Hace unas semanas murió Roger Garaudy,
un dirigente del Partido Comunista Francés (1945 – 1958) durante 13
años, hasta que empezó a discrepar de la acción comunista vista la
invasión de la URSS a Checoslovaquia y tras el movimiento estudiantil
del Mayo del 68, cuando dice “no es posible callar”. Su
conciencia evolucionó al islamismo cuando se casó con una mujer
palestina, y vivió en la ciudad de Córdoba sus últimos años.
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En
todo este periplo del pensamiento de esta persona hay unas huellas que
son sus obras, reflexiones que se dejan a un lado, se dejan de mirar sin
darnos cuenta que tienen un gran valor como experiencia de alguien que
ha mirado al mundo y se ha enfrentado a él, coincidamos o no del todo
con sus teorías.
Por
casualidad llegó a mis manos el libro de Garaudy “La Alternativa”
(1972). Ya entonces habla de una sociedad en trance de desintegración,
lo que parece es un síntoma crónico de nuestro mundo, el cual más que
estar en crisis parece que es crisis en sí mismo. La alternativa que
propone Garaudy la sintetiza él en dos caminos que han de darse al
unísono, cambiar el mundo al mismo tiempo que cambiemos de forma de vivir y viceversa, sin esta relación no hay cambio posible por separado. Es la conclusión a la que llega tras años de militancia comunista.
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Ya
advierte de los cambios que van a suponer el uso de los ordenadores y
de la televisión. Tambien avisa del peligro que supone la disminución
cada vez más de la población rural. Hace una crítica mordaz a la publicidad en la que ve no sólo una herramienta comercial, sino de control social, porque permite construir un tipo de personalidad adaptado a nuestro sistema alienado.
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Factores
que en la actualidad no se mencionan, no se debaten con las prisas por
abordar lo urgente dejando a un lado lo importante, como el modelo de
enseñanza que Garaudy denuncia porque sirve para integrar a los jóvenes y
prepararlos no para su desarrollo personal, sino lo contrario, a su
limitación para cumplir un papel en el sistema productivo y de consumo,
“la pedagogía integra a los jóvenes en la lógica del sistema”.
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Observa
la crisis de la civilización como algo que queda atrapado entre dos
aspectos, la amenaza del armamento nuclear y la manipulación mental, de
lo cual insiste en que hay que ser consciente y no perder nunca de vista
en los análisis políticos que se hagan.
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Analiza la obra de Rosa Luxemburgo “La acumulación capitalista” para llegar a la conclusión de la necesidad de luchar por un socialismo autogestionario, concibiendo la autogestión como la pedagogía de la revolución y la revolución de la pedagogía al mismo tiempo.
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El
mundo ha girado en sentido contrario al pensamiento de este filśofo de
la política, han cambiado algunas cosas, las esenciales no, y las
conclusiones puedan ser hoy otras, otras maneras de salir de un modelo
que cada vez funciona más controlado desde fuera, sin que ni siquiera los gobernantes intervengan, sino que convertidos en marionetas de un poder externo que impone sus condiciones son actores de una democracia controlada. Vemos hoy lo contrario de la autogestión. Garaudy nos enseña que son posibles otros modelos políticos y económicos que han de ser pensados, debatidos porque los dogmatismos ideológicos no son suficientes.
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La autogestión empieza con la capacidad de tener pensamientos propios,
con la capacidad de participar en acciones y reflexiones colectivas, en
definitiva proponernos abrir cauces para una alternativa y no correr o
tirar piedras en callejones sin salida.