo
hebreo.
Gracias
a los jeroglíficos egipcios y a la escritura cuneiforme de Mesopotamia, se ha
establecido que desde el final del IV milenio a.C. (período del bronce antiguo)
tuvieron lugar sucesivas emigraciones masivas de pueblos que venían de países
vecinos (de la península arábica en particular) y que se produjeron debido a
invasiones o por la modificación del clima que había desertificado a sus países
de origen.
Esos
pueblos entraron en una región menos inhóspita y más adecuada para la vida de
seres humanos, « la Medialuna fértil (el creciente fértil), que se
extiende de Mesopotamia a Egipto. Los que primero llegaron fueron los arameos.
Se instalaron en lo que hoy es Siria. Constituyeron desde mediados del segundo
milenio a.C. un centro de civilización en un territorio que desde entonces se
llamó Canaán. (1)
Las
emigraciones de los nómades hebreos -más tardías- se integraron en general
de manera pacífica a la población autóctona ya sedentaria, que había
construído ciudades fortificadas y que los hebreos no podían enfrentar
militarmente.
A la
luz de los progresos de la arqueología, toda la historia de los hebreos -tal
como la cuentan los rabinos más obscurantistas del actual estado de Israel, que
la quieren utilizar para justificar la
ocupación de lo que consideran como su país de origen, título de propiedad que
les habría sido concedido por una donación firmada por Dios-, se revela como
pura « mitología ». Es toda la legitimidad histórica del actual
« Estado de Israel » que está en tela de juicio, cuestionamiento que
los « nuevos historiadores » israelíes plantean diciendo :
« Desde
la creación de nuestro estado hasta hoy existía sólo una
mitología ». (2) Esto también
es cierto en lo que a la Tora respecta : ninguna huella
arqueológica, ningún documento que no sea bíblico permite aportar una
confirmación histórica.
Un
sabio tan cuidadoso por salvar la historicidad de la Biblia como el padre de
Vaux (O.P.), reconoce como gran parte de los investigadores, que en ninguna
parte se encuentra «una alusión explícita a los patriarcas hebreos, a su
estadía en Egipto, al Éxodo, incluso a la conquista de Canaán y es muy
dudoso que este silencio sea roto por nuevos textos ».(3) La
historia de las tribus hebraicas de la cual las religiones de Occidente han
querido hacer una « historia universal » -en el sentido de Bossuet,
que en pleno siglo XVII consideraba al dios de Israel como el verdadero dios
que reina en el cielo y del cual dependen todos los imperios- (4), esa historia no es más que el resultado de la
mezcla sincrética de tradiciones milenarias de pueblos nómades llegados de
Arabia, cuyo clima desértico y árido los hizo emigrar hacia lo que se llama la
Medialuna Fértil, donde encontraron pastos propicios para sus rebaños y
posibilidades mejores de sedentarización.
Un
ejemplo significativo de ello es que en la Biblia, en pleno apogeo del poderío
de Israel, ni el nombre de David ni su historia figuran en ninguna
fuente fuera de la Biblia, en ningún texto, inscripción ni vestigio
arqueológico.
Sólo la
Biblia nos da una biografía detallada (Samuel I, 1 ; II), pero no existe
ninguna fuente escrituraria ni vestigio arqueológico alguno sobre la existencia
y la vida -bien poco edificante por lo demás- de ese David. Sin embargo, desde
hace veinte siglos -y hasta en el « Catecismo
1. Roland de Vaux (0.P.), Histoire ancienne
d’Israël [1], des origines à l’installation en Canaan, París, J. Gabalda y Cía,
1971,
página 58.
2.
Benny Morris, Cf. capítulo I
3. R. de Vaux, op. cit., pág. 154
4.
Bossuet, Discurso sobre la historia universal. « el
verdadero dios, el dios de Israel, ese dios es uno e indivisible » (pág.
271). « Pero acordaos Monseñor, que este largo encadenamiento de
causas particulares que hacen y deshacen imperios, dependen de órdenes secretas
de la divina providencia. Dios desde lo alto del cielo lleva las riendas de
todos los reinos. » ; pág. 558, parte 3, capítulo 7.
de la
Iglesia Católica » de 1992, el catecismo del Papa Juan Pablo II- se nos
dice (página 35, 105 y otras) que « Nuestra Santa Madre Iglesia...considera
sagrados todos los libros, tanto
del
Antiguo como del Nuevo Testamento, con todas sus partes...tienen a Dios como
autor ».
Se incluyen además (« Catecismo...o.c.
página 38 y 121), « los dos libros de Samuel, los dos libros de los
Reyes », como « partes inamisibles de la Santa Escritura. »
El Catecismo adopta la opinión de Samuel
(Samuel I, 13-14), para quien David fue « un hombre del
corazón de Dios », y que según Mateo (I, 16), introdujo a Jesús « en
la descendencia mesiánica de David ».(« Catecismo...página 99,
405)
El
paralelo entre la vida de David y la de Jesús es, lo menos que se puede decir,
paradojal, puesto que fueron el contrario exacto el uno del otro.
Este
era David según los libros de Samuel y las « Crónicas ».
El
Antiguo testamento nos informa ampliamente sobre el modo de vida de David.
Primero,
sobre su matrimonio. David se casó con Mikal, la hija de Saúl, porque le
convenía a su carrera. Dijo a sus sirvientes : « ¿ Creéis que es
poca cosa para mí llegar a ser el yerno del rey ? », (Samuel I,
18-25) ; y según el voto del buen Saúl, prometió como regalo de boda, cien
prepucios de filisteos : « Mató a doscientos filisteos y entregó
sus prepucios al rey ».
Formó
una banda de malhechores, « llegó a ser su jefe, con él había más de
cuatrocientos », (Samuel XXII, 2)
En su
deambular encontró a una bella mujer, Abigail. Su marido, Nabal, agonizaba en
ese momemento. David la tomó por mujer (Samuel I, 25), porque acostumbraba a
hacerlo : « En Hebrón, tuvo un hijo de Ahinoam, otro de Abigail, luego
de Maaka, de Hajit, un quinto de Abutal y un sexto de Egal ».(« Crónicas »)
Después
de un reino de siete años y seis meses en Hebrón, prosiguió su prolífica obra
en Jerusalén, donde reinó 33 años.
Allí,
deseando a Betsabé, tuvo la precaución de mandar a asesinar a su marido, Uri,
el más piadoso y fiel de sus generales. Tuvo cuatro hijos con Betsabé (entre
ellos Salomón), y luego cuatro otras mujeres (Crónicas I, 3-4 a 9). Hizo
entibiar su viejo cuerpo en su lecho de muerte, por la virgen Abisag. (Reyes I,
14)
Entre
tanto, se había puesto con sus mercenarios, al servicio de quien quisiera
pagarle, tanto de los hebreos como de los filisteos : « David
devastó la región ; no dejaba con vida a ningún hombre o
mujer ; robaba ovejas, bueyes, asnos y los vestidos », (Samuel
XXVII, 8).
Esas
fueron las hazañas de « el hombre según el corazón de Dios »
(Samuel XIII, 14; Catecismo de 1992, página 105), del cual el cristianismo
paulino de 1992, dice que en Jesús se han podido reconocer « los rasgos
fundamentales » ¡del hijo de David ! El Catecismo agrega
además : « Hijo de Dios en su poderío », « Jesús,
el Mesías de Israel », « heredero de David del cual tenía los
rasgos fundamentales ».
La
muerte de Salomón « es el primer acontecimiento de la historia de
Israel que puede ser
fechado históricamente», porque finalmente se pudo establecer
una relación histórica comparativa con la cronología del imperio neoasirio que
es fiable, puesto que ha sido establecida con la certeza que proporcionan los
cálculos astronómicos. (1)
En
realidad las pruebas se han acumulado desde hace un siglo y demuelen una a una
todas las leyendas sobre el excepcionalismo hebreo.
Bajo el
reino de Salomón esta maravillosa historia -transmitida por fragmentos a través
de la tradición oral- comenzó a componerse y a escribirse conformando un fresco
coherente. Esta primera compilación realizada por lo que los exégetas llaman
« Yhavista », sería completada
1. Martin Noth, Historia de Israel, edición
francesa revisada por el autor, París, Payot, 1954, pág. 235.
en el
siglo X a.C., con el prejuicio según el cual « Israel »,
existiría como entidad histórica desde inicios del segundo milenio (Abraham), y
que ya desde esa época sería un pueblo monoteísta. Esta tradición substituye
artículos de fe a la verdad histórica
El
movimiento hacia el monoteísmo es fruto de una larga elaboración, que se
produjo en el conjunto del Cercano Oriente, desde Mesopotamia, hasta Siria,
Palestina y Egipto.
En los
textos bíblicos se pueden hallar elementos de origen babilonio, hitita y
egipcios. Pero sólo a partir de 1929, con el descubrimiento de los textos de
Ras Shamra, en el sitio de la antigua capital de Ugarit (Siria) se ha podido
medir el aporte de Canaán.
Sería
un error parecido al error tradicional sobre el excepcionalismo bíblico, aislar
esta « Biblia cananea » (1) del conjunto de las aportaciones
espirituales del Cercano Oriente. Sólo ella permite evaluar el momento
importante que constituye « el legado de Canaán » (2) : « Palabras,
expresiones frases enteras de la Biblia hebraica se leían de pronto en textos
del siglo XIV a.C.... ¿Las tabletas ugaríticas revelarían todo el fondo
cananeo del antiguo Testamento que algunos exégetas y ciertos historiadores
habían presentido desde hacía mucho tiempo ? ».(3)
No se
pueden subestimar las diferencias entre la religión de nómadas, como los
hebreos hasta el siglo XII, cuya divinidad era garante de los valores de la
tribu y de la continuidad de su historia real o mítica que se revela justamente
en la historia, y religión de agricultores sedentarios (como eran los cananeos
desde el segundo milenio a.C.), cuya divinidad era el dios de la fertilidad del
suelo y que se manifestaba sobre todo en la naturaleza.
Los
primeros enfrentamientos entre cananeos y hebreos produjeron un mutuo rechazo
entre los fieles de Yahvé y los de El. Luego de su sedentarización en Canaán,
los hebreos identificaron su dios con el dios de los autóctonos y adoptaron
incluso su nombre -EL (Dios)- transformándolo en el plural Elohim.(4)
Los atributos
de estos dioses, atributos de la naturaleza y de la historia, a veces se
fusionaron. Como el Ba’al de los cananeos, Yahvé lleva el nombre de
« jinete de las estepas » (Ps. LXVIII, 5) ; o como los dioses de
la fertilidad ; es él quien da el trigo, el aceite y el vino (Osée II,
10). Como Ba’al, cuya voz es el trueno (Ps. XXIX, 3-4). Como dice el dios El,
de Ugarit, el Dios del Antiguo Testamento truena y decide en medio de la corte
de los hijos de los dioses : « Dios está al centro de
la asamblea divina, él juzga en medio de todos los dioses ». (Ps.
LXXXII,1). Se puede medir gracias a algunos ejemplos, la extensión y el alcance
del paralelismo que es posible establecer entre los textos mitológicos de Ugarit y los textos hebreos de la Biblia.
Hay en el Antiguo Testamento como hemos dicho, « un legado de
Canaán », ese Canaán del que Ugarit es hasta hoy la única muestra
conocida. (5)
Esta
integración no es sorprendente, porque los hebreos durante su sedentarización
en Canaán, adoptaron en lugar del dialecto arameo, la « lengua de
Canaán », como nos lo recuerda Isaías en el capítulo XIX, 18. Esos nómades
aprendieron la escritura alfabética de los cananeos, lo que les permitirá en el
siglo X a.C., pasar de la tradición oral al libro.
Los
hebreos nómades aprendieron también la agricultura al contacto con los cananeos
y su modo de vida comenzó a parecerse de más en más, tanto, que los matrimonios
mixtos se multiplicaron. Las maldiciones de los sumos sacerdotes lo
atestiguan desde el siglo X :
«
Maldito sea Canaán... » Génesis IX, 25). « Matriz maldita desde el origen »
(Sabiduría XII,
1. La expresión está sacada del título de la
obra de H.E. Del Medico, La Biblia cananea descubierta en los textos de
Ras Shamra, París, Payot, 1950.
2. Es igualmente el título de una obra
preciosa, la del Reverendo John Gray, El legado de Canán, Leyden, Brill,
1957.
3. Las religiones del Cercano Oriente, textos
sagrados babilonios, ugaríticos, presentados por Labat, Caquot, Szyncer,
Vieyra, editorial Fayard, Denoel (Colección El tesoro espiritual de la
humanidad), París, 1970, pág. 375.
4. W.F. Albright, De la edad de piedra a la
cristiandad. El monoteísmo y su evolución histórica, editorial Payot, París,
1951, pág. 156.
5. Ibídem, pág. 376-377.
11). La
prohibición de casarse con mujeres extranjeras, sobre la que insisten los
autores del Deuteronomio (VII, 4), prohibición atribuida a Dios (Éxodo XXXIV,
15-16), fue formulada
por el
propio Abraham : « No casarás a mi hijo con una mujer
de los cananeos, entre los cuales vivo » (Génesis, XXIV, 3).
Los
descendientes de Jacob, yerno del « arameo Laban » (Génesis
XXXI, 2), es decir, los ancestros epónimos de las doce tribus, fueron hijos de
sus mujeres (Lea y Raquel), de sus criadas extranjeras (Bilha y Zilpa) o de sus
concubinas, y no respetaron sin embargo esta regla. Judá se casó con una
cananea (Génesis XXXVIII, 1-5), Efraín y
Manasé son hijos de José, casado éste con egipcia (Génesis XLI, 45 y XLII, 48).
Los
varones de la tribu de Benjamín, habiendo sido boicoteados por los israelitas,
quienes rehusaban darles sus hijas, repoblaron su tribu secuestrando
cuatrocientas jóvenes y luego a otras tantas, las que debieron casarse con
hombres de Silo que no tenían mujer (Jueces XXI, 10-23), después de haber « pasado
a cuchillo a los habitantes, mujeres y niños comprendidos » (Jueces
XXI, 10), llevándose sólo a las vírgenes (Jueces XXI, 12).
A
Moisés se le reprochó haber desposado a una mujer kushita (Números XII, 1).
David tenía una abuela moabita (Ruth, IV, 22) y de su mujer hitita Betsabé
nació su hijo Salomón. (Samuel XI, 27).
¿ Qué
nos importa entonces que el héroe de la saga de Abraham sea mítico o de carne y
hueso ? La fe no depende de una elección que corrobore o impugne tal o
cual descubrimiento arqueológico. La fe es la certeza que el hombre puede
realizar en sus tareas terrenas « los movimientos del
infinito », como escribía Kierkegaard
en su incomparable meditación sobre « Abraham, caballero de la
fe » (1). Esta certeza, es la voluntad de dar con nuestras acciones
una respuesta incondicional al llamamiento de Dios, según el arquetipo ejemplar
mostrado con el sacrificio de Abraham.
La
investigación histórica se ha liberado de esta manera de una concepción
positivista de la religión (judía, cristiana o musulmana), que mezcla la fe y
el hecho, olvidando que la fe es del orden de la voluntad, de lo que se quiere
y no de la constatación ni de la sumisión ante el hecho ni ante lo consumado
-ante el hecho consumado-, sino que por el contrario, se trata de la sumisión
al llamado de Dios, que nos arranca del hecho consumado, sobrepasándolo gracias
a la creación de un porvenir con rostro humano y divino. (2)
Emmanuel
Anati escribe por ejemplo : « Ni uno solo de los nombres de los
personajes que figuran en la historia de los Patriarcas puede ser identificado
con personajes mencionados en los textos históricos...La arqueología sólo
prueba que en ese período grupos como el clan de Abraham erraban por el desierto de Siria, Jordania,
el Néguev y el Sinaí » (3). Se
podría generalizar haciendo el mismo análisis histórico sobre la Ilíada. Esta
también es una saga, es decir, una epopeya escrita luego de un largo período de
tradiciones orales. Estas tradiciones orales, como las « canciones de
gesta » de la Edad Media occidental o las epopeyas de India
-como
el « Ramayana » o el « Mahabarata »- no son únicamente
ficciones poéticas, sino que relatan enfrentamientos históricos reales. Los
movimientos de los pueblos han sido magnificados y transpuestos por los poetas,
y, generaciones de hombres hallaron en
Abraham, Héctor, Roland o Rama, los modelos
más elevados de vida y la
encarnación del genio de una civilización.
1. Soren Kierkegaard, Temor y temblor,
Obras Completas, (1972), págs. 104 a 145.
2. Estas notas preliminares no son una
« disgresión teológica ». Son absolutamente necesarias en una
« Historia de Palestina », para que no se confunda la investigación
científica con el « sacrilegio ». Que un texto bíblico no tenga
« fundamento » histórico e incluso esté en contradicción radical con
la arqueología, no tiene ninguna relación con la fe judía, cristiana o
musulmana. Se trata sólo -para liberar la investigación científica- de no
confundir la realidad histórica y la verdad de la fe.
3. Emmanuel Anati, Palestina
antes de los hebreos, Londres, 1963, pág. 37.
En
realidad, las dataciones ulteriores han establecido como recuerda el padre de
Vaux, que « los israelitas llegaron a fines del XIII a.C. y no han
pudieron tomarse Jericó, porque Jericó había sido por entonces
abandonada ». (1)
Igual
en lo que respecta a « la toma de Aï » por Josué (Josué VIII, 1-29).
El padre de Vaux subraya : « De todos los relatos de la
conquista, éste es el más detallado ; no comporta ningún elemento milagroso
y aparece como el más verosímil. Desgraciadamente ha sido desmentido por los
arqueológos...En el momento de la llegada de los israelitas, la ciudad de Aï no
existía ; había unas ruinas viejas que tenían mil doscientos años ».(2)
La
honestidad del historiador y del arqueólogo de este bello libro, triunfa por
encima del deseo de presentar la historia, como testigo de la autenticidad del
relato bíblico, que expresa el « desgraciadamente ».
Los
mismos sentimientos se encuentran en la mayor parte de los historiadores de la
Palestina. Emmanuel Anati escribe : « Es sorprendente que en
ningún texto egipcio se encuentre la menor huella e incluso ninguna alusión, a
esa larga estadía de los hebreos en el país de los faraones ».(3)
Podría
haber tenido la misma « sorpresa » al constatar que no hay huellas -fuera del Antiguo Testamento- de la
huída de Egipto, en el curso de la cual se produjo el milagro del paso de los
hebreos ante los cuales el mar se habría abierto, tragándose al ejército del
Faraón. De un acontecimiento de tal envergadura como el aniquilamiento de un
ejército, no existe ninguna alusión en los textos egipcios, en circunstancias
que hay informes de los guardafronteras de la misma época donde se detalla el
tránsito de minúsculas tribus nómades. (4)
¿ Por
qué Anati está sorprendido ?
1. R. de Vaux (O.P.), Historia antica de
Israel, editorial Gabalda, 1971, pág. 562.
2. Ibídem, pág. 565.
3. Op. Cit., pág. 389.
4. Ejemplo : Papiro Anastasi VI, 51-61. Citado por Briend y Seux
en Textos del antiguo Cercano Oriente e historia de Israel, editorial du
Cerf, París, 1977, pág. 68 y en Textos de la Biblia y del Antiguo Testamento...ediciones
Delachaux et Nesllé, Neuchatel, 1961, pág. 42.
*
* *
Nacimiento
del monoteísmo en la « Medialuna fértil » y Egipto.
Pioneros
tal vez de la marcha hacia el monoteísmo, los himnos hindúes de los Vedas dicen
de Varuna, su dios supremo : «Sus nombres son múltiples pero él es
uno ».
Los
hebreos no son los inventores del monoteísmo. Practicaron durante siglos el
politeísmo tribal y no excluyeron a los otros dioses, considerando al suyo como
el más poderoso y el que garantizaba la victoria. Es imposible establecer o
verificar la autenticidad de los relatos de la Tora, como tampoco se puede
verificar la veracidad de los « Emperadores Míticos » de la China
primitiva, o del Pol Vuh de los amerindios. En el caso de Israel el mito ha
sido aceptado como parte de la historia, sobre todo, después que la Iglesia
Católica se apoderó de la herencia hebrea, considerándose como el resto
« puro » de Israel. Una
lectura de la Biblia desprovista de prejuicios puede probárnoslo.
Los
hebreos eran sólo una rama de la emigración aramea : « Mi padre
era un arameo errante » (Deuteronomio XXVI 5) , mientras que el
Génesis dice que « Laban, el arameo », es el tío y el suegro de
Jacob. El profeta Exequiel recuerda a propósito de Jerusalén : « Por
tus orígenes y nacimiento eres de la tierra de Canaán ; tu padre
era amorrita y tu madre hitita ».(Ezequiel XVI, 3 y 45). Este
mestizaje étnico que excluía todo racismo, se prolongaba en mestizaje cultural.
El dios al que adoraban los hebreos no era muy diferente de los Ba’als de otros
pueblos de la « Medialuna Fértil », región esta última donde había
germinado durante largo tiempo la idea de un dios único.
Solamente
a partir del año 1929 de nuestra era, con las primeras publicaciones sobre los
descubrimientos de Raz Shamra y sobre todo, luego del hallazgo de diecisiete
mil tablillas en el palacio real de Ebla (Siria) en 1975, por la misión
italiana de Paolo Matthiae, se reveló lo que se conoce con el nombre de La
Biblia Cananea. (1) Al parecer, los teólogos cananeos (hebreos
comprendidos) acogieron con fervor la reforma monoteísta del faraón Akenatón,
que el descubrimiento de otras tablillas en Egipto (Tell Amarna, 1987) permite
deducir. El salmo 104 de la Biblia aparece claramente inspirado del inicio al
final por el Himno al Sol de Akenatón, quien hizo borrar del frontispicio de
todos los templos el plural de la palabra dios : « Tu eres el
único. Tú has creado todo lo que existe », decía un himno a Amón del
siglo XV a.C.
En el
poema babilonio de la creación se dice : « Si los humanos están
divididos en cuanto a los dioses, nosotros, a causa de los nombres con que lo
hemos denominado, que sea Él nuestro Dios ».
Ese
largo proceso de maduración del monoteísmo que va desde Mesopotamia a Egipto,
fue acaparado por la tradición sacerdotal hebraica que reescribió la historia
con un espíritu estrechamente etnocéntrico, haciendo de Palestina el centro de
la Creación. El Deuteronomio (XII, 5 ; XII, 21 ; XVI, 11) repite
hasta la saciedad que Jerusalén « es el lugar en que el Señor ha
escogido para poner su nombre », aunque Josué sitúa ese lugar en el
monte Ebal (Josué VIII, 30, 35) en Sichem, y Jeremías en Silo (Jeremías VII,
12,14,30).
El
cántico XV, 11 del Éxodo pregunta : « ¿Quién es como tú entre
los dioses Yahvé ? ». El mismo primer mandamiento del Decálogo no
niega la existencia de otros dioses, al contrario, la supone y prohíbe de
rendirle culto alguno : « No te prosternarás ante otro Dios,
porque el Señor es un dios celoso ».(Éxodo XX, 4-5)
1. H.E. del Medico, La bible
cananéenne découverte dans les textes de Raz Shamra, París, editorial Payot,
1950.
En
todas partes domina la idea de la soberanía de dios : el orden social es
la imagen del orden cósmico. Las religiones en el curso de la historia de
Occidente, fueron las garantes de la correspondencia entre lo profano y lo
sagrado. Cuando el propio rey no era Dios, el sacerdote era el administrador de
lo sagrado, encargado de ungir a los monarcas. El poderío y la dominación eran
los atributos dominantes de ese culto politizado, se tratara de Yahvé -dios de
los ejércitos « dando la orden de exterminar a los pueblos rebeldes a
aceptar esta religión-, o Zeus, monarca celeste que blandía el rayo para
imponer su voluntad absoluta.
Aparte
de estas coincidencias literarias que hacen muy difícil sino imposible creer en
la historicidad del relato bíblico sobre los orígenes, un segundo problema
mayor se plantea por el hecho de que ningún dato arqueológico o documental,
coincide con este texto y no permite aportar una confirmación histórica.
A lo
más, la arqueología puede revelar a veces el « contexto » de estos
relatos épicos, como la existencia de emigraciones amorritas en el período en
que se presume vivían los patriarcas y los vestigios de la destrucción de
Hazor, en la época supuesta de la instalación de los hebreos en Palestina. Lo
mismo se puede decir de la Ilíada. Las excavaciones arqueológicas han probado
la existencia de Troya, su destrucción y la realidad histórica de los pueblos
micénicos, pero no nos enseñan nada sobre Príamo o Héctor. ¿ Por qué
atribuir entonces a los relatos bíblicos un valor histórico absoluto mientras
se considera a los personajes de la Ilíada como pura creación poética ?
*
* *
Anterioridad
del tema del Justo paciente.
El tema
del « Justo que sufre » que se ha asimilado al personaje de Job, está
tomado en realidad de leyendas de Mesopotamia (así como el Diluvio), donde lo
hallamos en el Poema babilonio de la creación, compuesto a la gloria de Marduk :
« Cantad
a la gloria de Marduk.
Quiero
alabar al Señor de la sabiduría...
Marduk,
que ha creado la noche y despliega la luz.
Ciclón
impetuoso que envuelve todo con su ira,
pero
sopla suavemente como la brisa de la mañana.
...Mi
dios me ha abandonado...
Mi
cabeza, antaño altiva, está hoy inclinada hacia el suelo.
Yo
alardeaba como un señor y ahora raso los muros.
...Mis
antiguos amigos me evitan...
Mi familia me trata como si yo no
perteneciera a ella.
Todos
los días gimo como una paloma
y
las lágrimas queman mis mejillas.
Y
sin embargo la oración era para mí, sabiduría,
y el
sacrificio, mi fe.
Creía
estar así al servicio de Dios.
Pero
los planes divinos del fondo del abismo, ¿quién puede comprenderlos ?
¿
Dónde aprenderán los hombres cuáles son las vías del Señor ?
¿
Quién sino Marduk es el amo de la Resurrección ?
Vosotros,
que fuístes por él modelados con arcilla originaria.
Cantad
a la gloria de Marduk.
En
mis prosternaciones y oraciones,
volví
de la tumba a la luz del levante.
En
la Puerta de la Salvación encontré la
salvación,
En
la Puerta de la Vida recibí el don de la vida,
En
la Puerta del sol Levante,
Formé
de nuevo parte del mundo de los vivos ».(1)
Esta
imagen precede de varios siglos la leyenda de « Job ». Como el
monoteísmo o la promesa divina, tampoco es una exclusividad bíblica...
La
promesa
El tema
bíblico del don de la tierra tiene su
origen en la « promesa patriarcal », dirigida por Dios según la
tradición del Génesis, a Abraham, a quien dijo : « En ti
serán benditas todas las familias de la tierra ».(Génesis XII, 3)
Prolongando
las investigaciones de los grandes exégetas modernos publicados entre 1954 y
1971 (Albrecht Alt, Martin Noth, Gerhard von Rad, François Smith y el padre de
Vaux) sobre la historia de Israel, Alberto de Pury, profesor de la Universidad
Protestante de Ginebra, llega a las conclusiones siguientes en su tesis de dos
volúmenes : la mayor parte de los exégetas consideran la promesa
patriarcal en su expresión clásica (por ejemplo, Génesis 13, 14-17 o Génesis
15, 18-21), como una legitimación post eventum de la conquista israelita
de Palestina, o más concretamente todavía, como la extensión de la soberanía
israelita bajo el reino de David. En otros términos, la Promesa habría sido introducida
en los relatos patriarcales, con el fin de hacer de esta « epopeya
ancestral » un preludio y un anuncio de la edad de oro davídica y
salomónica. (2)
Ahora
podemos delimitar sumariamente los orígenes de la promesa
patriarcal :
1.- La
promesa de la tierra, entendida como una promesa de sedentarización, dirigida
en primer lugar a un grupo de nómadas sometidos al régimen de transhumancia,
que aspiraban a establecerse en alguna
región habitables. Bajo esta forma, la promesa pudo haber formado parte del
patrimonio religioso y narrativo de muchos y diferentes grupos tribales.
2.- La
promesa nómade no tenía por objeto la conquista política y militar de una
región o país, sino su sedentarización en un territorio limitado.
3.-
Inicialmente, la promesa patriarcal de la que nos habla el Génesis, no fue
otorgada por Yahvé (el dios que entró en Palestina con el « grupo del
Éxodo »), sino por el dios cananeo EL, en una de sus hipóstasis locales.
Sólo un dios local nativo y poseedor del territorio, podía acordar la
sedentarización en sus tierras a nómadas venidos de lejos.
4.- Más
tarde, cuando los clanes nómadas sedentarizados se reagruparon con otras tribus
para formar « el pueblo de Israel », las antiguas promesas tomaron
una nueva dimensión. El objetivo de sedentarización había sido alcanzado y la
promesa tomaba desde ahora un carácter político, militar y
« nacional ».
En los
países donde viven nómades, uno de los atributos esenciales es la promesa de
encontrar la tierra luego de la transhumancia. De esta manera se puede hablar
de la
universalidad
de los mitos de la « Promesa », en la cual se inscribe la promesa
específica
1. R. Labat, A. Caquot y otros, en Las religiones del Cercano
Oriente, París, Fayard-Denoel, 1970, pág. 375.
2. A.de Pury, Promesa divina y leyenda cultural en el ciclo de Jacob.
París, L. Gabalda y Cia, 1975.
de
Canaán.
Si nos
referimos sólo al Cercano Oriente y a Mesopotamia pasando por los hititas,
todos los pueblos recibieron promesas parecidas.
Como
todos los Baals de los pueblos transhumantes, un dios le promete al pastor que
a su regreso tendrá la tierra.
Y como
todos los otros dioses de la región, le fija las fronteras. La instalación de
tribus nómadas o errantes está ligada en todos los pueblos, particularmente en
los del Cercano y Medio Oriente, a la dominación de la tierra prometida por un
dios.
En
Egipto, en la estela de Karnak erigida por Tutmosis III entre 1480 y 1465 a.C.,
celebrando las victorias acumuladas en la ruta a Gaza, -Megido, Quadesh y Karkemish
sobre el Eufrates- el dios declara : « Te asigno por decreto
la tierra a todo lo largo y ancho. He venido y te doy la orden de aplastar la
tierra de Occidente ».
En
Mesopotamia, en la sexta tablilla del « Poema babilonio de la
creación » que ya hemos mencionado, el dios Marduk « fija a
cada cual su parcela de terreno » (versículo 46). Y para sellar la
Alianza ordena construir Babilonia y su templo.
Entre
los dos, los hititas cantan a Arinna, la diosa solar :
« Tú
vigilas la seguridad de los cielos y de la tierra
Tú
estableces las fronteras del país ».
¡ Si
los hebreos no hubiesen recibido tal promesa constituirían una excepción !
*
* *
Un
Dios poderoso y milagroso.
Este
dios no es Dios sólo porque ha cumplido su promesa. También recurre a toda
clase de milagros. Es así como prueba su divinidad. Desde el “Éxodo” se
nos habla de esto, luego que Dios realizara dos milagros « en favor de
los hijos de Israel », y mostrándoles de este modo que era su « esposo
de sangre » (Éxodo IV, 26), « el pueblo creyó »
(Éxodo IV, 31).
Durante
la huída de Egipto, el Señor tendió la mano y las aguas del Mar Rojo « se
hendieron » (Éxodo XIV, 21) para que los hijos de Israel pudieran
atravesar a pie; luego la retiró (Éxodo XIV, 29) para que volvieran las aguas « tragándose
a los egipcios, sus carros de combate, sus jinetes y al Faraón ».
Disponemos
de los informes de los guardafronteras entre Egipto y Canaán en la época del
supuesto paso de los hebreos (entre 1220-1200). El menor desplazamiento de un
funcionario, de un destacamento militar o de una tribu nómade transhumante está
registrado. Pero no existe ninguna huella del paso de los hebreos que nos
relata el Éxodo (XII, 51), cuando dice que
Dios «precipitó al Faraón y a su ejército en el mar »
(Salmos CXXXVI, 15) y que montados en carros de combate habrían sido tragados
por las aguas.
Inexplicable
silencio egipcio ante acontecimientos tan prodigiosos : « Este
‘acontecimiento’ no parece haber retenido la atención de los
egipcios ».(1)
La
arqueología sólo puede revelar el « contexto » de estos relatos
épicos, como la existencia de emigraciones amorritas en la época en que
presumiblemente vivieron los patriarcas y los vestigios de la destrucción
de Hazor, en el presunto momento del establecimiento de los
hebreos
en Palestina. Esto prueba, y ello es cierto en lo que concierne la Biblia, que
las
1. Enciclopedia Universalis, vol. 12, artículo
« Palestina », página 429.
tradiciones
orales y los mitos reposan en general en una trama histórica real. A menudo la
arqueología desmiente las fanfarronerías, por ejemplo las del libro de Josué.
hebreos
en Palestina.
« Josué » se vanagloria de haber
derribado las murallas de Jericó y Aï, pero estas ciudades no existían desde
hacía mucho tiempo.
Ausencia
también de vestigios que atesten el nacimiento de una nueva era de la
civilización a la llegada de los hebreos. Kathleen Kenyon, haciendo un balance
de las excavaciones arqueológicas constata : «Una de las principales
dificultades para establecer la cronología de la entrada de los israelitas, es
que nada en sitio alguno permite decir que hay una prueba material de la
llegada de un pueblo nuevo » , concluyendo más
adelante : « Hay que admitir que los grupos israelitas que
llegaron eran fundamentalmente nómades...e
instalándose adoptaron la técnica de los que les habían precedido en
este territorio...La cultura palestina...era esencialmente cananea ».
(1)
Desde
ya en el antiguo credo del Deuteronomio (XXVI, 5 y siguientes) la huída de
Egipto constituye el centro del drama alrededor del cual se agrupan los hechos
históricos enumerados. De igual modo en Josué (XXIV, 2 y siguientes), salvo que
el acontecimiento indicado como « signo y milagro ». En el
Deuteronomio XXVI se precisa : se trata de la defensa frente al
ejército egipcio ante el cual Israel se encontraba en una situación sin salida.
El
recuerdo de un acto guerrero de Yahvé -la lucha contra los egipcios y el
aniquilamiento de éstos en el « mar de las cañas »- tiene un
contenido claro y en todo caso es la más antigua narración sobre la huida de
Egipto.
El
relato bíblico tradicional expone este acontecimiento como una sucesión
compleja de milagros variados : una columna de humo y nube se interponen
entre los dos ejércitos y los separa (Éxodo XIV, 20) ; las ruedas de los
carros de combate enemigos son bloqueadas misteriosamente por Yahvé (Éxodo XIV,
25) ; el ejército egipcio se hunde en el desorden (Éxodo XIV, 25) ;
Moisés con su vara separa las aguas del mar (Éxodo XIV, 16), etc. Podemos
seguir en la tradición el crescendo de un relato maravilloso. Si según
la leyenda, un « violento viento del este » abrió un camino a
través de la laguna (Éxodo XIV, 21), según el versículo 22, las aguas habrían
formado dos murallas protectoras a cada lado de los fugitivos. El Salmo CXIV,
3, dice que el mar « huyó », dejando a Israel asistir pasivamente al
fenómeno -« y vosotros guardaréis silencio »-, separando la
manifestación personal de la gloria de Yahvé (Éxodo XIV, 14) de toda sinergía
humana, e insistiendo para terminar, en la fe de Israel. La narración deja
traslucir una reflexión teológica considerable sobre este acontecimiento. El
hecho sobrepasa ampliamente un simple hecho de armas. El cántico del mar habla
del pueblo que Yahvé ha « adquirido » (Éxodo XV, 16 y Salmos LXXIV,
2). Pero sobre todo hay que recalcar aquí la noción de « liberación, de
redención » alcanzada fuera de Egipto, que posteriormente llegará a ser
una noción dominante.
Desde
entonces « el pueblo creyó en el Señor » (Éxodo XIV, 31). En
Jericó, siete murallas fueron derribadas por otros tantos ruidos de trompetas.
Convencidos gracias a este milagro, los israelitas exterminaron a sus
habitantes, excepto a Rabah, la prostituta que albergó a los
1. Kathleen Kenyon, Amorritas y Cananeos, The Schweich Lectures of
the British Academy (1963), Oxford University Press, 1966, pág. 5.
los
espías israelitas (Josué VI, 25), siendo luego adoptada por la tribu de Israel.
Otro día Dios detuvo al sol y a la luna, permitiendo a sus
« elegidos » masacrar a los habitantes de Gabaón (Josué XIV, 13) « hasta que no quede
ningún sobreviviente » (Josué X, 32). La estadía de cuarenta años en
el desierto de miles de « elegidos liberados », planteaba problemas
de abastecimiento, pero el rocío subió de la tierra y « codornices
cayeron del cielo »(Éxodo XVI, 13).
Promesa
y poderío. De ahí nace una concepción de la historia forjada durante años
por « los griots », que
alababan las victorias de un dios más poderoso que el de las otras tribus. Los
profetas explicaban que los acontecimientos
trágicos correspondían a un plan concebido por Dios y cuando otros
pueblos perseguían y vencían a las tribus israelitas, la culpa era consecuencia
de la infidelidad y desobediencia de éstas últimas a su dios.
Desde
este punto de vista, todos los gobernantes del Cercano Oriente sirvieron de
instrumento para la realización del plan de Yahvé. El poderoso y despiadado rey
de Asiria, es llamado « el látigo de mi cólera, el palo que levanto en
mi furor »(Ésaie X, 5). Luego el rey babilonio Nabucodonosor actúa
también en el drama : « Entrego todas las tierras a Nabucodonosor,
rey de Babilonia...Todas las naciones lo servirán...Castigaré con mi
espada, con el hambre y la peste al pueblo o al reino que no lo sirva »(Jeremías
XXVII, 6,7,8,9). Ciro el rey de los persas aparece como un fiel ejecutante,
protegido de Yahvé : « Yo te he honorado antes que me
conocieras, para que desde Oriente a Poniente se sepa que nada hay fuera de
mí » (Isaías XLV, 4,5), además de : « Soy yo quien
ha ayudado a Ciro y le ha allanado todos los caminos, porque él recontruirá mi
ciudad y hará volver a los cautivos » (Ésaie XLV, 13).
Las
victorias y exterminios de Moisés y Josué, hacen de Israel y del estado
sionista que pretende ser su heredero, un pueblo diferente a todos los otros.
Este tema, el tema del « pueblo elegido », conduce inexorablemente a
rechazar a su semejante. Esto se constata a veces en el plano de las relaciones
humanas, pero sobre todo en las relaciones internacionales. Es así como el
estado de Israel, ha podido rehusar en nombre de esta supremacía de origen
divino, más de doscientas decisiones unánimes de las Naciones Unidas
-que son sólo normas humanas-, además de las demandas de los palestinos.
En el
plano personal, la pertenencia a esta etnia particular otorgaría hasta al más
mediocre de sus miembros, un estatuto especial o blasones propios, como lo
escribe impúnemente Élie Wiesel ( ¡premio Nóbel !), quien osa
afirmar : « El judío está más cerca de la humanidad que
cualquier otro hombre » (1). Se inculca un Breviario del odio,
título del libro de uno de esos « superhombres », que nos incita a
escupir sobre la tumba de todos los otros pueblos, tal como el norteamericano
Goldhagen, que asimila todo alemán a un nazi (2); o Bernard Henry Lévy, quien
como conclusión anota : « Toda la cultura francesa (de
Voltaire à Péguy)...atestigua de lo antiguo de nuestra abyección »,
señalando a Francia como « la patria del nacional-socialismo »(3).
1. E. Wiesel, Celebración talmúdica, París, editorial du Seuil,
1990.
2. D. Goldhagen, Verdugos Voluntarios de Hitler, París.
3. B.H. Lévy, Ideología
francesa, pág. 61.
Las
consecuencias históricas del mito del « pueblo elegido ».
Esta
concepción de la monarquía absoluta -en primer lugar aquella de Dios y su
consecuencia, los Reyes « ungidos » por Dios- implica un exclusivismo
radical e incluso una xenofobia divina. En la concepción idólatra y tribal de
los primeros hebreos, Yahvé es un dios « celoso ». En esta religión,
politeísta al origen, Yahvé es el más poderoso de los dioses. Él otorga la
victoria a las tribus que protege, a las que ha designado como « pueblo
elegido », imponiéndoles el derecho e incluso el deber de exterminar a
todos los que no comparten la fe en este Dios.
La
noción de « pueblo elegido » ha hecho correr mucha sangre en
la historia. Ilustrada por las hazañas legendarias de Josué, esta noción
inspiró a los puritanos de Inglaterra que llegaron a América del Norte y
trataron a los indios como antaño los hebreos lo habían hecho con los
amalecitas. Ella le confirió también al Papa el derecho de decidir si los
indios tenían o no un alma y repartir sus tierras entre españoles y
portugueses. En realidad esta noción está a la base de toda colonización. La
Iglesia paulina de Roma habiéndose declarado heredera de esta «elección
divina », llamará « evangelización » (como el
Papa en Santo Domingo en 1992) a la expoliación y matanza de millones de
indios. El mismo Papa, esta vez en Santiago de Compostela, hizo el elogio de
Europa (cristiana por supuesto) por su « papel civilizador »
en el mundo. En nombre del principio de « elección divina »,
los EEUU primero llevaron a cabo una política de colonización y de sometimiento
universal a sus leyes, so pretexto de que dispondrían de un supuesto
« destino manifiesto » como nuevo « pueblo elegido ».
En
1620, un grupo de emigrantes calvinistas ingleses huyó de las persecuciones y
desembarcó en Massachussetts. Consideraron entonces que su vocación era la de
crear una « nueva tierra ». Aquellos colonos, que dos siglos después
fundarían los EEUU, se enraizaron en un país que no tenía historia afirmándose
en un mito : su partida de Inglaterra había sido un nuevo « éxodo »
bíblico.
América
del Norte era la « tierra prometida » para edificar el Reino de Dios.
Para justificar la expulsión y la usurpación de las tierras de los indígenas
invocaron esta misión divina, según el precedente bíblico sentado por Josué
durante sus exterminios sagrados : « Es evidente -escribe uno
de ellos- que Dios llama a los colonos a hacer la guerra...Los indios como
probablemente las antiguas tribus de amalecitas y filisteos, que se coaligaron
con otras tribus contra Israel ».(Truman Nelson, « The puritans
of Massachusetts : Fron Egypt to the Promise Land », Judaïsme, vol. XVI, 2, 1967).
La
« tierra prometida » fue desde entonces una tierra conquistada. La
expoliación y las matanzas no estaban en contradicción con su concepción
religiosa, porque el enriquecimiento y la victoria eran para ellos una prueba
de la bendición divina.
En los
años 1640-1650, los legisladores de Connecticut (escribe Tocqueville) dictaron
una ley sacada de los « libros sagrados » : « Quien
adore a otro Dios que al Señor será ejecutado ». Cuando fue proclamada
la independencia de EEUU, el Padre Fundador George Washington, en su discurso
inaugural como presidente de EEUU, enunció la fórmula de lo que iba a llegar a
ser el principio director de la política norteamericana hasta nuestros
días : « Ningún pueblo como los EEUU tiene la obligación de
agradecer y adorar tanto la mano invisible que guía los asuntos de los
hombres. Cada paso que nos ha hecho avanzar en la vía de la independencia
nacional, parece llevar la marca de la intervención providencial ».
La « mano
invisible » es la expresión inventada por Adam Smith para coronar su
teoría económica : si cada individuo persigue su interés personal, el
interés general se realizará. Una « mano invisible »
realizaría esta armonía.
Washington
vió en esta mano invisible « la intervención providencial »
de Dios, al mismo tiempo que la ley fundamental de la armonía entre los
intereses individuales y el interés general.
Su
sucesor, John Adams, escribió en 1765 : « No ceso de considerar la
fundación de América como un plan de la Providencia concebido con vistas a
esclarecer y emancipar a la porción de humanidad que todavía se encuentra
reducida a la esclavitud ». Y el escritor Herman Melville decía por su
parte : « Nosotros los norteamericanos somos un pueblo particular,
un pueblo elegido, el Israel de nuestro tiempo; nosotros portamos el
arca de las libertades »
(America as a civilization, página 893).
Es
significativo que hasta hoy se evoque esta profesión de fe y su primer autor.
En cada dólar están impresos el rostro de Washington y a su lado una divisa
inesperada en un billete de banco : « In god we
trust » (« Confiamos en Dios »).
Será
desde entonces una constante de la política del nuevo « pueblo
elegido » : Dios y el dólar, las dos tetas del poder.
John
Adams, sucesor de Washington a la presidencia de los EEUU declaró : « América
fue creada por la Providencia para que fuera el teatro donde el hombre pudiera
alcanzar su propia estatura ». (Autobiografía, Tomo I, página
282).
Los
primeros teóricos de la Confederación, como el reverendo Dana, no cesan de
subrayar la filiación divina del nuevo estado : « La única
forma de gobierno expresamente instituido por la Providencia fue aquel
de los hebreos. Era una república confederal con Jehová a la
cabeza ». (Dana Sermons, página 17)
El
tercer presidente de los EEUU, Tomás Jefferson, proclamó a su vez que su pueblo
era « el pueblo elegido por Dios », (Notas sobre el estado de
Virginia, Sección XIX).
Como el
presidente Nixon que dos siglos después dirá : « Dios está
con Norteamérica. Dios quiere que ella dirija el mundo ».
El
mismo argumento será esgrimido por todos los presidentes norteamericanos para
justificar sus acciones depredadoras.
La
contradicción entre la profesión de fe y la práctica real es una constante de
la política estadounidense. El presidente Mac Kinley se lanzó a la conquista de
Filipinas para « educarlos, civilizarlos y cristianizarlos ».
b)
El mito del « milagro griego ».
Si
rehusamos considerar a Occidente como una entidad geográfica, pero si lo
observamos como una suerte de estado de espíritu orientado hacia la dominación
de la naturaleza y del hombre, tal visión del mundo, remonta a la primera
civilización conocida, aquella que nació en Mesopotamia en el delta del Tigris
y del Eufrates.
Egipto
es otra fuente de nuestra civilización cuyos gérmenes se enlazan y se unen en Fenicia
y
Creta. Los filósofos e historiadores griegos sentían una profunda admiración
por Egipto y la concepción dualista de Platón le debe mucho. Platón soñaba con
un estado que gozara de estabilidad política porque vivía en una democracia en
plena decadencia. Egipto era su modelo e inspiró poderosamente a la
civilización griega.
Si se
compara el arte griego del siglo VI a.J.C. -anterior a la época clásica- con el arte egipcio, se constata que la
estatuaria griega tomaba mucho de Egipto. Esta similitud se halla también
presente en la filosofía y en el ámbito político.
En
suma, la visión del mundo que llamamos occidental, data de hace más de 3 000
años antes de nuestra era. Existía fuera de Europa, en Egipto y Mesopotamia.
La
ruptura de Occidente con sus fuentes orientales condujo a un empobrecimiento
del hombre. El contraste se reveló brutal en relación a la visión oriental del
mundo, que une el amor a la naturaleza con la piedad hacia los hombres y
rechaza el individualismo ilusorio, tratando de fundirse con la naturaleza.
Con su
dualismo, su individualismo y su racionalismo unidimensional, el Occidente
solitario, esta pequeña península de Asia atrincherada entre los Urales y el
borde del Mediterráneo, aparece como una desgraciada excepción en la epopeya
humana iniciada hace tres millones de años en África, que se prosiguió durante
sesenta siglos en todos los continentes, hasta que en la época del Renacimiento
occidental -gracias a la posesión de armas mucho más destructoras que las
precedentes- Europa sojuzgará y dominará el mundo, ahogando a todas las demás
culturas.
No
significa de ninguna manera disminuir la importancia de la cultura griega, recordar que ella no nació gracias a un
milagro y tampoco mengua su esplendor si evocamos sus fuentes orientales y
africanas.
Podemos
definir como características específicas de la cultura griega, la
supremacía del concepto y de la razón abstracta y el papel creciente de los
individuos y del individualismo.
Los
sofistas, que exaltaban al individuo, utilizaban la manipulación del concepto
como instrumento de poderío de éste. Calícles y Trasímaco según Platón,
profesaban que para el individuo, la más alta afirmación del hombre era tener
las pasiones más vehementes posibles y una inteligencia capaz de darle los medios
de satisfacerlas.
La
primacía del individuo y la hegemonía del concepto son las constantes de la
concepción occidental del mundo. Desde Protágoras, que piensa que « el
hombre es la medida de todo », hasta el « pienso » de
Descartes y su ambición de hacernos mediante el concepto, « amos y
poseedores de la naturaleza » .
Nietzsche
afirma que la decadencia comienza con Eurípides. Con Sócrates -« ese
hombre anormal », dice Nietzsche-, aparece el « pequeño
yo » y su racionalismo, que reduce al hombre a una dimensión : el
pensamiento conceptual. Así nació el hombre unidimensional.
¿ Cómo
establecer un régimen social con un agregado de átomos de individuos ?
Entonces se comenzó a soñar con tiranías poderosas. En sus utopías, en la República
y en Las Leyes,
Platón
busca reencontrar la estabilidad egipcia. Trata de inculcar sus teorías al
tirano de Siracusa que pretende ser filósofo. La tiranía está en la lógica de
la evolución política del platonismo.
Con la
decadencia del sistema de las ciudades griegas, todo terminó casi como Platón
lo había soñado.
Un
ejemplo típico de la exaltación de Occidente por la historia oficial, que
falsea la perspectiva de la historia universal e inculca a los niños esquemas
que subentienden y condicionan sus opiniones políticas actuales, (por ejemplo frente al capitalismo y al
socialismo o las guerras coloniales), es el mito de Maratón (como el mito de la
batalla de Poitiers entre Carlos Martel y tropas árabes). En los dos casos se
ha querido hacer de estas batallas (en las extremidades de Europa), el símbolo
de la victoria de la civilización occidental sobre los « bárbaros ».
Para
desmistificar Maratón (1), basta con abstenerse de repetir el relato de
Heródoto que ve la historia bajo el prisma griego. Napoleón, que alguna
experiencia tenía en materia de batallas, tuvo una prudencia que le pena a
nuestros helenistas. El Memorial de Santa Helena (ediciones Pléiade I,
183-184) nos informa que al respecto decía : « No creía en
los millones
de
hombres de Darío y Jerjes que habrían invadido toda Grecia...Dudaba incluso de
toda esta brillante parte de la historia de Grecia ; no veía en el
resultado de esta famosa guerra
1. Ver el libro de Amir Mehdi Badi, Les Grecs et les Barbares,
editorial payot, 1963.
médica,
nada más que acciones indecisas donde cada uno se atribuía la victoria ;
Jerjes regresa victorioso luego de haber tomado, incendiado y destruido
Atenas ; y los griegos exaltaron su propia victoria al no haber sucumbido
en Salamina. En cuanto a los detalles pomposos de las victorias de los griegos
y de sus innumerables enemigos, no hay que olvidar decía el emperador, que son
los griegos que lo afirman, y estos detalles eran vanos, hiperbólicos y ninguna
crónica de Persia nunca los ha probado como para poder asegurar nuestro juicio
con un debate contradictorio ».
Por el
contrario, es posible hallar en manuales de historia y enciclopedias, una
simple copia de la narración de Heródoto, aunque Plutarco ya nos había puesto
en guardia contra la « malignidad de Heródoto », a quien acusaba de
utilizar su elocuencia para magnificar y amplificar los gestos de los bárbaros,
« con el fin de adular a los atenienses para obtener una gran suma de
denarios » .
En el
caso particular de Maratón, el acontecimiento estaba tan lejos de su leyenda
que Tucídides le consagra sólo dos líneas : « Poco después
del derrocamiento de los tiranos en Grecia, los atenienses combatieron en
Maratón contra los medos ». (Guerra del Peloponeso, I, 18).
El
propio relato de Heródoto nos permite considerar este episodio de modo más
razonable. El
conflicto
fue desencadenado por los atenienses. Hipias, hijo del ex tirano Pisístrato
había encontrado refugio en Persia y Heródoto (V, 96-97) nos describe sus
intrigas ante Artafernos, tratándolo de convencer de invadir Grecia para
restaurar en Atenas la dominación de los aristócratas. Los persas se dejaron
convencer, como los príncipes alemanes por los exiliados de Coblenza dos mil
años más tarde cuando se produjo la invasión de Francia.
Una
flota persa bajo el mando del almirante Datis comenzó la campaña de los medos e
Hipias formó parte de la expedición, a la vez que trataba de organizar una
sublevación en Atenas. « Hipias, hijo de Pisístrato condujo a los
persas a Maratón », escribe Heródoto(VI, 94-107). Pero cuando el
desembarco se realizó, los persas constataron que su « Quisling »
Hipias era incapaz de cumplir sus promesas y soliviantar al pueblo ateniense.
Empezaron entonces a reembarcar en sus navíos, comenzando por la caballería.
Fue el momento escogido por el general ateniense Miltíades, para lanzar la
infantería de hoplitas y la caballería griega contra los soldados persas que
defendían la retaguardia y el reembarque. Venciendo en el centro de la batalla,
los persas fueron derrotados por los dos flancos, logrando sin embargo zarpar
rumbo a Atenas, para cerciorarse si los aristócratas habían logrado provocar un
levantamiento, luego regresaron a su país con el botín obtenido en las polis
griegas que habían derrotado.
¿Cuál
es la significación de estos hechos ? ¿ Es verdad que el David
griego aplastó al Goliat persa ? De ninguna manera. Un siglo después de
Maratón, en 386 a.J.C., el gobernador persa de Jonia, Tiribazo, dictó en nombre
de su Gran Rey, la Paz del Rey a los delegados de Esparta, Atenas, Corinto,
Argos y Tebas. Jenofonte en Las Helénicas
(libro V, capítulo 1, página 30 y siguientes) anota : « Cuando
Tiribazo invitó a presentarse a aquellos que querían conocer las condiciones de
paz enviadas por el rey, todos los griegos se dieron prisa por acudir. Cuando
estuvieron reunidos, Tiribazo les mostró el sello del Gran Rey y leyó su carta.
He aquí lo que decía : ‘El rey Artajerjes piensa que es justo que las
ciudades de Asia sean suyas...y que se otorgue la independencia a las otras polis griegas, pequeñas o grandes, a excepción de Lemnos, Imbros y
Skyros, las que quedarán como antaño en las manos de los atenienses. Si los
partidarios de uno de los partidos en pugna no aceptan la paz, les haré la
guerra junto a los que la acepten, por
tierra y mar con mi flota y mis recursos’.
Habiendo
escuchado estas condiciones, los representantes informaron a sus polis
respectivas. Todos juraron ratificarlas ».
Con esto queda claro el estado de la
correlación de fuerzas entre griegos y persas. Isócrates, un acérrimo enemigo
de estos últimos, comenta así la proposición persa : « Ahora
es él (el bárbaro) quien decide de los asuntos de los griegos, ordenando lo que
debe hacer cada cual, absteniéndose sólo de designar a los gobernadores de las
polis... ¿ Nos inclinaremos ante él como ante un amo y nos acusaremos
mutuamente ? ¿ Lo llamamos Gran Rey, como si fuéramos sus
vasallos ? » (Panegírico, página 120-121).
Los
hechos son situados así en sus justas proporciones, ¿ es cierto que de
Maratón a la Paz del Rey, la civilización occidental hizo frente a la
« barbarie » ?
En el
plano artístico, la máscara femenina de Warka precede de 2 500 años a la Atenea
de Fidias y no es menos bella. En el museo de Louvre se pueden comparar las coré griegas con la
estatua de Napir-Asu, anterior esta última de seis siglos.
Del
punto de vista religioso, la Grecia de Miltíades y de Temístocles eran y lo
siguieron siendo durante años, politeístas, en circunstancias que Persia ya
había abrazado el monoteísmo de la religión mazdeísta del profeta Zaratustra,
cuya grandeza llena las más bellas páginas del libro sagrado, el Avesta.
Del
punto de vista moral es útil recordar un extraño contraste. Esquilo nos muestra
a los griegos luego de la victoria naval de Salamina, encarnizándose con los
náufragos persas que trataban de alcanzar la costa nadando y masacrándolos a
remazos, « como atunes ».
En
circunstancias que los griegos expulsados de su país, incluso aquellos que
habían sido los peores enemigos de los persas, fueron acogidos como
huéspedes : Miltíades, el vencedor de Maratón había vivido en
Persia ; Temístocles el vencedor de Salamina enviado al ostracismo por los
atenienses, encontró refugio y paz en la corte del hijo de Jerjes. El Rey le
dió tierras en Anatolia donde murió apaciblemente. Pausanias el vencedor de
Platea, propuso a Jerjes casarse con su hija y someter a Grecia ;
Jenofonte, el autor de Anabasis, sirvió en el ejército de Ciro el joven ;
Alcibíades, el discípulo bienamado de Sócrates y pupilo de Pericles, llegó a
ser el huésped de Tisafernes y acabó sus días en la satrapía de Farnabazo.
Finalmente,
desde el punto de vista político, se ha presentado a Maratón como el
triunfo de la « democracia occidental » sobre el
« despotismo asiático », proyectando hacia el pasado categorías
políticas actuales. Incluso algunos eminentes especialistas se han dejado
llevar a ese terreno, profiriendo extrañas apologías que desmienten sus propios
trabajos, cuando se alejan de la
propaganda occidental y vuelven al detalle de los hechos. He aquí un ejemplo.
El helenista François Chamoux en su bello libro sobre La Civilización Griega,
habla así en un arrebato lírico (página 100) : «Asia, cuya riqueza,
grandeza y poderío conocían -fundados en la sumisión de masas de hombres a los
caprichos de un monarca absoluto-, los griegos defendieron con las armas en la
mano el ideal jurídico de la polis compuesta por hombres libres...no
combatieron sólo por ellos, sino también por una concepción del mundo que debía
llegar a ser más tarde el bien común de Occidente ».
Este
lirismo chovinista occidental está contradicho desde que se analiza el « ideal
jurídico de la polis compuesta por hombres libres », la cual,
nos informa el mismo autor (página 272), estaba formada por cerca de 40 000
ciudadanos sobre un total de 300 000 personas, entre las que había tres
categorías : 110 000 esclavos, 40 000 familias de metecos, y las mujeres,
que estaban desprovistas de todo derecho. El verdadero nombre de esta
« democracia » debería ser el de « oligarquía
esclavista ». A menos que se admita que un régimen puede llamarse
« democracia », olvidando y acomodándose con la esclavitud. La
inversión y manipulación de este vocabulario presenta hoy en día un interés
político evidente.
Agreguemos
que la misma obra nos explica cómo la victoria de Maratón tuvo como
consecuencia, que Atenas deviniera hegemónica. Ésta transformó en imperio
ateniense la antigua confederación de las polis griegas, apoderándose además de
las arcas de Delos. Se nos dice que Pericles (p. 110), « fue conducido
a la doctrina del imperialismo y sus compatriotas se acomodaron a él bastante
bien ». Esta obra no es en ningún caso una excepción. La historia que
se enseña en Occidente acostumbra desde su infancia a los occidentales, a
considerar que una democracia se puede acomodar muy bien con la explotación
esclavista y colonial y la explotación « imperialista », como en la
época de la Grecia clásica.
*
* *
La
mejor introducción para una reflexión sobre la historia oficial de Europa es
tal vez la de Paul Valéry en su Miradas sobre el mundo actual, puesto
que la trama ideológica esencial sobre la cual está tejida es :
a- el prejuicio etnocéntrico de una
Europa considerada como la única civilización creadora de valores y la sola
capaz de iniciativa histórica, postulado que en nuestros días ha sido adoptado
por el amo norteamericano, por el cual Europa no ha cesado de prostituirse
desde hace cincuenta años;
b- el prejuicio según el cual la superioridad de
dicha civilización derivaría del hecho que Europa es la heredera del
expansionismo judío y del « milagro griego », antes de desarrollarse
en la organización romana.
Proponiendo
modelos de « grandeza » como esos, se busca fabricar una cultura
destinada a la juventud. Esos modelos quedarán como vestigios lejanos, pero entregándoles un fondo antico donde
están las opciones políticas de los políticos y tecnócratas actuales.
Como lo
sugiere Valéry, consideremos las fuentes de nuestra historia originaria,
Atenas, ancestro del mito democrático detrás del cual se disimulan nuestras
dictaduras oligárquicas.
Atenas,
modelo del pensamiento del arte de la política, literatura, expresión por
excelencia del « milagro griego », gracias al cual se han fabricado
tantas generaciones de políticos peligrosos y mediocres. En las
« repúblicas modernas », a la Atenas de Pericles se le llama
« madre de las democracias ».
El
retrato de Pericles escrito por Tucídides y repetido en nuestros manuales
escolares es tradicional, porque la
Grecia del siglo de Pericles es la « madre de las democracias ». Sin
embargo, Tucídides, que hizo el elogio de Pericles y de su política, nos revela
el verdadero significado de esta democracia. En la época de su apogeo, en
Grecia había como hemos dicho, 40 000 ciudadanos libres, que disponían del
derecho a voto y 110 000 esclavos que no tenían derecho alguno. Por otra parte,
la « élite »de los « ciudadanos » disponían del poder de
manera aparente, como una prueba o coartada de democracia. Tucídides
escribe : « El pueblo era teóricamente soberano, pero de
hecho el estado estaba gobernado por el primero de los ciudadanos,
Pericles ». Dictadura es el verdadero nombre de tal régimen.
Pericles
impuso la Liga de Delos y todas las ciudades debieron poner a su disposición
sus flotas para enfrentar a los persas. Las polis que no podían proporcionar un
contingente naval
se
comprometían a versar un tributo. Los fondos federales estaban en Delos, en el
corazón de las Cícladas, en el santuario de Apolo, su protector, y eran
administrados por funcionarios atenienses. Pero este control fue considerado
como insuficiente por Pericles en 454 a.J.C. y exigió el transferimiento del « tesoro
federal » a Atenas, aprovechando de ejercer sobre sus
« aliados » una dominación colonial y ocupando sus territorios con
guarniciones militares. Así, ejerció el control político directo en cada polis
de la Liga, reservando los puestos políticos dirigentes a sus partidarios e
imponiendo una moneda única, el « ática ». El imperialismo político
iba acompañado del imperialismo económico, lo que permitió financiar
« grandes trabajos » de arquitectura y escultura en Atenas.
Esta
política constante de guerra y dominación por parte de Pericles, que con ironía
Aristófanes llamaba « olímpica », suscitó el severo juicio ulterior
de Sócrates y Platón (Gorgias 515, C), sobre sus consecuencias morales.
Pericles « compraba » a sus partidarios con « puestos
públicos » más o menos ficticios, explotaba a sus « aliados »,
transformando a los atenienses en frívolos y ávidos de dinero.
En el
Gorgias, Sócrates le dice al sofista Calícales : « Tú halagas
a hombres que han adulado a los atenienses dándoles todo lo que deseaban. Se
dice que han engrandecido a Atenas, pero dicha grandeza es sólo un abceso
malsano. Nuestros grandes hombres, sin preocuparse de la prudencia ni de la
justicia, han llenado la ciudad de puertos, arsenales, muros y otras tonterías ;
cuando sobrevenga un acceso de debilidad
se acusará a aquellos que estarán ahí prodigando consejos, pero se
celebrará a Temístocles, Cimón y Pericles, de donde viene todo el mal ». (Gorgias 518c-519c)
En efecto, esta política condujo al desastre. Luego de las
provocaciones de Pericles que condujeron a la asfixia económica de Corinto,
Potidea y otras ciudades, Esparta intervino y se desencadenó una guerra que
duraría veintisiete años (431-404). Pericles decidió hacer una política de
tierra arrasada abandonando todo el campo alrededor de Atenas y dejando a los
Espartanos la mitad de la población del Ática. Los agricultores debieron dejar
su modo de vida y sus tierras,
abandonándolas al pillaje y destrucción. Después de la invasión de los espartanos
llegó la peste, causando la muerte de un tercio de la población, debido a la
concentración urbana de los desplazados del campo, que acampaban en los sitios
eriazos de Atenas. La guerra terminó en 404 con la derrota de Atenas. En el
otoño de 429 a.C., Pericles murió. Ese fue el siglo de Pericles : el de la
guerra permanente, el de la opresión de los aliados, en circunstancias que se
habla de él como si hubiera sido el arquitecto del Partenón o el escultor de la
Venus de Milo. « La historia » olvida que en las grandes obras de ese
siglo, Pericles tuvo también el mérito de utilizar el pillaje y la expoliación
de las polis soberanas con fines personales. « Tenemos que preservar
nuestro imperio -decía Pericles según Tucídides- y evitar la amenaza que
pesa sobre nosotros debido al odio suscitado por nuestra dominación. Es normal
que el odio lo susciten los que han querido dominar a otros pueblos...puesto
que reinan de esta manera como los tiranos ».
Cleón y
Alcibíades fueron sus herederos, dice Platón. Podemos agregar que también son
sus herederos (pero sin su inteligencia) Reagan, Bush y su vasallos europeos.
*
* *
Lo que
hemos dicho no implica subestimar el arte griego, sino su orientación carente
de inspiración espiritual.
Cuando
admiramos el Partenón no experimentamos ninguna emoción de tipo religioso
(aunque éste fue el objetivo del monumento), sino un goce únicamente intelectual, por el
refinamiento geométrico de la columnata, que da la impresión que su volumen
disminuye a medida que nos alejamos.
Cuando
contemplo sus estatuas (la mayor parte de ellas son copias romanas que acentúan
el realismo visual), incluso si se trata de originales perfectos, frente al
Diadumeno de Policleto por ejemplo -cuya anatomía sirvió de modelo la escultura
griega, siendo el « canon » de la belleza plástica-, no me asalta el
sentimiento y la conmoción por un esplendor que sobrepasa lo que mis ojos pueden
ver. En cambio, Los Esclavos Encadenados de Miguel Angel proyectan
alrededor de ellos algo más de lo que veo, comunicando una vibración
indescriptible a todo mi ser.
Hay por
cierto excepciones, pero son las excepciones de ese clasicismo glacial de la belleza,
precisamente porque escapan a los « cánones », a las reglas
intelectuales que norman lo inmutable, como en
La Ilíada, en la cual la expresión suprema de la grandeza
espiritual del hombre está representada por el enemigo vencido -Héctor-, o en
los «Persas », donde el sentido profundo de la victoria se manifiesta en
el dolor de las viudas persas, como Antígona de Sófocles que defiende
las « leyes no escritas » de la consciencia contra el orden policial
de Creonte.
Pero
repítamoslo, se trata de una espiritualidad que se eleva por encima de la
racionalidad implacable de las
jerarquías institucionalizadas, como la ironía indomable de Aristófanes que en
su comedia Pluto, osa poner al desnudo la venalidad y la ambición de los
atenienses, corroídos por el apetito de dinero y poder existentes en el régimen
de Pericles.
En
filosofía, Platón y Aristóteles nos enseñan, uno, el dualismo radical de la
inteligencia y de lo sensible, que tiene como consecuencia la oposición entre
el hombre y Dios, del hombre y la naturaleza ; el otro, el cuadriculado
carcelario de conceptos y categorías jerarquizadas en en la naturaleza como en
la sociedad. Es decir, todos los fundamentos de una filosofía del SER y la
teología de la dominación que implica, que será la doctrina oficial de la
Iglesia luego de varios siglos de escolástica.
*
« Occidente »
y su Iglesia (no podemos separarlo de la historia de la Iglesia porque hasta el
siglo XVIII se identificó con la « cristiandad » y nunca ha habido
otra definición posible hasta mediados del siglo XIX, cuando se identificó con
el « mercado »), asume así la herencia de todos los mitos del
sincretismo religioso hebreo.(1)
1. La asimilación de la mítica « racionalidad »
griega será un injerto de las enseñanzas de San Pablo y triunfará en Nicea
(325), la adopción de las tradiciones de la dominación romana será efectiva
después de la invasión de Roma (410) y el hundimiento del Imperio. Trataremos
el tema grecorromano de la definición de « Occidente », en los
capítulos consagrados a San Pablo y a « Occidente » después de Nicea.
c) El mito latino y la tradición
judeo-cristiana (occidental)
Se
acostumbra a hablar de una Europa occidental y cristiana. Pero, ¿de qué
cristianismo se trata ? Desde los primeros siglos ha sido adulterado por
el pensamiento griego.
En 1906
fue publicado el libro del padre Laberthonnière titulado : Idealismo
griego y realismo cristiano, curiosamente fue reeditado en vísperas
de 1968. Por primera vez el cristianismo se encontraba disociado de la
tradición griega, que hizo lo que Nietzsche llamó con justo desprecio, « platonismo
para el pueblo ».
Hoy nos
damos cuenta (1) que el aspecto originario del cristianismo es oriental. Pretendiendo
meter en el molde del pensamiento griego una concepción de la vida
profundamente alejada del helenismo, se introdujo en Occidente un cristianismo
que en el plano intelectual, teórico, fue completamente trastocado por el
dualismo y el idealismo griego, y su organización, radicalmente transformada
por las estructuras del imperio romano.
En el
cristianismo es posible hallar ciertos rasgos orientales que han resurgido con
Joaquín de Flora por ejemplo (que conoció durante sus viajes en el Oriente Próximo,
la filosofía « profética » de los persas, antes de construir su
propia utopía profética, punto de partida del mesianismo revolucionario en
Europa), o con San Juan de la Cruz, cuya mística es tan cercana a aquella de
los sufíes musulmanes, a los que conoció gracias a las traducciones latinas de
la Universidad de Salamanca. O más todavía, con maître Eckhardt.
Pero el
cristianismo institucional que dió forma a la cristiandad desde el emperador
Constantino hasta nuestros días, está pervertido por el pensamiento griego y la
organización romana. Pervertido por Occidente.
La
organización jerárquica reserva al Papa el viejo nombre romano de Pontifex
Maximus. El imperio romano sirvió de molde a la institución.
La
tradición constantiniana de la Iglesia está a contracorriente de la tradición
apocalíptica antirromana, aquella del cristianismo originario, del que el
Cardenal Danielou ( Nueva Historia de la Iglesia, tomo I) llamaba
sistemáticamente, « cristianismo asiático ».
Luego
de la muerte de Alejandro, Roma heredó los grandes proyectos imperiales. Por
primera vez Occidente fue cercado
con marcas romanas. Roma asimiló la cultura griega pero
implantó su propia organización y ejército.
Como si
Occidente fuera el centro del mundo se hablaba de ecúmene, mientras que en los
confines vivían pueblos inmensos que jugaban un papel destacado y creaban.
Pueblos sobre los cuales nadie sabía nada, a excepción de los especialistas.
Durante
cinco siglos la tiranía romana dominó el mundo.
En un
ecúmene de veinte millones de habitantes, los ciudadanos romanos eran
sólo
¡ 200
000 ! ¡ Es eso lo que todavía se llama « República
Romana ! ». La inmensidad, la centralización y la burocratización del
Imperio Romano provocaron su caída. Diversas revueltas e insurrecciones, como la de los esclavos
conducidos por Espartaco, de los pueblos del Latium, aliados de Roma, de
diversos pueblos oprimidos. La insurrección de Sertorius en España y de
Mitrídates en Asia, además del peligro que representaban los piratas de Cilicia
para los navíos que surcaban el Mediterráneo, destruyeron poco a poco los
tentáculos del monstruo que devino extremadamente frágil
1. Ver al respecto el manifiesto publicado por veintidós teólogos del
Tercer Mundo reunidos en Dar es Salam el 12/08/1976, recordando que « el
cristianismo nació en Asia y llegó a África antes de difundirse en
Europa ».
Desde
el advenimiento del cristianismo hasta lo que se designó con el falso nombre de
« humanidades », se consideró al latín como la piedra angular de la cultura del hombre
occidental. Sin embargo en el ámbito cultural, los romanos son el único pueblo
de la Antigüedad que no nos ha aportado nada.
El
latín fue durante mucho tiempo la lengua de los clérigos y sobre todo, la
lengua de los servidores del orden establecido. ¡ Nada mejor que los
discursos de Cicerón y la « Historia Romana » de Tito Livio
para fabricar buenos conservadores ! No me opongo a la enseñanza del
latín, pero como en el Colegio de Francia, tal cual se hace con el sánscrito,
no se debería enseñar como una disciplina de base de la enseñaza
« clásica », más aún cuando no se imparte en los liceos a los
educandos, una iniciación adecuada sobre las culturas de India, China, Africa y
sobre el Islam.
La
estatuaria romana es sólo una copia del arte griego, con un pesado realismo
anecdótico de mal gusto.
Los
romanos tenían dos cualidades : la fuerza militar que les permitió
conquistar el mundo y su organización burocrática. ¿ Por qué hablar
entonces de superioridad de civilización ?
Roger Garaudy
Roger Garaudy