PENSAMIENTO
ÚNICO, CONCENTRACIÓN DE LA PRENSA, DESINFORMACIÓN,
MANIPULACIÓN.
Por Javier Peña Torres
El capitalismo victorioso
ha impuesto una « Weltanschauunung » que pretende
presentarlo como un
horizonte insuperable. Desde ahora, toda opinión divergente
constituiría una
transgresión, sancionada por los guardianes del nuevo evangelio
neoliberal dominante de
nuestra época.
Pretendiendo a una
cientificidad irrefutable, el pensamiento único ejerce una suerte de dictadura
intelectual que se apoya sobre un dispositivo constituido a varios niveles: el
discurso oficial de los dirigentes políticos, el discurso sabio de los
intelectuales más conocidos -tanto más publicitados si éstos son « buenos comunicadores
» y si « pasan bien en la TV »-, y el discurso difundido en los medios de
comunicación por periodistas y comentaristas. Estos últimos han adquirido desde
hace cierto tiempo, una influencia tal, que hoy resulta legítimo preguntarse en
algunos países, si el concepto mismo de « espacio público » propio de una
democracia, no está en tela de juicio.
El pensamiento único se
impuso en el momento del derrumbe de los países del este.
Elaborado en el seno de
instituciones internacionales -Banco Mundial, FMI, OCDE,
Comisión Europea- expresa
en términos ideológicos, los intereses del gran capital
internacional.
Difundido por centros de
investigación y facultades de economía, repetido hasta la
saciedad por los
dirigentes de los partidos políticos que defienden el establishment, el
pensamiento único es transmitido por los grandes órganos de prensa, en manos de
los mismos propietarios a quienes pertenecen los grupos industriales y
financieros.
El núcleo del pensamiento único está constituido por
algunas ideas-fuerzas, cuyo
martilleo ininterrumpido
se presenta como prueba de irrefutable cientificidad : el
mercado, panacea a la cual
se atribuye la virtud de corregir todos los males de la
sociedad ; la competencia,
que serviría para promover la emulación entre los hombres y entre las
sociedades , considerados únicamente en su dimensión económica y donde sólo los
más « aptos » -es decir, una docena de países ricos- serían capaces de alcanzar
un grado de desarrollo importante ; el libre intercambio y la mundialización,que
en realidad permiten la abolición de las fronteras no en una perspectiva de
fraternidad y de unión entre los hombres, sino para garantizar a las economías
centrales, territorios, mercados industriales y financieros a lo largo y ancho
del mundo.
Agreguemos a esto el dogma
de la privatización y de la desreglamentación y tendremos la « base teórica
material » del discurso dominante.
El pensamiento único tiene
su expresión y prolongación en otros campos, constituyendo un « corpus » que
abarca todos los sectores de la actividad humana. Es decir, todo aquello que
puede proteger y reforzar esta base material en el campo político, jurídico,
social, cultural. De esta manera, los difusores del pensamiento único tendrán
una visión común sobre la política represiva que hay que llevar a cabo contra
los países reticentes a adoptar este nuevo catecismo. La agresión actual contra
Yugoslavia es una buena prueba de ello.
Por otra parte, teniendo
en cuenta que desde ahora el Estado-Nación pareciera no estar ya más en medida
de garantizar al capital internacional un aumento cada vez más creciente de la
plusvalía, se hace imperioso proceder a su liquidación. En ese sentido, la
creación de mercados comunes regionales, las uniones regionales, tienen como
objetivo la constitución de grandes conjuntos supranacionales que se inscriben
en esa perspectiva. En contrapartida, la soberanía de los estados registra un
debilitamiento sin precedentes.
La
concentración de la propiedad de la prensa
La supuesta objetividad e
independencia de la prensa que difunde el pensamiento único es un mito. El
énfasis puesto por algunos profesionales y periodistas en sentido contrario no
resiste un análisis serio. Una prueba suplementaria la entrega en estos
momentos la gigantesca campaña de intoxicación llevada a cabo por la prensa del
llamado « mundo libre », con ocasión de la agresión del brazo armado de los
EEUU –la OTAN- contra Yugoslavia.
Esta objetividad
proclamada pretende también mantener oculto el estrecho lazo que
une a los comentaristas y
periodistas de la prensa escrita, radio y TV, con los
propietarios de ésta.
El sometimiento de la
prensa ha ido de parejas con un proceso de concentración de la propiedad de
diarios, radios y cadenas de TV. Se trata de un hecho de amplitud mundial que
engloba a todos los países y que se ha intensificado desde hace quince años,
dando lugar hoy en día a la constitución de gigantescos imperios de prensa,
publicidad y comunicación.
En EEUU había a comienzos
de siglo, alrededor de 2023 propietarios de periódicos.
Ochenta y dos años más
tarde, su número era de 760 y veinte grandes grupos de
prensa controlan hoy en
día, la mitad de los cotidianos del país. En lo que a prensa
escrita concierne, en
Francia las estadísticas son elocuentes. : de 400 títulos existentes a fines
del siglo XIX, se ha llegado en 1988 a sólo 11 cotidianos de circulación
nacional. (1)
Fue sin duda la revolución
que intervino en las técnicas de la información (TV,
informática, satélites) y
la posibilidad de alcanzar a un gran número de personas, sin
común medida con la
capacidad que tenía antaño la prensa escrita, lo que hizo cambiar de naturaleza
a la información, dando así a los grandes grupos de prensa y a los grupos
industriales, la posibilidad de orientar y controlar la mayor parte de los
temas desarrollados en los medios de comunicación.
Ligados al control de la
información, se desarrollaron grupos que se enriquecieron
explotando actividades
afines: publicidad, prensa especializada, « multimedia », y
telecomunicaciones.
Jacques Decornoy señalaba en un artículo aparecido en Le
Monde
Diplomatique de mayo de 1991, que, de 300 empresas de información y
comunicación, 144 eran
norteamericanas, 80 europeas y 49 japonesas. En el sector de servicios, es
decir, informática y telecomunicaciones, de las 88 empresas más
importantes en el mundo,
39 son estadounidenses, 19 europeas y 7 japonesas.
Por otra parte, más del 80
% de las informaciones distribuidas en el mundo, son
producidas por sólo cuatro
grandes agencias de prensa mundiales (Associated Presse, United Presse
International, Reuter, AFP) quienes alimentan a los órganos de prensa del mundo
entero, sean grupos de prensa, radios, periódicos y/o TV.
El mercado que se reparten
estas cuatro agencias mundiales, permite constatar sin
embargo una gran disparidad
entre ellas. En efecto, el presupuesto de las dos agencias norteamericanas (UPI
y AP) es mucho más alto que los de Reuter y AFP reunidas.
La información vendida
entonces a una cadena de TV o a un diario hondureño, es la
misma que aquella que
recibe una radio o un grupo de prensa filipino, polaco o chileno.
De esta manera, el
filtraje de las noticias y en general de la información, dependerá de lo que se
quiera o no difundir a los clientes.
En lo que respecta a
Reuter, es necesario añadir que al lado de la actividad de venta de noticias,
esta agencia ha experimentado desde los años setenta, un proceso de
diversificación,
disponiendo hoy en día de una gama de más de cuarenta servicios
afines, lo que ha hecho
posible que sus acciones sean cotizadas en la Bolsa.
Aparte del monopolio de la
información por parte de las cuatro agencias mundiales de prensa, hay que
señalar la influencia y el papel particularmente importante de la TV.
Medio de comunicación
fuera del alcance de los que disponen de pocos recursos, la
TV, por la inversión que
necesita, está prácticamente reservada para los poderosos y a escala mundial,
esto se traduce por un predominio aplastante de las cadenas de TV y los grupos
de prensa de los países del norte industrializado.
Contra este orden mundial
de la comunicación nació en 1975 un proyecto alternativo: el NOMIC (Nuevo Orden
Mundial de la Información y la Comunicación), creado gracias a los trabajos y a
las investigaciones de especialistas de la UNESCO, patrocinados por el Director
de entonces, Amadou Mathar M’Bow. Pero, las grandes potencias -EEUU y la Gran
Bretaña- lograron que fuera enterrado rápidamente, quedando en estado de
proyecto.
En ese combate comenzado
hace 25 años por el señor M’Bow -combate que le costó su puesto-, el Director General
de la UNESCO constataba que: « el 70 % de la
población del planeta,
dispone de una porción ínfima de medios de comunicación, 22 % en las
editoriales; 17 % en la distribución de periódicos; 27 % en las emisiones de
radio y, 5% solamente en el área de la TV. La ambición proclamada por la
UNESCO, es entonces descolonizar la información ». (2)
Una guerra ideológica y
una áspera polémica se desarrolló y no cesó hasta que las
grandes potencias
occidentales obtuvieron la remoción de M’Bow en 1987.
La administración Reagan
en EEUU y Margaret Thatcher en Inglaterra, se opusieron
tenazmente al NOMIC -en
nombre de la « libertad de la prensa » por supuesto-, yendo hasta acusar a la
UNESCO de querer imponer a la « prensa de los países
democráticos, las reglas dictadas por Brejnev,
Khadhafi y Khomeiny ».
Y fue en nombre de esa
codiciada libertad, que en el curso de los años ochenta –gracias a la
aceleración introducida por el progreso tecnológico, la liberalización de la
reglamentación existente (privatizaciones, leyes sobre la prensa, audiovisual,
apertura de nuevos espacios, etc)- hemos asistido a un desarrollo
extraordinario de grupos de prensa que ligan desde ahora de manera de más en
más creciente, la informática, las telecomunicaciones y la industria de la comunicación.
Es en el marco de este «
boom », que en Francia por ejemplo, grupos industriales y
financieros invirtieron en
el sector de las comunicaciones, considerado como un área
« ganadora »:
Matra-Hachette, la Compagnie Générale des Eaux, la Lyonnaise des
Eaux y el cementero y
constructor de obras publicas Bouygues, quien con todo
desparpajo pudo comprar
TF1 (cadena de TV francesa estatal) en 1986, con el
beneplácito del gobierno «
socialista » de François Mitterrand. Fue el mismo Bouygues quien durante una
emisión televisiva en su flamante cadena recién comprada, elogió su propia
capacidad para los negocios, afirmando rotundamente que: « el cemento, es pura
materia gris! ».
La concentración acelerada
de la prensa en las manos de algunos grupos en el curso de los años 80, tuvo
lugar también en Alemania (grupo Berstelmann ; Axel Springes Verlag) ; en
Italia (Fininvest) ; EEUU (Time-Warner y News Corporation del
australianonorteamericano Rupert Murdoch). (3).
Por otro lado, los lazos
estrechos entre la prensa, el mundo de la industria y de la
finanza, alcanzó en EEUU
proporciones tales que por ejemplo, la empresa General
Electric (GE), gran
proveedor de armas del ejército norteamericano, es a su vez
propietaria de la cadena
de TV NBC. Del mismo modo, Matra, fabricante de armas
francés que tiene lazos
con el grupo editorial Hachette, controla en parte también la
primera cadena gala (TF1)
y hace algunos años, la cadena de TV, La Cinq.
General Electric produce
como hemos dicho, una gran cantidad de armas utilizadas por las FFAA de EEUU.
Durante la Guerra del Golfo y en la actualidad, en la agresión en curso contra
Yugoslavia, el ejército norteamericano emplea mísiles Patriot, Tomahawk, aviones
furtivos, AWACS, satélites, etc. GE no se priva por su parte -al mismo tiempo
que realiza este pingüe negocio- de elogiar en su cadena de TV (NBC) la calidad
de las armas que produce.
Lo mismo ocurre con la
CNN, CBS y ABC, quienes promocionan en algunos programas -particularmente con
ocasión de conflictos internacionalesla eficiencia y capacidad de las armas
empleadas, producidas por empresas de armamento que en muchos casos tienen los
mismos propietarios que las cadenas de TV. Se trata en realidad de un complejo
militar-industrial-comunicacional, que no se limita sólo a producir armas y a
publicitarlas en sus estaciones de TV, sino que también
entrega la posibilidad de
participar « en los consejos de administración de casi todos
los grupos de prensa a los
representantes de la industria de la defensa...La dirección
del New York Times se
honra contando entre sus miembros al ex secretario de estado Cyrus Vance, quien
es miembro también del consejo de General Dynamics...En el consejo de
administración de la CBS, encontramos a Harold Brown, antiguo ministro de
defensa...Robert Mac Namara, ejerce por su parte su influencia en la dirección
del Washington Post ». (4)
La Guerra del Golfo marcó
el comienzo de una nueva fase en la historia de la
información. Desde
entonces la televisión ha impuesto a los otros medios de
comunicación sus propias
perversiones, poniéndose a la cabeza en la jerarquía de
éstos : «En primer lugar,
la fascinación por la imagen...las imágenes fuertes (violencia, catástrofes,
sufrimientos) se imponen en la actualidad...Esta ley de la información moderna
la conoce muy bien el poder político...así, a propósito de asuntos delicados y
comprometedores, las autoridades vigilan celosamente su contenido con el fin de
que ninguna imagen circule sin su visto bueno, por eso ciertas imágenes están
bajo alta vigilancia ». (5)
La cruzada del « mundo
libre » contra Irak en 1991 -guerra que los EEUU continúan
haciendo con inaudita
ferocidad- constituyó la consagración de la desde entonces
famosa CNN (Cable News Network), fundada por el
millonario norteamericano Ted
Turner. Este imperio de la
información que ha sido evaluado en varios miles de millones de dólares,
dispone de estaciones de TV en EEUU y agencias en decenas de países, cubre los
cinco continentes y difunde por cable y satélite informaciones « en vivo y en
directo » las 24 horas del día.
La cadena de Turner fue
capaz de emitir desde Bagdad durante la guerra del Golfo,
cortocircuitando a las
cadenas de TV tradicionales -de EEUU y de Europa- entregando lo esencial de las
informaciones acerca del diluvio de fuego que se abatía sobre Irak. Pocas veces
en la historia de la prensa una sola fuente de información ha cubierto tantos
países llegando a tantos hogares diseminados a lo largo y ancho del planeta. La
concentración del poder de la información, parece haber alcanzado su punto más alto
con el imperio edificado desde hace algunos años por el millonario
australianonorteamericano Rupert
Murdoch.
Su grupo está constituido
por cerca de 800 sociedades que en conjunto llegan a una
cifra de negocios del
orden de 13 mil millones de dólares. Murdoch está a la cabeza de un grupo de
prensa propietario de diarios, cadenas de TV, productoras de cine, clubes
deportivos. En el mes de febrero de este año (1999), Murdoch trató
infructuosamente de implantarse en Europa.
Simpatizante del partido
Republicano, amigo del extinto presidente Nixon y del primer ministro israelí
Netanyahu, Murdoch obtuvo en 1998 sus beneficios más importante en los EEUU
(9,5 mil millones de dólares). Pero su imperio, la News Corporation, ganó en
Inglaterra la no despreciable suma de 2,1 mil millones de dólares, así como 1,2
mil millones de dólares en Asia y su país de origen, Australia.
Murdoch heredó en 1952 un
periódico australiano y su ascensión en el mundo de la
información fue fulgurante
en los años ochenta, en los mismos momentos en que los
apologistas del
neoliberalismo comenzaban a imponer la idea que éste era un horizonte
insuperable para la humanidad y cuando los países del Este daban señales
inequívocas de agotamiento, señales que precedieron su estrepitoso derrumbe.
Presente en EEUU -en la industria del cine (20 th
Century Fox) ; la prensa escrita (New York Post ; la TV (Fox Brodcasting
Company) ; las multimedias (News America Digital, Publishing, etc) ; los clubes
de béisbol (Los Angeles Dodgers)- el imperio de Murdoch dispone por otro lado
en Gran Bretaña de una buena cantidad de títulos en la prensa escrita : The
Sun, The Times, The Sunday Times, The News of the World . Además
controla 40 cadenas de TV por satélite y la empresa multimedia News Datacom.
En Australia, su empresa,
la News Corporation, es propietaria de varios órganos de
prensa : Herald Sun, Sunday Herald Sun, The
Advertiser, The Sunday Mail, The Daily Telegraph. Posee
además 34 cadenas de TV por satélite (Foxtel), la empresa de cine Fox Studios y
la compañia de aviación Ansett .
Experto en negocios,
Murdoch se instaló desde hace algunos años en Hongkong con Star TV, mirando con
codicia el inmenso mercado chino.
Hace algunas semanas, el
ministro francés de la cultura, Catherine Trautmann, debió responder al
Parlamento cuando fue interpelada acerca de la voluntad manifestada públicamente
por Murdoch de implantarse en Europa continental, estableciendo una cabeza de
playa en Italia por vía del control de Stream, perteneciente a Telecom Italia y
en Francia mediante su proyectada fusión con Canal Plus.
En EEUU los « majors » de
la TV, es decir, las grandes y antiguas cadenas privadas
tales como NBC, ABC y CBS,
han sido absorbidos por grandes grupos industriales.
NBC pertenece a General
Electric y ABC a Capital Cities y CBS por su parte, debió
ceder una parte de su
activo al grupo nipón Sony.
Este pujante grupo
industrial japonés hizo noticia estos últimos meses, cuando su
ejecutivo máximo Nobuyuki
Idei, anunció que un plan de reducción de personal del
orden de 10 % (17 000
personas) se hacía necesario para detener la caída de sus
acciones en la Bolsa. Los
accionistas habían apostado en favor de resultados a corto plazo y en efecto,
la cotización de las acciones de la empresa subió rápidamente en un 8 % después
de este anuncio.
La concentración de la
propiedad de la prensa, los estrechos lazos establecidos con el mundo de la
finanza y de la industria, constituyen una garantía para los amos del
mundo, los mismos que
cantan loas al ídolo de este fin de siglo, el mercado,
imponiendo a todo el
planeta una verdadera dictadura del pensamiento.
El
discurso dominante.
« En toda época, las ideas
de la clase dominante son las ideas dominantes », escribió Carlos Marx hace
poco más de un siglo y medio. Es esa la situación que existe en el mundo de
manera indiscutida, sobre todo luego del derrumbe del bloque del Este. El discurso
dominante que se ha impuesto difunde la idea que desde ahora el capitalismo sería
un sistema instaurado ad aeternum.
Este discurso es repetido
hasta la saciedad por medio de un dispositivo al cual
contribuyen los políticos
más conocidos -sobre todos si son carismáticos y « buenos
comunicadores »,
amplificado por la prensa, que dispone de periodistas dispuestos a
hablar de todo diciendo
cualquier cosa en función de defender el evangelio dominante, el cual,
aureolado de una supuesta e irrefutable cientificidad, impone el nuevo credo
del FMI, de la OCDE, de la Banca Europea y de los grupos financieros e
industriales. El nuevo credo es en realidad la uniformización del pensamiento a
nivel planetario, el llamado pensamiento único. ? Qué es el pensamiento único ?
« La traducción en términos ideológicos, con pretensión de carácter universal,
de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en particular, aquellas
del capital internacional ». (6)
Reagrupando
investigadores, profesores de economía, institutos, grandes instituciones monetarias,
políticos, dirigentes de empresas públicas y/o privadas, la nueva Vulgata, vehiculada
y repetida por la prensa domesticada y por un gran número de políticos de derecha
y de otros supuestamente de « izquierda », « le confieren tal fuerza de intimidación
que ahoga todo intento de reflexión libre, haciendo muy difícil la resistencia contra
este nuevo oscurantismo ». (7)
Uno de los aspectos más
sorprendentes de esta dictadura del pensamiento lo
constituye su capacidad
para reclutar a mujeres y hombres de « izquierda », quienes
hablan a su vez de «
imperativos económicos », de la « realidad de los hechos »
interiorizando y adoptando
el discurso neoliberal dominante. Esta vuelta de carnero se expresa en la
conversión al neoliberalismo del PC en Italia y la actual « mutación» en curso
llevada a cabo por la dirección del PC en Francia.
Nuestro país conoce este
fenómeno con los famosos renovados, tránsfugas de
partidos y movimientos de
izquierda, que pasaron a engrosar las filas del
neoliberalismo, o que
frente a éste adoptan una actitud « pragmática » y
« comprensiva ».
Con el pensamiento
dominante apareció simultáneamente una especie de obsesión por la búsqueda del
consenso a toda costa. Los intelectuales, políticos y periodistas que osan
expresar puntos de vista divergentes refutando el discurso dominante -si toda
vez tienen la suerte de expresarse en un espacio no contaminado por el
« consensualismo »- son
catalogados de retrógrados y condenados a la marginalidad.
En el medio de la prensa,
muchos periodistas tratan de demostrar que son « gente
bien », es decir,
obsecuentes con las normas impuestas por el pensamiento único.
Incluso algunos diarios de
larga e historiada tradición, como el matutino comunista
francés « L’Humanité »,
hasta hace unos meses órgano de opinión, ha comenzado a
transformarse bajo el mito
de la llamada « mutación », deviniendo un periódico que
busca el consenso a
cualquier precio, expresando tímidas críticas a la política
gubernamental de la
llamada « izquierda plural », que concienzudamente aplica una
política económica
parecida a la del precedente gobierno de derecha.
Robert Hue -secretario
nacional del PCF- y uno de los ministros comunistas, Jean
Claude Gayssot
(Transportes), tratan de convencer a sus militantes -los cuales
combatieron durante
décadas toda tentativa de privatización del sector público,
constituido principalmente
en Francia por las empresas nacionalizadas por el Gobierno Provisional
encabezado por el general de Gaulle al término de la Segunda Guerra Mundial- de que por ejemplo, en lo referente
a Air France, no se trata de una
privatización, sino de una
« apertura del capital » de esta empresa a accionistas
independientes ; que el
proyecto del ministro socialista Strauss-Kahn sobre la Caja de Ahorros no es
más que « la apertura de su capital a la competencia » y no una manera solapada
de privatización.
De todas maneras -a pesar
de que la mitad del electorado francés (49,9 %) votó en
1992 contra la
ratificación del Tratado de Maastricht- la dirección actual del PCF ha
adoptado una estrategia «
euroconstructiva », que lo llevó a incluir en su lista para las elecciones legislativas
de junio de 1999, a candidatos pro-Maastricht y algunos anti-Maastricht. Todo
ello por supuesto, en el marco de un amplio espíritu de apertura.
No es sorprendente en este
contexto, cuando la dirección actual del PCF prosigue una loca carrera tendiente
a dar cada vez más pruebas de adhesión al establishment, que la prensa
domesticada, ardiente partidaria del neoliberalismo (en realidad la mayoría aplastante
de la prensa) haya otorgado un diploma de buena conducta a la dirección comunista.
Es el caso de conocidos periodistas como Michel Field, Serge July, Christine
Ockrent, Ivan Levaï ( !quien dictó cursos de periodismo a los nuevos periodistas
de la nueva y renovada Humanité !) y muchos otros. Es cierto que Robert Hue
había inaugurado esta vía cuando en un informe entregado al Comité Nacional del
PCF, creyendo darle mayor consistencia ideológica y una base de credibilidad
superior a sus palabras, citó al comentarista-periodista-presentador liberal
Alain Duhamel, como testimonio.
Disponiendo de un control
sin contrapartida en los medios de comunicación , los
apologistas del
pensamiento único podrán decir esto y aquello, esto y su contrario, sin temor a
ser desmentidos. De esta manera, muchos dirigentes del actual gobierno de la «
izquierda plural » se opusieron en su momento a la repudiada ley Debré-Pasqua, apoyando
el gran movimiento que se desarrolló entonces (enero-febrero de 1997) en la sociedad
civil. Una vez en el gobierno y a pesar de las promesas de abrogación de dicha
ley, el gobierno de la llamada « izquierda plural » renegó sus compromisos.
En realidad, lo esencial
de la política adoptada por el gobierno del primer ministro
socialista Lionel Jospin,
es aquella que quería aplicar el antiguo gobierno de derecha
presidido por Alain Juppé.
Mañana, Juppé no aplicará otra política que aquella de
Jospin. Socialistas,
liberales, derechistas, verdes, etc, votan juntos ratificando el
Tratado de Amsterdam,
quisieran introducir el sistema de los fondos de pensión -
diferiendo sólo en los
plazos- adhiriendo todos a la idea que desde ahora el capitalismo es un
horizonte insuperable, permitiéndose eso sí, por necesidades de imagen frente a
su electorado algunas críticas, desmarcándose de la derecha : « Sí a la
economía de mercado. No, a la sociedad de mercado », (Lionel Jospin). También
están de acuerdo en estos momentos en desencadenar -bajo la tutela de EEUU y de
la OTAN, cuyo comando militar el general de Gaulle había abandonado en 1966-
una agresión contra un país soberano como Yugoslavia.
Distanciarse de los
centros de poder económico no es la preocupación principal del
actual ministro de
economía (el socialista francés Dominique Strauss-Kahn). En 1993, en los
últimos años del delicuescente gobierno de Mitterrand, « DSK », como lo llaman familiarmente
los periodistas, tranquilizaba al Wall Street Journal, sobre el previsible cambio
de mayoría parlamentaria : « ? Qué va a cambiar si la derecha gana ? Nada. Su política
económica no será muy diferente de la nuestra ». (8)
La prudencia y servilismo
ante el poder del dinero, he ahí una de las características
específicas de los
difusores del pensamiento único. Sean políticos, intelectuales
orgánicos de la clase
dominante o periodistas, todos se inclinan haciendo respetuosas reverencias
ante los detentores del dinero y la riqueza : « Poco importa después de todo
que los señores Silvestre, Sassier, Garibal, Gaillard, Manière, Beytout,
Briançon o Izraelewicz (connotados periodistas-comentadores franceses
neoliberales de radio, prensa escrita y TV) se digan de izquierda o de derecha,
se declaren partidarios de Chirac, Jospin, Cohn-Bendit, Balladur o
Madelin...poco importa que se expresen a través de TF1, TV France 2, Radio
France Inter, Radio France Info, Radio Europe 1, RTL, el diario Liberation o Le
Monde » (8a), el común denominador de los « periodistas de mercado » es que
defienden la misma « Weltanschauunung », la misma visión del mundo dominante.
Para imponer esa visión, no trepidan en utilizar la desinformación, la mentira
y la mistificación.
Las
grandes mistificaciones
Timisoara
El 17 de diciembre de 1989
las cadenas de TV y las radios del mundo entero
transmitían por primera
vez en directo - urbi et orbi- y minuto a minuto, las peripecias
de un golpe de estado con
tableteo de ametralladoras, ataques a edificios públicos y
tiroteos en las calles. Se
trataba de la « revolución rumana ».
Algunos días más tarde, en
la isla de Malta, George Bush y Michaël Gorbachov
brindaban, festejando el
fin de la guerra fría. En el mismo momento, más de 24 000
soldados norteamericanos
invadían Panamá en el marco de la operación llamada
« Causa Justa ». Pero los
medios de comunicación informaron con deleite acerca de
los acontecimientos que
tenían lugar en Rumania. Y el
mundo entero pudo ver
entonces algunas decenas
de cuerpos -entre ellos, uno de un niño de pocos añosensangrentados en el
cementerio de la ciudad rumana de Timisoara.
Los comentarios de la TV
en manos de los golpistas, retomados y difundidos por los
medios de comunicación
occidentales, acusaron de la matanza a los hombres de la
temible Securitate de
Ceaucescu. Aún cuando los policías rumanos -como todos los
policías del mundo- nunca
fueron niños de pecho, esta vez se trataba de una grosera puesta en escena. Así
comenzaba a difundirse una de los más grandes embustes y mistificaciones de la
historia de la televisión.
La historia de este
montaje mentiroso - en el cual hoy se sabe, participaron los servicios secretos
de varios países occidentales- comenzó con una noticia propalada por la agencia
ADN de la RDA. Difundidas en Francia por el periódico Libération, las
primeras cifras que daban las diversas agencias de prensa -citando fuentes
rumanasmencionaban 4630 muertos solamente en Timisoara. En medio de un diluvio
de mentiras se llegó a afirmar que la homérica « revolución rumana » había
causado más de 60 000 muertos.
El mundo asistió atónito
entonces a la competencia entre los órganos de prensa
occidentales, que
rivalizaban, desinformando y mintiendo. La AFP, tradicionalmente
seria, hablaba de :
«camiones transportando metros cúbicos de cuerpos de personas asesinadas de un
balazo en la nuca » ; el diario español El País, señalaba por su parte haber
visto « cámaras de tortura donde sistemáticamente se desfiguraba con ácido el rostro
de los disidentes ». Jean Daniel director del semanario francés Le Nouvel Observateur,
llamaba al gobierno de François Mitterrand a intervenir en defensa del pueblo
rumano supliciado. El periodista Gerard Carreyrou de la cadena gala TF1, profería
un vibrante y lírico llamado para que se formaran Brigadas Internacionales para
« morir en Bucarest », mientras miraba los acontecimientos cómodamente
instalado en su casa de la « rive gauche » de París. Hasta el hoy dimisionario
presidente del Consejo Constitucional francés, el socialista Roland Dumas -ex
ministro de RREE de Mitterrand, acusado y depuesto de su alta función por haber
recibido una comisión de cerca de 40 millones de francos, por venta de fragatas
a la marina taiwanesadeclaraba desde su coqueto apartamento parisino : « No se
puede asistir como simple espectador a tales matanzas ». (9)
Sólo algunas semanas
después de la « revolución rumana »,el diario parisino Le Monde reconocía
que el número de muertos -incluidos los partidarios de Ceausescu- era de 700
(10). Pero la prensa occidental unánime hablaba y continuó a hablar durante
largo tiempo de 60 000 muertos. Recordemos que una de las acusaciones lanzadas
contra Nicolau y Elena Ceausescu fue la de « genocidio ». Y fue en virtud de un
proceso expeditivo que aquél a quien Inglaterra había recibido con todos los
honores desplegando una alfombra púrpura, aquél a quien los EEUU habían
acordado el tratamiento de « jefe de una nación favorecida », por su relativa
independencia frente a la URSS y al Pacto de Varsovia, fue ejecutado en una
parodia de proceso mientras sus acusadores no tuvieron ni siquiera la valentía
de mostrar sus rostros.
Los edificios oficiales de
la Securitate en Bucarest fueron acribillados a bala, a
diferencia de aquellos que
ocuparon los golpistas que no presentaban marcas de
proyectiles. Ello da
cuenta de algo evidente : la invulnerable y todopoderosa policía
política rumana, no pudo desde el inicio del golpe
ofrecer una resistencia seria a los
insurrectos, quienes, contando con una correlación de
fuerzas aplastante al interior del ejército, impidieron todo intento
significativo en defensa del régimen.
Pero por razones de
propaganda y en función de la desinformación que estaba
programada por los
servicios occidentales, se comenzó a difundir la idea de un pueblo martirizado
por una « dictadura comunista » -dictadura con la cual los países
occidentales se habían
entendido tan bien- para justificar el llamado « deber de
injerencia »,
desarrollando paralelamente una gigantesca campaña de intoxicación.
En esta tarea, el umbral
donde empieza la estupidez humana fue rápidamente
franqueado. Se pudo ver y
escuchar entonces en la TV lo que fue presentado como
« una red de túneles y galerías subterráneas
de 1000 km bajo Bucarest », en las cuales los agentes de la Securitate, de
improvisto dotados de un pasmoso don de ubicuidad, aparecían en los puntos más
inesperados de la ciudad sembrando el pánico y el terror en la población.
Otra perlas de esta
naturaleza podían leerse en ese momento en la prensa del mundo libre : la
Securitate había envenenado el agua ; algunos hechos macabros habían sido «
constatados » en los cementerios ; el hijo de Ceausescu, Nicu, y un puñado de seguidores
había arrasado a sangre y fuego la histórica ciudad de Sibiu ; la mujer de un pastor
había sido obligada a avortar bajo la amenaza de la policía rumana ;
mercenarios « extranjeros » ( ! la misma historieta que la CIA contó en nuestro
país !), árabes al parecer (sirios o libios, reconocibles por sus « rostros
morenos ») aterrorizaban a la población ; la seria agencia gala AFP, citando
una fuente militar por supuesto anónima, afirmaba que cerca de « 3 000
supuestos estudiantes extranjeros han recibido entrenamiento de comandos en
campos secretos ».
La histeria alcanzó su
paroxismo cuando los difusores del pensamiento único, vigilantes guardianes de
la libertad en los cuatro puntos del planeta y defensores de los rumanos que
deseaban « liberar » a su patria del yugo comunista -pero que después de
haberla « liberado », la postraron en una situación de dependencia
semicolonial, en el marco de una nueva división internacional del trabajo-
dieron cifras relativas al número de los miembros de la Securitate. Para
algunos había más de un millón. Stelina Tanase de la Unión de escritores
rumanos, en una entrevista profusamente difundida por la prensa de Occidente,
hablaba con toda desenvoltura de 2 740 000 agentes. Un dirigente del autoproclamado
Frente de Liberación Nacional, afirmó por las cadenas de TV del « mundo libre »
que la Securitate estaba compuesta por... ! 6 000 000 de agentes !, lo que para
un país de 22 millones de habitantes era manifiestamente excesivo...
Los embustes difundidos
por los medios de comunicación occidentales sobre los
acontecimientos referentes
a la « revolución rumana », no eran más que una cortina de humo, una gigantesca
campaña de desinformación y de intoxicación, orquestada por el « mundo libre »,
que en realidad se proponía la reintroducción en Rumania de la economía de
mercado, es decir la introducción en Rumania de la ley de la jungla :
« Ceausescu fue derrocado
por una operación convergente llevada a cabo por los
occidentales y algunos
países del Este. Los conspiradores necesitaban hacer uso del asesinato y de la
mentira...Iliescu y Petre Roman integrarán a Rumania en el circuito capitalista
mundial. Se proponen privatizar el 70 % de la economía rumana. Rumania se encamina
rápidamente hacia una situación de nueva semi colonia ». (12)
Las últimas informaciones
confirman que el gobierno rumano actual -una vez aplicadas las normas dictadas
por el FMI- quisiera, como Polonia, Hungría y la República Checa, ingresar en
el dispositivo militar del « mundo libre » -la OTAN-, brazo armado de los EEUU.
El diluvio de fuego que se abate en estos momentos sobre Yugoslavia, incita a pensar
que los norteamericanos, apoyándose en gobiernos dóciles como el de la Rumania
« liberada », quisieran extender en marcha forzada la mundialización hacia el
Este.
Panamá :
un patrón ingrato.
El 20 de diciembre de
1989, en el mismo momento en que tenía lugar la « revolución
rumana », Georges Bush desencadenaba la operación «
Causa Justa ».
Sin preocuparse de
justificaciones legales, una vez más los EEUU invadieron Panamá, utilizando
para ello miles de soldados, la aviación y helicópteros.
La Guardia Nacional
panameña resistió así como en ciertos barrios populares, donde algunas armas
habían podido ser distribuidas. Estos últimos fueron bombardeados por los
soldados de la « Causa Justa », ocasionando más de 2 000 muertos, diseminados entre
los escombros de los barrios bombardeados.
La invasión de Panamá no
despertó sin embargo, la curiosidad de los órganos de
prensa occidentales, los
cuales se encontraban muy ocupados en relatar y cubrir el
singular acontecimiento
que constituía la « revolución rumana », y ante la censura
impuesta por el ejército
norteamericano, la prensa del « mundo libre » -vigilante
guardiana de la libertad
en el mundo- calló.
« La invasión a Panamá fue
escandalosa -escribió poco tiempo después Eduardo
Galeano- pero más
escandalosa todavía que la invasión fue la impunidad con la que
ésta fue realizada.
Impunidad que lleva a la repetición del delito y estimula al
delincuente. Ante este
crimen de lesa soberanía, el presidente Mitterrand aplaudió
discretamente y el mundo
entero se cruzó de brazos después de algunas declaraciones de circunstancia ».
(13)
El pretexto invocado fue
que el general Manuel Noriega era un traficante de drogas. De hecho, el
gobierno norteamericano sabía que Noriega estaba implicado en ese tráfico desde
los años 70 y la administración Nixon planeó eliminarlo. Pero Noriega recibía
un jugoso estipendio de la CIA, y aún cuando en 1983 una comisión del Senado de
EEUU concluyó en que Noriega, era la cabeza de una organización que se dedicaba
al blanqueo de dinero sucio proveniente del tráfico de drogas, nada hicieron
contra este agente y protegido. Noam Chomsky indica que en mayo de 1986, el
director de la DEA (Drug Enforcement Agency) felicitó a Noriega por su «
vigorosa política contra el tráfico de drogas ». Un año más tarde, el mismo
director brindaba por la « estrecha colaboración » existente entre EEUU y
Noriega. (14).
Noriega, amigo y
colaborador de los norteamericanos en la guerra que éstos
llevaban a cabo contra
Nicaragua mediante contras interpuestos, cometió un
« crimen de lesa
independencia », es decir, cometió el grave error de no contentarse con robar a
los pobres, sino que también comenzó a ocuparse de los asuntos de los
privilegiados.
Ello siempre termina por
suscitar la hostilidad de los hombres de negocios. En buenas cuentas, rehusó
reconciliarse con los ricachones, quienes en gran parte habían abandonado el
país después del golpe de estado del coronel Torrijos en 1968.
Noriega empezó a mostrarse
cada vez más díscolo y sobre todo, no quiso involucrarse más en la guerra
contra Nicaragua. A este repentino arranque de independencia hay que agregar la
espinuda cuestión de la soberanía panameña reclamada sobre el Canal.
« En vista que ya no podíamos tener más
confianza en Noriega, puesto que no nos
obedecía, tuvimos que
intervenir », dice Chomsky.
Entonces la prensa
norteamericana « descubrió » en pocos días que Noriega era un
criminal y que había
cometido un fraude electoral en las últimas elecciones,
denunciando las
violaciones de las cuales no se había percatado con anterioridad,
cuando Noriega era un
amigo fiel de EEUU y fue presentando entonces como un
demonio al que había que
eliminar al igual que a Khadaffi y Jhomeini.
Noriega fue detenido luego
que la Nunciatura en la Ciudad de Panamá, cediendo a las presiones
norteamericanas, entregó a su huésped a las tropas de ocupación.
Posteriormente fue
condenado por sus ex patrones a 40 años de prisión.
Los dos raseros con que
mide la prensa occidental los acontecimientos que ocurren en el mundo no es
ninguna novedad. Eduardo Galeano tuvo razón cuando escribió en los años 80 que
« Si Lech Walesa hubiese nacido en Guatemala, lo habrían destripado en la
primera huelga y su asesinato no habría sido mencionado ni en una sola línea de
los grandes órganos de la prensa internacional, ni un segundo en las grandes
cadenas de TV ». (15)
Un cura
polaco vale 666 sacerdotes latinoamericanos.
Noam Chomsky y Edwards
Herman hicieron hace poco una investigación en EEUU,
acerca del diferente
tratamiento de la prensa con respecto al asesinato de religiosos.
Los investigadores
buscaron establecer la importancia del espacio dedicado en los
grandes periódicos
norteamericanos al asesinato del sacerdote polaco Jerzy
Popieluszko, comparándolo
con el espacio que esos mismos diarios dieron a las
noticias relativas a los
innumerables asesinatos de sacerdotes en América Latina. Del trabajo realizado
por Chomsky y Herman se desprende que la prensa norteamericana consagró muchos
más comentarios, portadas, artículos y reportajes al asesinato del sacerdote
polaco.
De partida, la
responsabilidad directa de la muerte del padre Popieluszko le fue
achacada a las autoridades
polacas, aún si los asesinos del sacerdote fueron
rápidamente identificados
y detenidos por esas mismas autoridades. Pero la campaña desencadenada en la
prensa norteamericana acusaba sin ambages : « Un estado policial es
particularmente responsable por los actos cometidos por su policía», sugiriendo
la complicidad de la URSS.
En la misma época, los
asesinatos y desapariciones de sacerdotes en América Latina eran una práctica
corriente, una política aplicada por diversos estados terroristas de la región.
Los gobiernos de algunos de ellos, como Guatemala y El Salvador, habían sido instalados
mediante la ayuda y complicidad de los EEUU.
Entre 1980 y 1985, 72
curas fueron asesinados en nuestro continente. 23 en
Guatemala, el obispo
Romero en El Salvador (1980) y a fines del mismo año, cuatro
monjas norteamericanas
corrían la misma suerte.
Sin embargo, la prensa de
EEUU habló -con toda razón por supuesto- del asesinato del cura polaco. Los
cálculos hechos por los investigadores antes citados, relativos al espacio
asignado por los diarios a estos acontecimientos, los llevaron a la conclusión que
comparativamente, tomando en cuenta el espacio asignado a uno y a los otros, el
religioso polaco Popieluszko valía el equivalente de... ! 666 curas
latinoamericanos !
La manera de dar cuenta de
los diversos asesinatos, esclarece sobre la supuesta
objetividad de la prensa
de EEUU.
Mientras que el New
York Times hablaba de « Polonia asesinada », el Times,
refiriéndose al
espeluznante crimen de las religiosas estadounidenses en El Salvador - en el
cual la culpabilidad y complicidad de la policía y del Alto Mando del ejército salvadoreño
estaban claramente establecidas- describía la masacre simplemente como un
episodio de « la creciente y absurda violencia ».
La diferencia entre el
espacio acordado a ambos acontecimientos, muestra muy bien
cual era en esos momentos
el interés que la política extranjera de EEUU asignaba tanto a uno como al
otro.
Otros ejemplos citados por
Thomas Custen (16), demuestran que los procedimientos
periodísticos relatados, no son casos aislados. De esta
manera, si se contabiliza el
número de veces que el New
York Times, mencionó en un corto lapso de tiempo a
diversas personalidades,
intelectuales o políticos, se constata que en relación a la
URSS, el disidente
Guinzburg fue citado en 68 ocasiones ; Orlov, 70 ; Sakharov, 223; Charantsky,
138 ; en Polonia Walesa aparecía citado en 81 ocasiones. En
contrapartida, el obispo «
rojo » de Recife Helder Camara, apareció mencionado 4
veces y Lula tres...
La masacre de Río Sampul
en El Salvador el 14 de mayo de 1980, tampoco concitó la curiosidad de los
difusores del pensamiento único. Ese día, más de 500 pobladores fueron
asesinados por las tropas del ejército salvadoreño.
La invasión de la pequeña
isla de Grenada por las fuerzas armadas estadounidenses, el 23 de octubre de
1983, fue otro gran ejemplo de silenciamiento de la prensa norteamericana, que
asumió un discurso justificativo impregnado con el pensamiento dominante.
La administración de
Ronald Reagan, dosificó en esa ocasión cuidadosamente la
información, justificando
la invasión con el prurito de defender las vidas de ciudadanos norteamericanos
residentes en esa minúscula porción de tierra caribeña.
Aún cuando el gobierno cubano había condenado el
asesinato del Primer Ministro
granadino Maurice Bishop,
haciendo saber que los obreros cubanos presentes en la isla no tenían otra
misión que aquella de construir un aeropuerto civil, la mentira propagada por
EEUU y su prensa quiso imponer la idea de que Cuba estaba construyendo una base
militar aérea, desde donde podrían despegar bombarderos soviéticos. Ello representaba
-se afirmó- un peligro para la seguridad de EEUU. El gobierno cubano desmintió
la antojadiza versión de Reagan, pero para poder informar a la opinión pública
estadounidense -en su mayoría bajo el efecto del síndrome « jingoísta »- debió pagar
una página al New York Times, refutando los infundios de la
administración Reagan propagados por la prensa norteamericana.
La prensa « libre » tiene
por otro lado una curiosa manera de entender la libertad de los periódicos que
no se inclinan ante el pensamiento único. Cuando el diario de la
oposición nicaragüense «
La Prensa » fue censurado y prohibido por las autoridades
sandinistas, los
vigilantes guardianes de la libertad de la prensa en el mundo, se
levantaron protestando con
vehemencia. La SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) - uno de cuyos
dirigentes fue en una época Fernando Léniz, gerente de El Mercurio y ministro
de economía de la Junta militar- se encargó de denunciar en todo el continente este
nuevo atentado a la libertad cometido por los sandinistas...Pero por cierto no
dijo una sola palabra sobre las radios y periódicos de la oposición
salvadoreña, hondureña o guatemalteca.
En el momento en que las
autoridades nivcaragüenses clausuraban temporalmente La Prensa, en
Israel, -país que según el New York Times es el símbolo de la dignidad humana-
se cerraban definitivamente dos periódicos. Cuando La Prensa reapareció,
Tel Aviv cerró otro. ? Cual habría sido la reacción del « mundo libre » si eso
hubiera ocurrido en Nicaragua o en un país del Este, o en una nación
considerada como enemiga de los EEUU ?
¿Qué decir de los actos de
terrorismo, los cuales tienen una importancia muy diferente para la prensa del
« mundo libre » según se trate de hechos que sirvan o no a sus intereses ? ?
Quién por ejemplo supo que en 1986 navíos sudafricanos habían atacado a barcos
mercantes soviéticos con mísiles israelíes ? No se encuentra ninguna huella de
esta información en la « prensa libre ». ? Quién recuerda que el atentado
contra un avión civil cubano que causó la muerte de 70 personas en 1976, fue
obra de la organización terrorista Alfa 66 del agente de la CIA Orlando Bosch ?
? ¿Quién se acuerda de los nombres de las monjas norteamericanas asesinadas y
violadas por los militares salvadoreños? Nadie. En cambio del padre
Popieluszko... ? ¿Quién recuerda al avión civil libio derribado por la aviación
israelí en febrero de 1973? Pero del avión coreano de KAL, abatido por los
cazas soviéticos en 1983...
La desinformación obedece
a un principio : se pone énfasis en aquello que se considera útil y se
concentra la atención contra los enemigos oficiales de EEUU : antaño la URSS y
los países socialistas, hoy Libia, Iraq, Corea del Norte, Irán, Cuba, Sudán y
en estos días Yugoslavia, culpable ésta última de no haberse inclinado abriendo
con suficiente celeridad las fronteras de su país a la voracidad del proceso de
mundialización capitalista.
La Guerra
del Golfo
Desde hace algunas
semanas, desde que la fuerza aérea de EEUU secundada por sus acólitos europeos
atacan a Yugoslavia sin mandato expreso de la ONU, país soberano, miembro
reconocido por ésta, con el fin de obligarlo mediante un diluvio de fuego a ponerse
de rodillas, el mundo entero ha asistido a una repetición de la misma puesta en
escena que tuvo lugar con ocasión de la Guerra del Golfo hace ocho años.
Los embustes y
mistificaciones utilizados entonces, durante la llamada « Operación
Tormenta en el Desierto »
fueron dirigidos hacia una opinión pública que adoptó con el correr de las
semanas -gracias a una gigantesca campaña de intoxicación desplegada por el
Pentágono- una disposición favorable a la intervención contra Saddam Hussein.
Para llegar a ese grado de
docilidad de las conciencias, en algunos países fue
necesario recurrir al arma
de la guerra psicológica. En ese contexto, los reportajes e
imágenes fabricadas, el
peso de estas mismas en el cerebro del público, jugaron un
papel capital.
Pocas semanas después de
la entrada de las tropas iraquíes en Kuwait, una jovencita refugiada de ese
país -Nayirah- contó con la voz entrecortada por la emoción, que los soldados
iraquís mataban a los recién nacidos en las maternidades de Kuwait City, desconectando
las incubadoras. Era algo horrible, más de lo que la frágil conciencia del «
mundo libre » podía soportar. Ese monstruoso crimen atribuido a los iraquís,
fue uno de los argumentos utilizados para justificar la guerra ante la opinión
pública.
Un año más tarde se
descubrió que la encantadora Nayirah, era la hija del embajador de Kuwait en
EEUU y que había « actuado » en un reportaje previamente preparado por los
servicios norteamericanos y filmado por la productora Hill and Knowlton. Pero
el « mundo libre » no se inquietó. Había ganado la guerra contra los bárbaros y
si ahora habían decenas de recién nacidos que morían en las incubadoras de los
hospitales de Bagdad por falta de energía eléctrica, no eran más que niños
iraquís...
Para tener las manos
libres y poder justificar la imponente cantidad de medios militares enviados al
Oriente Medio, fue necesario demonizar al enemigo, hacerlo aparecer como un
peligro para la humanidad, escondiendo de esta forma las inconfesables razones
de tal intervención.
El ejército de EEUU,
disponiendo de un control absoluto sobre los medios de
comunicación y contando
con su dócil y complaciente cooperación, impuso una censura de prensa filtrando
todas las noticias y dejando pasar sólo aquellas que tenían objetivos militares
anteriormente definidos.
Los medios de comunicación
del mundo entero retomaron entonces al unísono las
consignas creadas por la
propaganda norteamericana : « Iraq, cuarto ejército del
mundo », para justificar
el envío de la más grande expedición militar desde la Segunda Guerra Mundial ;
« la guerra quirúrgica », destinada a aliviar a las culpables conciencias occidentales
ante el diluvio de fuego que caía sobre la población iraquí ; « ejército aliado
», término repetido y machacado tratando de establecer una paralelo entre el segundo
conflicto mundial y la guerra norteamericana contra Iraq ; « Saddam, el nuevo Hitler
», manida pero siempre útil comparación.
Luego se estableció una
analogía entre la guerra contra Iraq y el empleo de
expresiones tales como : «
Sudetes, Dantzig, München, día J, gas alemán, liberación, resistencia, etc. ».
Se utilizaron expresiones empleadas durante la Segunda Guerra, ya que el «
mundo libre » se encontraba una vez más ante un nuevo Hitler.
Aún cuando la censura
sobre la información impuesta por el ejército estadounidense
haya sido una realidad, lo
que sorprendió fue la docilidad y el servilismo de los medios de comunicación
de gran parte del mundo, de los políticos e intelectuales, quienes retomaban el
discurso militar, defendiendo a brazo partido la cruzada contra el Mal que encabezaban
los EEUU.
El odio y la « pasión
combativa » destinada a alentar a las tropas, fue para algunos en Francia, dice
Serge Halimi en un ensayo que ha provocado escozor, « una buena
ocasión para que los
vencidos de Argelia, tomaran su revancha -en los medios de
comunicación- sobre los
árabes ». Y si bien es cierto, hubo periodistas que no se
prestaron para jugar el
papel de rabiosos belicistas, la mayoría siguió con docilidad las consignas
dadas por el ejército de EEUU.
Entonces se desencadenó la
histeria antiárabe exaltándose una profunda fibra
patriótica...al servicio
de los intereses de EEUU.
Se pudo escuchar y leer
que el bombardeo que realizaban los coaligados en
Mesopotamia -una de las
cunas de la humanidad- era una guerra « del mundo civilizado contra los árabes
» y las vedettes de la TV, transformándose en improvisados estrategas y
expertos militares, afirmaban que las grandes decisiones de esta guerra se tomaban
en...París : «Una simple presión del dedo sobre el telemando hacía desvanecerse
todas las gesticulaciones destinadas a hacer creer que Francia ‘mantenía su
rango’,en una guerra en la cual nunca hizo otra cosa que el papel de segundona
». (18)
La guerra del Golfo le
sirvió al Pentágono para verificar la eficacia del control ejercido sobre las
imágenes y la información a escala planetaria. En efecto, desde la guerra de Vietnam,
donde la prensa cumplió un papel positivo denunciando las tropelías cometidas
por las tropas estadounidenses, los estados mayores comprendieron que no había
que dejar circular información e imágenes comprometedoras susceptibles de provocar
una reacción desfavorable de la opinión pública. Por eso la información fue puesta
bajo vigilancia. En Iraq, el ejército creó « pools », en los cuales los
periodistas se limitaban a recibir informaciones previamente filtradas que
luego difundían, lo que los transformaba objetivamente en cómplices de estos
embustes.
Durante esta gran
manipulación mundial de las conciencias, la cadena CNN obtuvo
puntos decisivos sobre sus
competidores. Fue ella quien transmitió los acontecimientos « en directo » y
los « majors » de la TV norteamericana así como los medios de comunicación del
mundo entero, debieron conectarse a la poderosa red de CNN.
Una visión unipolar de la
información permitió entonces transmitir la consigna deseada por el Pentágono :
el « mundo libre » se encontraba en guerra, en una cruzada contra el nuevo
Satán, Saddam Hussein. Los disidentes, o aquellos que tímidamente avanzaban la
idea de que las cosas eran en realidad un poco más complicadas, fueron acusados
de colaboradores. Sin embargo, una vez que la guerra terminó ( ? ha terminado realmente
?), en una encuesta realizada por Alain Woodrow (19), se decía que el 84 % de
los periodistas franceses estimaban haber sido manipulados.
Los que siempre habían
ensalzado las virtudes de la libertad de la prensa y de la libre circulación de
la información, se transformaron durante la guerra en celotes guardianes de una
información única y uniforme. Hay que reconocer que en este campo, el de la manipulación
de las conciencias, los norteamericanos, contando con la complacencia y el
apoyo de los partidarios del pensamiento único, obtuvieron una victoria tan importante
como aquella obtenida en el terreno militar.
Bush y el Pentágono
lograron controlar la información y sólo dijeron a la opinión pública lo que
querían que ésta supiera. Es verdad que una parte importante del público aceptó
de buena gana esta inoculación selectiva de la información y pocos políticos e intelectuales
resistieron a la manipulación.
Sin embargo, a pesar de
este black out , en los propios EEUU, en Washington, tuvo
lugar el 26 de enero de
1991, la más grande manifestación pacifista del invierno. La
cadena CBS le consagró
sólo 4 segundos.
Un representante de la
Cámara presentó una acusación constitucional contra Bush,
pero ninguna cadena de TV
quiso entrevistarlo. Jesse Jackson, el pastor negro, ex
candidato a la presidencia
que visitó Iraq entrevistándose varias horas con Saddam
Hussein y Tarek Aziz, no
fue solicitado por ninguna cadena de TV importante a su
regreso a EEUU.
La censura impuesta fue de
tal magnitud, que varios medios de comunicación que no pertenecían al establishment
presentaron querellas contra el gobierno norteamericano acusándolo de no
respetar los derechos constitucionales de los ciudadanos. Pero la guerra
terminó antes que las querellas fueran examinadas.
Y sólo fue el 18 de marzo
-algunas semanas después del fin de la guerra- que los
lectores del New York
Times se enteraron, gracias a una inserción pagada por
ciudadanos japoneses, que
gran parte de la opinión pública nipona había estado contra la guerra.
Las grandes
manifestaciones en España, donde la participación del gobierno socialista en la
Cruzada contra Satán encontró una fuerte oposición, no interesaron a los medios
de comunicación difusores del pensamiento único, sólo les interesaban los
ardientes cruzados.
Los miles de musulmanes
que desfilaban -en muchos países desafiando la represión
de sus propios gobiernos,
como en Egipto y Marruecos- tampoco retuvieron la atención de la prensa « libre
». Y de todas maneras, las masas humanas que protestaban por las calles de
Jordania eran palestinos, es decir, una especie de subhombres poco digna de interés.
Algunos periódicos en EEUU
trataron a pesar de todo, de romper el cerco asfixiante del discurso único
impuesto por el Pentágono. Crítico, el New Yorker habló de EEUU como de
una « nación que sufría un acceso prolongado de ‘escotomía’, de una reducción
del campo visual » (20). Lo que no impidió por supuesto a George Bush afirmar
pocas semanas después, que durante la guerra « la prensa había guardado los
oídos y los ojos abiertos ».
Esta gigantesca
manipulación de la opinión pública durante el conflicto del Golfo pudo alcanzar
su objetivo, esto es, legitimar la guerra, haciéndola aparecer a los ojos de
gran parte de la opinión pública como una guerra no solamente necesaria, sino
que además, justa.
Desde el comienzo de la
guerra del Golfo, Bush, líder de la coalición del « mundo
libre », jefe de orquesta
del pensamiento único, no cesó de propugnar el
establecimiento de un «
nuevo orden mundial » que el derrumbe de la URSS y los
países del Este desde
entonces permitían. Pero en realidad fue la hegemonía de EEUU la que se
instauró, como lo demuestra la actual agresión en curso contra Yugoslavia.
El
Tratado de Maastricht
Durante la década de los
años 90, las naciones europeas se pronunciaron por primera vez mediante el
sufragio universal directo, en favor o en contra de la construcción de la Unión
Europea. Desde 1951, cuando fue creada la CECA (Comunidad Europea del Carbón y
del Acero), los teóricos de una Europa unida, habían presentado la institución que
creaban, como un conjunto de medidas de carácter técnico tendientes a asegurar la
rebaja de sus respectivos aranceles en el marco de un mercado común, escamoteando
el objetivo político de arribar con los años, a la creación de una Europa federal,
presente detrás de la fraseología tecnocrática.
El 20 de septiembre de
1992 los franceses debían decidir con un «oui» o con un no, la aprobación
o rechazo del Tratado de Maastricht. Presentado como la panacea para solucionar
todos los males, el tratado debía ser ratificado en Francia por referéndum organizado
para esa ocasión. La campaña de prensa desencadenada por los furiosos partidarios
de la ratificación del tratado, permitió observar algunas derivas que ya se habían
detectado durante de la guerra del Golfo.
Un diluvio de anuncios
publicitarios fue lanzado en radios, TV y prensa escrita por parte del gran
sacerdote y publicista de Mitterrand, Jacques Séguéla. A esta campaña adhirieron
políticos de derecha, algunos supuestamente de izquierda, intelectuales reclutados
para la ocasión y por cierto, los consentidores representantes de la « prensa de
mercado ». Estos tres grupos como hemos dicho, constituyen lo esencial del dispositivo
difusor-propagandista del discurso dominante.
Ciertas ideas-fuerzas
fueron establecidas por los encargados de la comunicación, y la prensa difundió
majaderamente la idea que : 1°, Maastricht significaba más empleos, prosperidad
y una mejor protección social ; 2°, Maastricht implicaba la paz ( !SIC !) ; 3°,
Maastricht, significaba más democracia .
Los argumentos
pro-Maastricht fueron desarrollados en los raros debates organizados, por «
especialistas prestigiosos », representantes de una supuesta elite de la razón
y de la inteligencia, que estaban construyendo una nueva Europa. En el campo
contrario se situaba el bajo pueblo, que como se sabe, habla sólo con
sentimientos y sobre la base de emociones. A pesar de todo, de la gigantesca y
millonaria campaña propagandística llevada a cabo por socialistas, liberales,
demo-cristianos, derechistas, socialdemócratas, etc, más de la mitad de los electores,
de acuerdo a los resultados del referéndum, votaron contra la ratificación. Fue
un referéndum donde rápidamente, los apologistas del pensamiento único -gozando
de un verdadero don de ubicuidad comunicacional- trataron de presentar una
confrontación de ideas como un enfrentamiento entre la inteligencia y la
irracionalidad.
A esto se agregaba una
serie de dicotomías sabiamente expuestas por los partidarios de Maastricht.
Votar afirmativamente, significaba estar por la apertura, contra el repliegue en
sí mismo ; votar sí, era votar por el futuro, dejando atrás el pasado ; votar sí
era votar por el orden y la razón de la civilización, contra las veleidades de
la horda.
Maastricht debía
garantizar la baja de la tasa de interés, acelerar al crecimiento,
terminar con la
burocracia, hacer disminuir la cesantía y poner fin a la guerra en
Yugoslavia (escribo estas
líneas, hoy, 29 de marzo, cinco días después del inicio de los bombardeos de la
OTAN en Yugoslavia), todo ello en el marco de la transparencia y respeto de las
reglas de la UE (como se sabe, la Comisión Europea tuvo que renunciar en
febrero pasado, acusada de corrupción y nepotismo).
Jean Pierre Chévenement
(21) señala con justa razón, que la construcción europea ha sido hecha en las
sombras, por la vía de los hechos consumados. 35 años después del tratado de
Roma (1954), por primera vez tenía lugar -con ocasión del referéndum- un debate
público acerca de un asunto importante y que comprometía la vida de las futuras
generaciones.
Ahora bien, desde el inicio
de la campaña, los partidarios de Maastricht contaron con el 90 % de los
parlamentarios -socialistas y partidos de la derecha tradicional, salvo
algunas raras excepciones-
una amplia mayoría de industriales, financistas y
banqueros, además
evidentemente, con la crema de los intelectuales «de espíritu
abierto », a todos los
cuales se agregó con un entusiasmo desbordante, la mayoría
aplastante de los medios
de comunicación.
El dispositivo difusor del
pensamiento único se puso entonces en campaña, afirmando que el Sí a
Maastricht, implicaba la aceptación del principio de « una economía abierta donde
la competencia es libre ».
La prensa francesa en su
gran mayoría (TF1, France 2, FR3, RTL,RMC,Le Monde,
France
Soir, Le Figaro, Le Nouvel Observateur, Libération, L’Express, Le point, etc,.)
apoyó el discurso de los
iluminados tecnócratas en nombre del bien común europeo.
La campaña del terror
contra los partidarios del « no » a Maastricht, adquirió entonces
un cariz de Apocalipsis :
« El triunfo del no en el referéndum sería para Francia y
Europa, la mayor
catástrofe ocurrida desde el desastre engendrado por la llegada de
Hitler al poder »,
escribía con todo desparpajo el director de Le Monde. El ex primer
ministro de Mitterrand,
Michel Rocard afirmaba sin pestañear : « Si el proceso de
construcción europea se
detiene, si la ratificación fracasa, la explosión en vuelo de la
nave Europa tendrá
consecuencias incalculables, tal vez terribles ».
Los socialista y los
políticos de derecha hicieron juntos campaña por el « sí » : Elisabeth
Guigou (PS, actual
ministro de justicia de Jospin) con el ex presidente Giscard
d’Estaing. El ministro de
economía socialista Pierre Beregovoy con Francis Leotard,
(derechista, atlantista,
ministro de defensa). Los partidarios del « Sí » se apoderaron de las cámaras y
micrófonos monopolizando la palabra. Los epítetos proferidos contra sus adversarios
dejan traslucir el dudoso espíritu de clarificación que animaba a los europeístas,
quienes, temiendo un aumento irresistible de los partidarios del « No », no trepidaron
en calificarlos de « europeicidas », « hocicones », « banda de demoledores » y
« sepultureros de la esperanza ».
A los debates fueron invitados con mucho más
regularidad los partidarios del « Sí ». Un debate en la radio France
Inter, opuso a Brice Lalande, ecologista, partidario del «Sí », a Antoine
Waechter, ecologista y también partidario...del « Sí »...En la radio Europa 1, la
confrontación democrática de ideas se redujo durante toda la campaña a los comentarios
de los periodistas Serge July y Alain Duhamel, los dos...fervientes
partidarios de Maastricht.
Pero el colmo fue cuando
el presidente François Mitterrand se « confrontó » durante
tres horas con tres
periodistas...partidarios del « Sí », en el marco del más puro espíritu democrático.
La propaganda fue tan
descarada por parte de los difusores del pensamiento único,
quienes contaron con el
apoyo mayoritario e irrestricto del establishment, que hasta el Consejo
Superior del Audiovisual (instancia que normalmente debe reglamentar y
supervisar la publicidad y
las intervenciones políticas en la radio y la TV) debió
constatar que los
partidarios del « SI » habían dispuesto de 46 % más de tiempo que
los partidarios del « NO »
en la cadena TF1 (privatizada) ; de 53 % más en France 2
(estatal) y ...de ! 191 %
por sobre sus adversarios en la cadena France 3 ! (estatal).
Durante la campaña, la
propaganda de los partidarios de Maastricht quiso hacer creer a la opinión
pública francesa que los dirigentes de los grandes países industrializados temían
una victoria del « Sí . Los publicistas querían imponer la idea que una Europa unida
le causaba miedo, particularmente en EEUU y Japón.
Ahora bien, no sólo una
gran mayoría de japoneses parecían preferir el « Sí », sino que también en EEUU
el New York Times y Clinton, manifestaron su beneplácito por la ratificación
del tratado. Lo que no fue óbice para que sin temor al ridículo el semanario Le
Nouvel Observateur, titulara en primera página : « Estados Unidos y Japón :
? Por qué Maastricht les da miedo ? ».
Por su parte el ministro
de economía de Mitterrand, Pierre Beregovoy creyó de buen
tono afirmar que si el «
NO » ganaba « Francia ya no podría resistir al presidente
Bush.. ». En realidad
George Bush era partidario del tratado de Maastricht...
A pesar de los gigantescos
medios empleados y frente a la sorpresa provocada por el « No » mayoritario
expresado en las urnas por los daneses -que podía presagiar
también en Francia una
victoria similar-, los más virulentos europeístas perdieron la
compostura. Michel Rocard,
ex primer ministro socialista afirmó descaradamente :
« Lo que no estaba
previsto es que los pueblos pudieran rehusar aquello que le proponen sus
gobiernos » ( ! SIC !). Y el intrépido Bernard Kouchner -ministro de salud del
actual gobierno de Jospin-, quien desde que se trata de atravesar el Rubicón
del ridículo no se hace de rogar, quiso convencer al electorado galo
profetizando que : « Con Maastricht, reiremos mucho más » .
Fue en medio de ese
delirio, que el mundano nuevo filósofo/periodista/comentarista/director de
cine/europeísta/sionista, Bernard Henry
Levy, predijo que la
victoria del « NO », significaría un « aliento al nacionalismo » y que nuevas
guerras estallarían inevitablemente en los Balcanes.
Las palmas de la estupidez
las obtuvo sin lugar a dudas, el europeísta ecologista (ex
miterrandista, ex
filosocialista, ex ecologista « apolítico », ex candidato presidencial,
actual partidario de
Chirac) Brice Lalonde, quien en un rapto de entusiasmo lírico fue
hasta a elogiar las
supuestas virtudes literarias del tratado : « El Tratado de Maastricht es un
hermoso texto. Es un tratado bueno y bello...El preámbulo es magnífico. Además es
muy simple y muy claro, muy claro...Se parece a un programa juvenil ! Es demente
! ».
Siete años después de este
edificante debate democrático, se puede constatar que la llamada « Europa
social » no es más que un deseo piadoso, que el mercado único
europeo se ha disuelto en
el mercado mundial y Chirac reintegrando a Francia en la
OTAN, ha puesto a Francia
-aparte de la hegemonía económica y monetaria
norteamericana ya
existente- bajo la tutela de EEUU.
La agresión desencadenada
contra Yugoslavia bajo la batuta estadounidense, el control indiscutible que
éstos ejercen sobre la OTAN y los gobiernos europeos, la « sumisión voluntaria
» de los países europeos ante el amo del mundo, parecieran dar razón a los «
retrógrados », a los vilipendiados « sepultureros de Francia y de la esperanza
», quienes se opusieron con ocasión del referéndum de Maastricht, al
mundialismo invasor.
La
agresión contra Yugoslavia.
La agresión contra
Yugoslavia es un nuevo ejemplo de la utilización en los conflictos
bélicos del arma de la
información, la « persuasión de masa », arma empleada además de la abundante
panoplia de sofisticados armamentos tradicionales.
La información es
considerada , utilizada y tratada también como un arma destinada a la
propaganda, a la manipulación de la opinión pública y de las conciencias, a la
desinformación del
adversario, a la guerra psicológica e intoxicación.
La agresión de la OTAN fue
precedida por una virulenta campaña de prensa en las
capitales europeas y en
EEUU. Se trataba de persuadir a la opinión pública -en realidad la única
opinión « que cuenta », es decir la población de EEUU y Europa- que Slobodan Milosevic
era el nuevo Hitler de este fin de siglo y la RFY, un peligro prácticamente comparable
a la Alemania de fines de los años treinta.
Era necesario crear las
condiciones para que la guerra fuera apoyada por la opinión
pública de esos países,
escondiendo el hecho de que en realidad, la guerra
desencadenada contra este
pequeño país de 10 millones de habitantes, violaba la Carta de las Naciones
Unidas -haciendo a un lado al Secretario General de ésta y al Consejo de Seguridad-
y pisoteando asimismo sus estatutos y aquellos de la organización atlántica.(22).
El dispositivo
propagandístico controlado directamente por la OTAN desde Bruselas,
había presentado a
Yugoslavia mucho antes del desencadenamiento de los
bombardeos, como un paria
de la « comunidad internacional »(23). El pretexto
esgrimido para atacar a
Yugoslavia, fue oficialmente que Belgrado se había negado a firmar los acuerdos
presentados por la OTAN en Rambouillet. La propaganda occidental dijo entonces
que la terquedad de los serbios y de su presidente, había impedido un acuerdo
que contaba con el aval de la « comunidad internacional ».
Yugoslavia, sometida a la
presión de EEUU y de la OTAN, había aceptado firmar la
parte política de este
documento, comprometiéndose así a reinstaurar una autonomía substancial en
Kosovo, admitiendo un sistema de verificación internacional en su territorio.
Pero la guerra contra los serbios ya había sido decidida por los dirigentes norteamericanos.
Había entonces que
convencer a la opinión pública de los países que participarían en la agresión,
que se trataba de una « causa sagrada ». Para ello se echó mano a la propaganda
de guerra, puesto que los occidentales no estaban preparados para
afrontar un conflicto en
territorio europeo, contra europeos. De allí la duda que se
propagó al comienzo en
diferentes capitales del Viejo continente de acuerdo a las
primeras encuestas de
opinión. Parte de la población, así como algunos dirigentes
políticos, intelectuales y
uno que otro periodista, se interrogaban acerca de lo bien
fundado de los bombardeos.
El vocabulario empleado
reflejaba esta hesitación : ? cómo calificar a Milosevic y lo que sus tropas
estaban realizando en Kosovo ? Algunos hablaron de genocidio, otros, más ponderados,
de crímenes contra la humanidad. Por su parte, durante los primeros días del
bombardeo, el portavoz de la OTAN Jamie Shea, se esforzó en diabolizar a Milosevic,
algunos años antes, interlocutor aceptable para los occidentales.
La línea seguida al
respecto por la OTAN y los EEUU fue la misma que aquella utilizada durante la
Guerra del Golfo. Se impuso el control absoluto sobre la información y nada esencial
fue transmitido a la prensa, antes de pasar por un estricto filtro militar.
Aquellos que emitían tímidas dudas acerca de la validez de la estrategia
llevada a cabo, fueron sistemáticamente acusados de servir los intereses de los
serbios. En Gran Bretaña, un periodista de la BBC, John Simpson, fue
violentamente atacado y denostado por el propio ministro de defensa británico.
En Francia, se procedió al
« linchamiento » de Régis Debray, quien simplemente había planteado sus
inquietudes ante una información percibida como parcial y unilateral. Los gobiernos
y los intelectuales orgánicos del sistema, es decir, los difusores del pensamiento
único, estimaron que el artículo de Debray abría una brecha en una especie de
consenso frágil y difícilmente logrado. Debray en realidad no probaba nada, simplemente
interpelaba la buena conciencia de los occidentales, introduciendo una cuña en
sus supuestas e irrefutables certezas.
Pero el pensamiento único
no puede admitir una opinión divergente. Interrogarse,
cuestionarse, plantear
públicamente sus dudas ante algo que el consenso mayoritario ha impuesto y cuya
transgresión aparece como un tabú, es herético. Haber dicho que Milosevic no
era un dictador sanguinario, sino más bien un populista post comunista, producto
de una evolución histórica cuyo reverso lo constituiría Yeltsin, fue percibido
por la Inquisición moderna como algo abominable y sulfuroso.
Cosa rara, la guerra en
Chechenia llevada a cabo por Yeltsin entre 1994 y 1996, no
conmovió en demasía a la
prensa, a los intelectuales y a los gobiernos europeos, en
cambio Yugoslavia, más
cercana, más pobre y más vulnerable, fue castigada y su
soberanía nacional
pisoteada, porque este principio -el respeto de la soberanía de los estados- ha
caído en desuso.
El pensamiento dominante
no podía aceptar además que se cuestionara la versión
oficial « otanizada » que
se dio como causa de la catástrofe humanitaria
desencadenada desde los
primeros bombardeos. Había que insistir en que el éxodo,
expulsión o deportación de
centenares de miles de albaneses de Kosovo, había sido
fríamente planificada por
el mefistofélico Milosevic. Pero hasta prueba de lo contrario, fueron los
bombardeos intensivos y « quirúrgicos » realizados por la OTAN, los que provocaron
tal catástrofe.
El « efecto de masa » de
esta verdadera guerra de la información tuvo entonces el
objetivo de influenciar a
la opinión pública o a sectores de ésta, considerados como un « blanco »
predilecto. Para ello se exacerbaron su emotividad y sus instintos más
elementales. Utilizando el
poder fascinante de la imagen, la OTAN apostó a sabiendas por la emoción en
detrimento de un análisis racional, que inevitablemente necesita un cierto
desarrollo y reflexión, una sedimentación y una concatenación de hechos históricos
interpretables y explicables, procedimiento analítico « poco comunicacional », que
no permite la sintética información televisual.
En ese sentido, la
ausencia en la mayoría de los medias occidentales de informaciones equilibradas
sobre lo que había ocurrido en Kosovo desde hacía diez años, esto es, el análisis
ponderado de una realidad compleja, de una guerra civil que oponía al gobierno central
de Belgrado a una guerrilla -el UCK-, condujo a vastos sectores de la opinión pública
europea y estadounidense (en realidad la única opinión pública que interesa a los
dirigentes de los países más poderosos) a « descubrir » que un pequeño pueblo -
compuesto únicamente por mujeres, niños y ancianos según las imágenes que se difundían-
era víctima de un intento de genocidio o exterminación.
La TV había ya hecho
irrupción en la intimidad de millones de hogares, mostrando
imágenes atroces : miles
de albaneses de Kosovo, mujeres, niños y ancianos
atiborrados en trenes y
buses camino al destierro. La opinión pública se sintió
conmovida por estas
imágenes, que además, desprovistas de un comentario imparcial, se inscribían
objetivamente -incluso fuera de la voluntad de algunos pocos periodistas que
bregaban por introducir un poco de racionalidad en el discurso belicista
mayoritarioen la línea comunicacional previamente decidida por el mando militar
de la organización atlántica.
Los « bombardeos » (la
jerga de la OTAN trató de imponer esta expresión en lugar de hablar
derechamente de guerra) comenzaron entonces a gozar de cierta anuencia entre la
población de los países occidentales. Y ello, en virtud de un argumento
fundador y traumatizante : la comparación con la Segunda Guerra Mundial y el
síndrome de München, la colaboración con los nazis y la complicidad activa de
muchos europeos con el proceso de deportación y exterminación de los judíos en
esa época.
El pensamiento único y
dominante, estableció así una analogía y silogismo
aparentemente evidente :
los serbios aplican a los kosovares, lo que los alemanes
hicieron a los judíos, por
lo tanto, hay que combatir a los serbios como los aliados
combatieron a los
alemanes.
El problema es que este
esquema no puede funcionar si se lo somete a un análisis
racional, histórico, es decir, no televisual. Y esa no
era por cierto, la intención primera del alto mando norteamericano que,
integrando la información como un arma más en la impresionante panoplia de
armamentos con la que ya disponía, no tenía ningún interés en clarificar que en
los años cuarenta, Alemania era un estado económica, política y militarmente
poderoso, en circunstancias que hoy Yugoslavia es un pequeño y pobre país
aislado, que se enfrentó a una coalición compuesta por los países más poderosos
del planeta, estando absolutamente seguros éstos últimos de vencer en el campo militar,
resarciéndose por otra parte de los gastos que las destrucciones provocados por
los bombardeos causarían.
Desde el 24 de marzo,
durante las primeras semanas del conflicto, en los reportajes
relativos a la guerra se
podía detectar una jerarquía preestablecida : la llegada por miles de los
refugiados ; los bombardeos de la OTAN ; las reacciones de la opinión pública que
interesaba, es decir los dirigentes políticos de algunos países involucrados en
la guerra ; y los comentarios de los intelectuales de esos mismos países que la
apoyaban.
Todo ello difundido por el
aparato propagandístico de la OTAN, que retransmitían los
órganos de prensa del «
mundo libre », mayoritariamente favorables a la expedición
punitiva contra
Yugoslavia, quienes manifestaban a su vez una evidente compasión por el
martirio de los kosovares, que muchos de ellos acababan de descubrir. Son estas
últimas imágenes, aquellas de los miles de refugiados, las que obtuvieron el
más alto índice en el rating.
La guerra, que había sido
presentada casi como un desfile militar de corta duración se alargaba, mientras
que los bombardeos « quirúrgicos » y los « errores » de la OTAN hacían estragos
en la población civil yugoslava y kosovar. Alrededor de la primera semana de
mayo, luego de un mes y medio de guerra, el tratamiento de la información tendió
a agotarse, el bombardeo de la TV serbia y sobre todo, aquel de la embajada de China,
modificó el tono de la información. La estrategia de la OTAN comenzó a ser cuestionada
(desde el primer « error », el 14 de abril) y de más en más criticada. (24)
Las noticias relativas a
la guerras se iniciaban con la letanía acostumbrada :
« trigésimo octavo día de
guerra, nuevo error de la OTAN... ». Al mismo tiempo las divergencias entre los
aliados tendían a aparecer públicamente. Pero pronto, desde la primera semana
de junio, cuando de improviso se anunció la aprobación por parte de Milosevic y
del Parlamento serbio del plan del G 8, las capitales europeas pudieron dar un
gran suspiro de alivio, puesto que las escasas encuestas de opinión existentes
-pródigas sin embargo durante las primeras semanas de bombardeos- revelaban que
el espíritu guerrero de la población de los países coaligados se estaba
derrumbando y la cobertura « mediática » sobre Kosovo, experimentaba un « bajón
» sin precedentes.
La guerra efectuada a
nivel de la información utilizó entonces un sinnúmero de
novedosas e ingeniosas
técnicas. La primera de ellas fue tratar de responder a lo que el público o la
opinión pública esperaba.
En EEUU, cuando los
especialistas publicitarios quieren vender un producto bien
definido, por ejemplo un
automóvil , la elección del presidente, operan de la misma
manera. El lenguaje
empleado es simple, se utiliza un vocabulario limitado, una especie de lengua
de « base », haciendo acopio de lugares comunes a la moda, echando mano a las
prohibiciones y tabúes del momento, repitiendo machaconamente sin tratar de demostrar
nada, como si la repetición constituyese prueba de veracidad.
El lenguaje visual
utilizado por la OTAN -inseparable de los efectos sonorospresentaba imágenes
destinadas a provocar emoción en el telespectador, pero no estaba concebido
para incitar o inducir al análisis, a la reflexión, que necesitan una visión
histórica, explicativa y distanciada.
El discurso de la OTAN,
retomado por la casi totalidad de los medios de comunicación del planeta,
tendió así a conmover, a traumatizar al telespectador para luego, mediante un
juego de prestidigitación televisual, ceder el paso a la fantasía y a las
imágenes de sueños destinadas a relajarlo, aliviar su conciencia (de allí la
campaña de solidaridad con los refugiados kosovares, a la que se han plegado
centenares de personas y firmas comerciales, ONG, etc, sabedoras de que se
trata de una publicidad gratuita, ganadora y que además, goza de un amplio
consenso), dándole la ilusión de haber participado en la toma de decisiones de
una causa sagrada.
Estos grandes momentos de
satisfacción de los occidentales por el «deber cumplido», estuvieron
impregnados de emotividad y buenos sentimientos. Es lo que la OTAN difundió por
vía de la TV, puesto que el soberano Bien de la TV es la emoción y no la reflexión.
En la cobertura de la
guerra, la OTAN empleó una serie de procedimientos que no son nuevos y que han
sido utilizados desde hace muchos años, desde que Sun Ze codificó en su « Arte
de la guerra », hace más de 2 000 años la idea de que aparte de las operaciones
militares propiamente tales, un buen estratega debía estar en condiciones de
poder golpear al enemigo por vía de noticias o mensajes falsos. Más tarde, Napoleón
diría con justa razón que cuatro gacetas hostiles causaban más daño que 100 000
soldados en campaña.
Las noticias e
informaciones difundidas por la OTAN fueron consideradas como
pruebas irrefutables.
Incluso cuando en una información se sugería algo sin
demostrarlo, se presentaba
como prueba cuya confirmación tendría lugar a posteriori, por ejemplo,
el éxodo o expulsión de los kosovares por parte de las autoridades yugoslavas.
Silenciando el hecho evidente de que una gran parte de los kosovares, huían
simplemente de los bombardeos de la OTAN y/o de los lugares de combate entre las
tropas serbias y el UCK.
La repetición como hemos
dicho, también fue utilizada. Por otra parte, el comentario
seleccionaba, ocultaba o
mezclaba en un mismo plano, lo esencial con lo accesorio,
como una especie de espejo
deformante, puesto que lo que se quería entregar no era una relación exacta e
imparcial de los hechos, ni se trataba de ayudar a comprender, ni mucho menos a
reflexionar, sino que respondía a imperativos de guerra previamente establecidos.
Como durante la guerra del
Golfo, la OTAN logró su objetivo. Una buena parte de la
opinión pública occidental
adhirió al discurso dominante, apoyando la guerra. La OTAN obtuvo -en algunos
países- un efecto mayoritario : el telespectador tuvo la impresión de formar
parte de esa vasta mayoría de cuerdos y honestos ciudadanos que defendían una «
causa sagrada ».
La guerra contra
Yugoslavia demostró por otro lado, que nunca ha sido más peligroso que hoy en
día ser un país pequeño y débil. Los estados que ejercen una dominación sin
contrapeso, tratarán a corto o mediano plazo de utilizar el manido y
publicitado « derecho de injerencia », con el cual ocultan la verdadera
finalidad de sus intenciones.
Desde luego que resulta
imperioso declarar que no es posible aceptar que un estado
moderno pueda fundarse
sobre la base de criterios étnico-religiosos. Pero en la
realidad, las potencias
mundiales aplican un doble rasero al respecto. El delito que se castigó en
Yugoslavia, es permitido en Israel, en Turquía o en Croacia. Para tener cierta credibilidad
en esta materia habría que aplicar esta regla uniformemente.
Hay que constatar que una
de las pocas construcciones racionales en la región, fue la Yugoslavia de Tito,
construida sobre la base del espíritu de resistencia antinazi y la disciplina
comunista. Los que iniciaron su descuartizamiento en 1990, también dieron el vamos
en realidad a la « depuración étnica ». Los que cubrieron ese crimen son los obsecuentes
servidores del pensamiento único, es decir, los « intelectuales, políticos y periodistas
de mercado ». Son ellos quienes ayudaron desde el inicio del conflicto - sirviendo
cotidianamente una ración televisual de desgracia kosovar- a mantener la cohesión
de los civiles detrás de las tropas. Intelectuales, políticos y periodistas trastocaron
durante esta guerra las palabras y los vocablos, tratando de construir con la omnipresencia
de las imágenes una situación inexacta y voluntariamente deformadora de la
realidad.
¿Quién puede creer aún a
estas alturas que el objetivo de la guerra haya sido el respeto de la justicia
y la salvaguardia de los derechos humanos ? ? Respeto garantizado por el ejército
norteamericano, pilar irreemplazable de los derechos de los pueblos ?
Tratar de hacer creer al
mundo entero que el bombardeo de las ciudades, puentes,
carreteras, fábricas y
escuelas de un país es una operación « moral », indica lo que
quiere decir para los
difusores del pensamiento único la « moralidad » : un gran
embuste imperial dirigido
a conciencias domesticadas y serviles.
La invención verbal que constituye
el « derecho de injerencia », quiere decir en los
hechos que desde ahora se
ha legitimado el supuesto derecho que tendrían los países poderosos para
castigar a los recalcitrantes.
Es por eso que ninguna
lógica « victimaria » nos hará consentir ni aceptar una nueva
Santa Alianza contra el
dictador de turno diabolizado. Lo sabemos, la época en que
vivimos es eminentemente
contrarrevolucionaria. Ello no es una razón suficiente para venderle nuestra
pluma y nuestro pensamiento.
Javier Peña Torres.
Notas.
1. «
Médiamensonges », bajo la dirección de Gerard de Selys, EDO Dossier,
Bruselas, 1990, página 19.
2. « L’Etat
des Médias », bajo la dirección de Jean Michel Charon, Elio Comarin, La
Découverte, Médiapouvoirs,
CFPJ, París, 1991, página 269.
3. « L’Etat
des Médias », op. cit., página 285.
4. Martin A.
Lee, Le monde Diplomatique, mayo de 1991.
5. Ignacio
Ramonet, « L’ére du soupçon », Le Monde Diplomatique, mayo 1991.
6. Ignacio
Ramonet, « La pensée unique », Le Monde Diplomatique, enero de 1995.
7. Ignacio
Ramonet, op. cit.
8. Ignacio
Ramonet, ídem.
8a. Serge Halimi, « Les
nouveaux chiens de garde ».
9. « Mediamensonges », op.
cit., página 58.
10. Le Monde du 14 de
febrero de 1990. Seis meses después, el 11 de junio de 1990, Libération
entregaba las cifras oficiales : 1033 muertos.
11. « Mediamensonges »,
Michel Mommerency, página 83.
12. « Mediamensonges »,
Gerard de Selys (página 62), indica la cifra de 4 000
según el gobierno panameño
instalado por EEUU.
13. Eduardo Galeano, « El
niño perdido en la intemperie ».
14. Noam
Chomsky, « Les dessous de la politique de l’Oncle Sam »,
ecosocieté/EPO/Le temps
des Cerises, Quebec, 1996, página 58.
15. Eduardo Galeano, «
Notas para un cuadro de la estructura de la impotencia ».
16. Thomas Custen, en «
Mediamensonges », op. cit., página 43. Idem, página 46.
18. Serge Halimi, « Les
nouveaux chiens de garde », página 24.
19. Alain Woodrow,
Information et Manipulation, editorial Du Félin, París, 1991,
página 13.
20. Herbert Sciller, «
Manipuler et controler », Le Monde Diplomatique, mayo de
1991.
21. Las citas de este
capítulo han sido tomadas de « Le Bêtissier de Maastricht »,
editorial Arlea, París,
1997, presentado por J.P. Chevenement.
22. « Los objetivos de las
Naciones Unidas son los siguientes : 1. Mantener la paz y
la seguridad
internacional...llevar a cabo por medios pacíficos, conformes a los
principios de justicia y
del derecho internacional, la solución de diferendos o de
situaciones de carácter
internacional, susceptibles de constituir una amenaza para
la paz...(Art. 1,1) ; « La
ONU y sus Miembros deben actuar para cumplir los
objetivos enunciados en el
Artículo 1, de conformidad con los principios
siguientes : ...Los
Miembros de la Organización solucionan sus diferendos
internacionales por medios
pacíficos, de manera tal que la paz y la seguridad
internacional, así como la justicia, no sean
amenazadas... (Art. 2.3.) ; « Los
Miembros de la
Organización, se abstendrán en sus relaciones internacionales, de
recourrir a la amenaza o
al empleo de la fuerza, sea contra la integridad territorial
o la independencia
política de todo Estado, sea de cualquier otra manera
incompatible con los
objetivos de las Naciones Unidas. (Art. 2.4). « Ninguna
disposición de la presente
Carta autoriza a las Naciones Unidas a intervenir en los
asuntos que son de la
competencia nacional de un Estado.. » (Art2.7). Charte des
Nations Unies (versión
francesa, Imprenta Bosc frères, Lyon, 1982).
En el tratado constitutivo
de la OTAN sus tres primeros capítulos -de los 14 con
que consta- fijan los
objetivos y los principios que guían las relaciones entre las
partes. El artículo 3,
llama la atención de los países signatarios acerca de la
necesidad de mantener su
capacidad de resistencia contra una agresión armada.
Pero el artículo 5,
constituye el núcleo duro : « Un ataque armado contra uno o
varios de los Estados
firmantes, ocurrido en Europa o en América del Norte, será
considerado como un ataque
contra todas las Partes signatarias...y en
consecuencia, cada una de
ellas...prestará asistencia a la Parte o a las Partes así
atacadas, tomando
inmediatamente, individualmente y en acuerdo con los otros
países medidas, incluyendo
el empleo de la fuerza armada... ». (Rémi Hyppia,
L’OTAN, l’Harmattan,
Paris, 1997.)
Vemos que la propia carta
de la OTAN delimitaba la zona geográfica cubierta por
el Tratado (art. 6),
estipulando que sólo en caso de « un ataque armado » contra
uno de los países
miembros, el dispositivo militar podía ponerse en marcha.
23. La noción tan manida
de comunidad internacional, machacada majaderamente en el discurso
propagandístico de la OTAN, pretende escamotear el hecho
indiscutible de que la
agresión contra Yugoslavia, se llevaba a cabo violando las
normas que esa misma
comunidad internacional que se decía representar había
fijado y aceptado.
Atribuyéndose la representación de la humanidad, la OTAN
dejaba afuera nada menos
que a países como Rusia, China, India, quienes juntos,
sobrepasan los dos mil
millones de seres humanos.
24. Robert Fisk,
periodista inglés escribió bajo el título de « La discutible labor de los
periodistas en Kosovo »,
lo que pareciera ser una celada montada entre la OTAN
y los máximos ejecutivos
de la CNN, el día del bombardeo de la TV serbia.
Transcribo textual : « Dos
días antes de que la OTAN bombardease la sede de la
televisión serbia en
Belgrado, la CNN recibió el soplo, desde su cuartel general en
Atlanta, de que iban a
destruir el edificio. Les dijeron que sacaran sus equipos y
así lo hicieron. Al día
siguiente, el ministro serbio de la Información, Alexander
Vucic, recibió por fax una
invitación desde EEUU para aparecer en el programa de
Larry King (CNN). Querían
que estuviese en directo a las 2.30 a.m. del 23 de abril
y le pidieron que llegara
a la televisión serbia media hora antes con el fin de
maquillarse. Vucic se
retrasó, por suerte para él, ya que los mísiles de la Alianza
cayeron sobre el edificio
a las 2.06 a.m. El primero estalló en la sala de maquillaje,
donde un joven ayudante
serbio murió abrasado. CNN asegura que fue
coincidencia y afirma
Larry King, que pertenece a la división de programas, no
conocía las instrucciones
que los responsables de los informativos habían dado a
sus hombres de abandonar
el edificio de Belgrado ». (El País, 30 de junio de
1999)