Prólogo
La presente es una de las
exposiciones realizadas por el Profesor Elía en el seminario "El Islam: arte,
derecho, economía, filosofía, historia y teología. 15 siglos de civilización y
cultura", que tuvo lugar en Buenos Aires, en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Lomas de Zamora, del 23 de Octubre al 27 de Noviembre de
1.996.
Introducción
Cuando se habla de España y el Islam, se suele hacer referencia a un concepto con claro significado religioso y a otro con contenido muy directo, de carácter lingüístico. Se habla así, de España musulmana o de España árabe. Sin embargo, en términos populares, con significado antropológico físico en primer lugar, se habla de la España mora. La palabra castellana moro, viene, sin duda, del latín "maurus", y del griego "mávros", que significa "oscuro", "negro". Escritores latinos como Juvenal (60-140) y Lucano (39-65) mencionan a los mauros, también conocidos como númidas, que constituían en tiempos de lugurta (160-104) un pueblo caracterizado por su energía física y belicosidad. Recordemos a la famosa caballería númida empleada por los cartagineses en las guerras púnicas. La designación étnica en suma, es muy antigua y al principio no tuvo el carácter peyorativo, como lo adquirió después.
Parece claro que la palabra "morisco" se forma como
"berberisco", y es un diminutivo cariñoso que más tarde se empleó para
identificar a los hispano-musulmanes que permanecieron en la Península luego de
la caída de Granada. Otros sinónimos son moruno, morería, almoraima, etc. La
acepción de beréber, que es otra forma de llamar a los moros, está relacionada
con la denominación utilizada por griegos y romanos para designar a los pueblos
extranjeros: bárbaros. En la antigüedad clásica el norte de Africa era conocido
como Berbería o país de los beréberes. El país de los mauros o mauritanos se
conocía como Mauritania, que luego fue provincia romana y hoy es un estado
islámico.
Los musulmanes de los siglos VII, VIII y IX aplicaron el nombre
de Al Andalus a todas aquellas tierras que habían formado parte del reino
visigodo: la Península Ibérica, la Septimanía francesa y las Islas Baleares. En
un sentido más estricto, Al Andalus comprenderá la parte de aquellos territorios
administrados por el Islam. Conforme avanzaba la conquista cristiana, su
extensión se iba reduciendo progresivamente y a partir del siglo XIII designó
exclusivamente al reino nazarí de Granada. La prolongada resistencia musulmana
granadina contra las incursiones castellano-aragonesas permitirá que se fije el
nombre de Al Andalus y se perpetúe en el actual de Andalucía.
El islamólogo holandés Reinhart Dozy (1.820-1.883), autor de la
famosa obra "Historia de los musulmanes de España", impulsó la teoría que
fue apoyada por muchos historiadores modernos según la cual el nombre de Al
Andalus está relacionado con los Vándalos, suponiendo sin ningún fundamento que
la Bética pudo llamarse en alguna ocasión Vandalicia o Vandalucía.
Nosotros compartimos la opinión del eminente filólogo español
don Joaquín Vallvé, vertida en su trabajo erudito "La división territorial de
la España musulmana". Éste dice que la expresión árabe Yazirat al Andalus
(isla de Al Andalus) (1)
es una traducción pura y simple de "isla del Atlántico" o "Atlántida"
(2).
Los textos musulmanes que dan las primeras noticias de la isla de Al Andalus y
del mar de Al Andalus, se clarifican extraordinariamente si sustituimos dichas
expresiones por isla de los Atlantes o Atlántida y por mar Atlántico. Lo mismo
podernos decir del tema de Hércules y las Amazonas, cuya isla, según los
comentaristas musulmanes de estas leyendas grecolatinas estaba situada en el
Yauf al Andalus, lo cual cabe interpretar como "al norte o en el
interior del Mar Atlántico".
La entrada de los musulmanes en la Península
La cuestión de cómo y por qué entraron los musulmanes en la Península Ibérica estuvo sustentada durante muchos siglos por mitos, leyendas y relatos históricos sumamente parciales. Gracias a la labor encomiable e imparcial de estudiosos e investigadores españoles como don Américo Castro (1.885-1.972), Julián Ribera (1.858-1.934), Julio Caro Baroja (1914-1995), y Juan Goytisolo (nacido en 1.931), hemos podido reconstruir una historia que se creía perdida para siempre. Por ejemplo, Ribera ha descubierto gran cantidad de interesante información en la crónica de Ibn Al Qutiyya, un historiador hispano-musulmán descendiente de los príncipes visigodos, cuyo nombre significa descendiente de la Goda. El análisis de los toponimios está rindiendo poco a poco información útil, y recientemente se ha podido demostrar así con casi total certeza que muchos de los beréberes que llegaron a España con los árabes musulmanes eran aun cristianos y luego, más tarde, se islamizaron.
La historia de la España musulmana comienza en el año 711, a
finales de abril en que Tariq Ibn Ziad, a la cabeza de un ejército de siete mil
hombres en el que domina la etnia beréber de la que él forma parte (los árabes
eran menos de 300), cruza el estrecho que llevará a partir de entonces su
nombre, para desembarcar en la Península Ibérica. El contingente islamo-veréber
hizo la travesía a bordo de la flota del conde Don Julián, el antiguo gobernador
cristiano de Ceuta que se había puesto al servicio del gobernador musulmán de la
Ifriqiyah, Musa lbn Nusair, con sede en Qairauan (hoy Tunicia).
Ahora hay algo clave para contárabe: Por un lado, el conde Don
Julián era un cristiano unitario, es decir un monoteísta puro, que adhería a las
enseñanzas de los cristianos primitivos y de los llamados Padres y Doctores de
la Iglesia, como Orígenes (185-254), Clemente de Alejandría (m. 215), Tertuliano
(155-220) y Justino Mártir (100-165), y especialmente al obispo griego Arrio
(256-336), nacido en Libia, todos ellos defensores de un acendrado monoteísmo
que rechazaba la divinidad de Jesús. La doctrina de la Trinidad, recordemos, fue
instaurada en la Iglesia Católica recién a partir del Primer Concilio de Nicea,
en 325, y, produjo un gran cisma entre los cristianos de oriente, partidarios
del monoteísmo, y los obispos occidentales liderados por Osio (257-358) que a
través del llamado pacto constantiniano
monopolizaron desde entonces la orientación y el poder de la Iglesia. El
historiador español Ignacio Olagüe explica en su obra "La Revolución Islámica
en Occidente", que a partir de entonces "la doctrina trinitaria fue
impuesta a hierro y fuego" por todo el norte de Africa y la Península
Ibérica. Eso también explica la relativa facilidad con que los musulmanes
avanzaran por esas regiones, y la hospitalidad con que fueron recibidos,
particularmente la de los beréberes. Luego de consolidar su dominio en la
lfriqiyah (Tunicia) hacia el 670, en 701 alcanzaron el extremo occidental del
Magrib
(3)
y en 708 entraron en Tánger.
Respecto a Musa Ibn Nusair, el historiador musulmán almohade Ibn
al Kardabus, del siglo XII, nos dice que pertenecía a la escuela de pensamiento
shi'i. Su padre había sido Nusair al Bakri, nacido en 640, a quien el fundador
de la dinastía omeya, Mu'awyah Ibn Abu Sufián había conferido el mando de su
guardia, pero él se negó a combatir contra el cuarto califa, 'Ali Ibn Abu Talib
(600-661). Musa Ibn Nusair haría la alianza con el arriano conde Don Julián,
señor de Tánger y Ceuta. Así, en 710 envió a su lugarteniente Tarif con 500
hombres a ocupar el saliente sur de la Península donde la ciudad de Tarifa lleva
su nombre y a la cual impuso un pesado tributo, o sea "la tarifa", para castigar
los excesos de la gobernación visigoda contra los cristianos arrianos de la
región. Vale aquí puntualizar que la población mayoritaria de la Península
adhería a los principios unitarios y al arrianismo. Por el contrario, la corte y
el clero visigodo respondían a los dictados de Roma y al dogma trinitarlo. La
oligarquía visigoda con sede en Toledo explotaba y oprimía hasta los más crueles
extremos a sus súbditos arrianos. El profesor Olagüe en la obra ya citada, muy
recomendable ciertamente, brinda pormenorizados detalles de este asunto.
Volviendo a nuestro tema anterior del cruce de Taríq, éste al
frente de sus hombres desembarcó en las cercanías del famoso peñón al que se dio
su nombre: Yabal al Tariq, "Monte de Tariq", es decir, Gibraltárabe: El
19 de julio de ese mismo año, por las orillas del río Guadalete, logra una
victoria decisiva sobre el rey visigodo Don Rodrigo. Un mes más tarde, su
lugarteniente Mughit ar Rumi cerca la ciudad de Córdoba. Dice Haim Zafrani en su
obra "Los judíos del Occidente Musulmán": "Durante el asedio, los judíos se
encierran en sus hogares esperando impacientemente el desenlace. Contrariamente
a lo que sienten por los godos y su clero, no temen en absoluto la llegada de
los musulmanes en los que tienen puestas todas sus esperanzas, pues no olvidan
que los reyes visigodos los han oprimido despiadadamente. Sirviéndose de
estratagemas, los judíos -según narran los historiadores musulmanes y
cristianos- contribuyeron a facilitar la entrada del ejército islámico a la
ciudad, celebrando su victoria. Mughit los tomó a su servicio, confiándoles la
guardia de la ciudad. Lo mismo ocurrió en Toledo, y en Sevilla, donde Musa Ibn
Nusair dejó una guarnición judía para mantener el orden".
A partir de entonces, España entra en el seno de Dar al
Islam, (la Casa del Islam), y los cristianos arrianos y judíos se integran
armoniosamente en el estado musulmán que se va forjando. Así, los judíos
españoles, al convertirse en miembros de un dominio que se extiende desde el
Atlántico hasta la China, se reencuentran con sus hermanos de las demás
comunidades judías de Oriente y de Africa del Norte, reanudando sus lazos
socio-culturales y económicos. Por otra parte, los cristianos unitarios
españoles consolidan y reafirman su identidad monoteísta junto con sus hermanos
en la fe, musulmanes y judíos. Esta explicación de los orígenes de la España
musulmana, tal vez un tanto extensa para el reducido tiempo que tenemos, la
creemos necesaria para contrarrestar la historia oficial que sin fuentes ni
argumentos serios afirma que España fue conquistada a sangre y fuego por los
musulmanes.
Como hemos visto, la población nativa mayoritarianiente arriana
y la numerosa comunidad judía recibieron a los musulmanes como libertadores y
comulgaron con su fe, costumbres y tradiciones, que eran prácticamente las
mismas que ellos tenían. El pueblo iberoromano, no se puede hablar de pueblo
español en esa época, fue más bien cómplice que conquistado. Además, en menos de
una generación, los musulmanes bereberes y árabes se integraron completamente a
la población autóctona a través de múltiples matrimonios mixtos, ya que la
inmensa mayoría había llegado a España sin mujeres.
Como mejor prueba de lo que aseveramos, se puede decir que los
musulmanes pacificaron la Península en menos de dos años y establecieron un
estado islámico integrado por cristianos y judíos que llegó a durar casi ocho
siglos, hasta 1.492. Recordemos que los fenicios y cartagineses habían tratado
infructuosamente de sojuzgar a los béticos y celtíberos durante cuatro siglos, y
los romanos durante casi seis, provocando espantosas matanzas como aquella de la
heroica Numancia, la cual resistió durante 20 años su asedio y fue destruida por
las legiones de Escipión Emiliano (185-129 a.C.). Los musulmanes no destruyeron
nada de lo que había, sino que reconstruyeron las antiguas obras dejadas por los
romanos, como puentes y acueductos, erigiendo una "cultura del agua", y
construyeron monumentos maravillosos que han sobrevivido hasta nuestros días.
Hoy se puede afirmar que el 80% de los quince millones de turistas que llegan
anualmente a España tienen como meta principal visitar la Giralda -la
torre-campanario que fuera el minarete de la mezquita mayor de Sevilla-, la
Mezquita de Córdoba y el palacio-fortaleza de la Alhambra de Granada.
Tolerancia y convivencia
Pero más allá de las obras públicas y arquitectónicas, y los prodigios científicos y culturales de Al Andalus, lo que mejor caracteriza el legado hispano-musulmán es su espíritu de la tolerancia. Si hablamos de la tolerancia del Islam, no se trata de un tópico repetido con fines propagandísticos, sino de una experiencia y una realidad histórica irrefutable. En la llamada Edad de Oro del Islam, cuando el territorio musulmán se extendía de España hasta la China, entre los siglos VIII y XIV, convivían en su seno en un ambiente de libertad y mutuo respeto cristianos arrianos, nestorianos, monofisitas y coptos, judíos, budistas, zoroastrianos, maniquéos e hinduistas, cuyas creencias y tradiciciones eran garantizadas por el Islam por el estatuto de Ahl al Dhimma, es decir, la "Gente del Pacto". Esto es algo que el Islam puso en práctica hace más de 1.400 años y que Occidente a duras penas comenzó a llevarlo a cabo a mediados del siglo XX.
Y es precisamente uno de estos pactos, el firmado entre el godo
Teodomiro, gobernador de Orihuela, y 'Abdul 'Aziz, el hijo de Musa lbn Nusair,
el 5 de abril del año 713, el que conforma el documento más antiguo de la
historia andalusi (ver Apéndice). En virtud de este tratado Teodomiro quedó como
gobernador inamovible y Orihuela (la de Miguel Hernández) fue un estado autónomo
durante muchos años. Cuando los musulmanes llegaron a la Península, traían un
concepto absolutamente revolucionario basado en el Corán y la
Sunnah o Tradición del Profeta Muhammad, por el cual se trataba a los
seres humanos por igual, respetando sus derechos y propiedades. El pacto entre
'Abdul 'Aziz y Teodomiro prueba que hace 14 siglos el Islam no sólo respetaba
los derechos humanos, que Occidente recién descubrió hace menos de 300 años,
sino que tenía códigos y regulaciones que las propias Naciones Unidas no son
capaces de aplicar a las puertas del siglo XXI. Por eso, vale remarcar aquí que
ese concepto o idea sobre "el oscurantismo de la Edad Media" tan en boga en los
medios de comunicación y en la lectura de los escritores posmodernos, es algo
que compete a la historia de Occidente, pero no a la del Islam. Pongamos otro
ejemplo muy conocido. Después de afirmar su posición en la Península, los
musulmanes escalaron los Pirineos y entraron en Francia. En 732, entre Tours y
Poitiers, dos mil kilómetros al norte de Gibraltar, y a 450 kilómetros de
Londres y a menos de 200 de París, fue el punto más septentrional que alcanzaron
esos predicadores carismáticos. En 735 entraron en Arlés y en 737 llegaron a
Aviñón, el valle del Ródano y Lyon. Y aunque en 759 se vieron obligados a
retirarse del mediodía francés, sus cuarenta años de circulación por aquellas
tierras contribuyeron, en el Languedoc, a la insólita tolerancia de diversas
creencias, la pintoresca alegría y el amor romántico y caballeresco que desde
entonces caracterizó a los lugareños.
El esplendor del Califato de Córdoba
El califato de los Omeyas (661-750), con sede en Damasco, nunca dio a España el valor que tenía. Incluso cuando en 750 éste fue reemplazado por el califato de los Abbasíes (750-1100), con capital en Bagdad, el territorio era meramente conocido como "el distrito de Al Andalus", gobernado desde Qairauán. Los triunfantes abbasíes ordenaron la muerte de todos los príncipes omeyas. Abdur Rahman (731-788), nieto del califa Hisham Ibn 'Abdul Malik (691-743), fue el único omeya que consiguió escapárabe: Perseguido de aldea en aldea, cruzó a nado el ancho Eufrates, pasó a Palestina, Egipto, lfriqiyah, Marruecos y Al Andalus. Así, en 756 fue proclamado califa de Córdoba iniciando uno de los períodos más ilustres de la historia del Islam. Hacia 777, Al Andalus fue invadida por el ejército de Carlomagno (742-814), pero los francos fueron frenados en las puertas de Zaragoza por los soldados de 'Abdur Rahman y su retaguardia aniquilada por una alianza de vascos y musulmanes en Roncesvalles (778), donde cayó el paladín franco Roland o Roldán que dio lugar al cantar de gesta homónimo.
Los sucesores de 'Abdur Rahman I, como Hisham I (788-796), Al
Hakam II (796-822), 'Abdur Rahman II (822-852), Muhammad I (852-886), Al Mundhir
(886-888), 'Abdullah (888-912), 'Abdur Rahman III (912-961) y Al Hakain II al
Mustansir, propiciaron un enorme desarrollo de las ciencias y las artes que
sería la base de¡ llamado Renacimiento europeo. Los romanos habían construido en
Córdoba un templo a Jano; los cristianos lo sustituyeron por una catedral;
'Abdur Rahman I compró el terreno a los cristianos y edificó la famosa Mezquita
que con el tiempo sería la más grande de todo el Islam y que ha llegado casi
intacta hasta nuestros días. La mezquita original tenía diecinueve portales, con
arcos de herradura elegantemente esculpidos con pétrea decoración floral y
geométrica, los cuales conducían al Patio de las Abluciones, hoy Patio de los
Naranjos. En este rectángulo, pavimentado con baldosas de colores, había cuatro
fuentes, cada una tallada en un bloque de mármol tan grande que se habían
necesitado setenta bueyes para su transporte desde la cantera. La sala de
oración era un bosque de 1.290 colunmas, que dividían el interior en once naves
principales y veintiuna secundarias. De los capiteles de las columnas partía una
variedad de arcos, semicirculares, apuntados, de herradura, la mayoría con
dovelas alternadamente rojas y blancas. El techo de madera estaba tallado en
cartelas que ostentaban inscripciones, muchas de ellas coránicas. Colgaban de él
200 candelabros que sostenían 7.000 tazas de aceite perfumado que les llegaban
de depósitos constituidos por campanas cristianas invertidas, también
suspendidas del techo, El historiador musulmán argelino al Maqqari (1.591-1.632)
considera a la Mezquita de Córdoba "el más bello templo del Islam en el mundo".
Los historiadores musulmanes nos pintan las ciudades andalusíes
como colmenas de poetas, eruditos, juristas, médicos y científicos. Al Maqqari
llena sesenta páginas con sus nombres. Como cifras ilustrativas del apogeo de
Córdoba durante la época islámica se afirma que ésta llegó a tener casi un
millón de habitantes (hoy tiene menos de 300 mil), con 1.836 mezquitas, 800 de
las cuales estaban en el arrabal de Saqunda. El número de sus baños públicos era
de 700, el de sus fondas y hospederías era de 1.600 y había además 30.452
tiendas y comercios. Las escuelas públicas sumaban 25. El circuito amurallado de
la ciudad tenía una superficie de 2.690 Ha. Córdoba poseía un notable y
revolucionario sistema de albañales y aguas corrientes, a lo que se sumaba una
red de alumbrado público y un ingenioso método de irrigación de la vega
circundante a través de norias y acequias que extraían el agua del río
Guadalquivir (del árabe: uadi al kabir, "el río grande"). Debe
destacarse que en esa época, a mediados del siglo X, París y Londres eran aldeas
casi desconocidas, y la gran mayoría de las ciudades de la Europa no musulmana
se hallaban en las más absolutas condiciones de insalubridad y primitivismo.
Al Andalus llegó a contar con setenta bibliotecas públicas, ya
que casi todos allí sabían leer y escribir, mientras que en la Europa cristiana,
a menos que pertenecieran al clero, no sabían.
La biblioteca del califa cordobés al Hakam II llegó a contener
400.000 tomos, 44 de los cuales formaban el catálogo de los restantes. Y al
Hakam los había leído todos. Un manuscrito andalusí en papel de algodón que hoy
guarda la biblioteca del Escorial, del año 1.009, prueba que los musulmanes
fueron los primeros en sustituir el pergamino por el papel. Las bibliotecas de
la Europa no musulmana tenían menos de cien libros en esa época.
Había centenares de teólogos y gramáticos; los retóricos,
filólogos, lexicógrafos, antologistas, historiadores, biógrafos eran legión. Ibn
Hazm (994-1.064), el famoso autor de "El collar de la paloma", además de
servir como visir (ministro) a los últimos califas cordobeses, era teólogo,
exégeta del Corán e historiador de gran erudición. Su "Libro de las
religiones y sectas", donde se discute el judaísmo, mazdeísmo, cristianismo
y las principales escuelas de pensamiento del Islam, es uno de los primeros
ensayos del mundo sobre religiones comparadas.
A pesar de esta bonanza, el califato cordobés se vio involucrado
en una guerra civil que determinó su caída hacia 1.031. La España musulmana se
desintegró en veintitrés taifas o ciudades-estados, demasiado atareadas con sus
intrigas y luchas mezquinas para detener la gradual absorción de Al Andalus por
castellanos y aragoneses. Irónicamente, cada avance de los cristianos sobre Al
Andalus dejaba entrar una ola de literatura, ciencia, filosofía y arte islámico
en la cristiandad. Así la captura de Toledo en 1.085 hizo adelantar inmensamente
los conocimientos de los cristianos en astronomía y reveló la doctrina coránica
de la esfericidad de la tierra 400 años antes de Colón. Y aquí hay que destacar
el mecenazgo y la protección de este legado por Alfonso X el Sabio (véase,
Francisco Marquez Villanueva: "El legado alfonsí".
Madrid, 1.996).
El faro de Europa
Al Andalus contribuiría con más de mil traducciones de los clásicos griegos al árabe, luego llevadas al latín por eruditos cristianos visitantes de la España musulmana, como Gerberto de Aurillac (938-1.003), que luego fue el Papa Silvestre II; Adelardo de Bath (siglo XII), el viajero y filósofo inglés que tradujo del árabe los Elementos de Euclides; Miguel Escoto, el polímata de origen escocés, que llegó a Toledo en 1.217 y cuya primera traducción importante fue la "Esférica" de Abu Ishaq al Bitruji, el Alpetragius de los latinos, natural de Pedroche (cerca de Córdoba), que vivió en el siglo XII; y el eminente sabio y sacerdote inglés Roger Bacon (1.220-1.292), conocido como el Maestro Maravilloso (Doctor Mirabilis), quien hacia 1270 dijo: "La filosofía de Averroes -el filósofo y médico hispano musulmán Ibn Rushd (1.126-1.198)-, tiene actualmente el sufragio unánime de los doctos". Por éstas y otras afirmaciones en favor de la ciencia y la cultura del Islam, Bacon fue acusado de herejía por la Iglesia en 1278 y confinado de por vida.
Sobre otros grandes sabios andalusíes como Ibn Bayya (Avempace,
1.070-1.138), Ibn Tufail (1.110-1.185) e Ibn 'Arabi de Murcia (1.165-1.240),
recomendamos leer la obra de Miguel Cruz Hernández "Historia del pensamiento
islámico", reeditada este año por Alianza en 3 volúmenes (Vol. 2: "El
pensamiento de Al Andalus. Siglos IX-XIV").
La Europa cristiana recibió del Islam español alimentos y
recetas de cocina, bebidas, fármacos y medicamentos, armas, heráldica, temas y
gustos artísticos antes absolutamente desconocidos, artículos y técnicas
industriales y comerciales, costumbres y códigos marítimos y a menudo palabras
para estas cosas (el castellano tiene un 30% de términos derivados del árabe):
naranja, limón, azúcar, jarabe, sorbete, julepe, elixir, jarra, azul, arabesco,
sofá, muselina, bazar, caravana, tarifa, aduana, almacén, almirante, rambla,
etc, etc. El juego de ajedrez llegó a Europa procedente de la India por la vía
del Islam hispano, tomando las palabras persas en el camino; "Jaque mate" viene
del persa shah mat, "el rey ha muerto". Algunos de los principales
instrumentos utilizados más tarde en Occidente llevan en su nombre la prueba de
su origen: laúd, guitarra, tambor, adufe. La Europa cristiana no fue invadida
por alfanjes y cimitarras, sino por otros ignotos invasores como álgebra, cero,
cifra, azimut, alambique, zenit, almanaque y astrolabio.
Las dinastías bereberes: Almorávides y Almohades
La pérdida de Toledo y la consecuente arremetida del rey de León y Castilla, Alfonso VI contra Al Andalus, hizo reflexionar a los príncipes de las taifas y pedir ayuda a una nueva dinastía bereber surgida en el Magrib, los almorávides o morabitos, que eran unos soldados místicos oriundos del sur marroquí. Su líder, Yusuf Ibn Tashufin, hombre de gran valor, piedad y prudencia, cruzó su ejército a través del estrecho y con los refuerzos recibidos en Málaga, Granada y Sevilla venció a las fuerzas de Alfonso en la batalla de Zalaca (23 de octubre de 1.086), cerca de Badajoz. Allí comenzó el gran renacimiento de Al Andalus que continuó con los califas de la dinastía de los almohades (al muahhidun: defensores del tauhid o monoteísmo). Los almohades fueron constructores entusiastas. Primero construyeron para la defensa y rodearon a sus ciudades más importantes con poderosas murallas y torres, como la Torre del Oro, una de un grupo de doce que guardaban al Guadalquivir en Sevilla. Luego erigieron el Alcázar en 1.181. El mismo califa Abu Yaqub Yusuf que empezó el Alcázar construyó en 1.171 la mezquita mayor de Sevilla, luego destruida por los cristianos victoriosos quienes edificaron en su lugar primero una iglesia (1.248) y luego la catedral gótica (1.401) que ha llegado hasta nuestros días. El califa almohade, para celebrar su victoria sobre Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos (julio de 1.195), cerca de Ciudad Real, hizo erigir el magnífico alminar de la citada mezquita, torre que hoy conocemos por la Giralda (luego convertida en campanario de la catedral), y que fue terminada en 1.198. Su altura durante la época islámica era de 76 metros y el fulgor que despedían al sol las cuatro manzanas de bronce dorado de diámetro decreciente que coronaban el remate de la torre se podía divisar a 20 kilómetros de distancia y servía a los musulmanes de las comarcas aledañas como referencia para sus orientaciones hacia La Meca.
El reino nasrí o nazarí de Granada fue el único estado andalusí
que sobrevivió al avance cristiano en el siglo XIII, luego de la derrota
almohade en la batalla de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1.212). Su
fundador, Muhammad lbn Nasr al Ahmar ordenó en 1.239 la erección del edificio
más famoso de España: la Alhambra, esto es, "La Roja" (árabe: al Hamra'),
que luego se convertiría en la joya más hermosa del Islam en Europa y en una de
las siete maravillas del mando moderno.
La España almohade se había quebrado en taifas que fueron
conquistadas por los cristianos una a una: Córdoba en 1.236, Valencia en 1.238.
Sevilla en 1.248. Los hostigados musulmanes se retiraron a Granada, donde la
Sierra Nevada suministraba una defensa natural, y campos bien regados florecían
en olivares y naranjales. Una sucesión de prudentes gobernantes sostuvo a
Granada y sus dependencias: Jerez, Jaén, Almería y Málaga, contra repetidos
ataques cristianos; revivieron el comercio y la industria, floreció el arte y
las ciencias. El pequeño reino sobrevivió durante casi 260 años (1.232-1.492)
como el último baluarte europeo de una civilización por la que Al Andalus,
durante ocho siglos, fue un honor para la humanidad.
Mozárabes y Judíos
Son muy numerosos en un principio, los cristianos llamados mozárabes por sus compatriotas musulmanes -término que viene de musta'rab, es decir el "seudoárabe"-, puesto que en todo asemejaban a aquéllos, ya que hablaban, se vestían y vivían, en suma, de la misma manera; tan sólo eran distintos por la adscripción a otra religión. Más tarde, a partir del siglo X, muchos mozárabes se convierten al Islam, y son denominados muladíes (mual ladun), si son descendientes de matrimonios mixtos, y musalima, si se han convertido por propia convicción. Estos últimos serán cada día más, quedando los auténticos mozárabes como una minoría. El profundo respeto de la libertad religiosa contenido en la ley coránica permitió a los mozárabes gozar de una autonomía interna considerable. Administrativamente dependían de un "comes" de origen visigodo. La justicia se regía según leyes propias y los impuestos eran recaudados por un mozárabe, el "exceptor". Este espíritu de tolerancia hizo posible que mozárabes y judíos lograsen, sin demasiados obstáculos, cargos en la diplomacia, el ejército y el propio gobierno musulmán. En dos terrenos se manifiesta claramente la singularidad del estilo mozárabe: arquitectura e iluminación de manuscritos. Las características de las iglesias mozárabes, en las que se combinan elementos de la tradición visigótíca con influjos musulmanes, son los arcos de herradura, los capiteles de tipo corintio y elementos de decoración esculturada. La miniatura mozárabe, proyectada por el arte islámico, está considerada como una de las escuelas más originales de todas las que en esta especialidad produjo el arte medieval. Sobresalen ejemplares como los ilustrados del "Comentario del Apocalipsis" de Beato de Liébana (monje asturiano muerto en 798). Entre otros miniaturistas y calígrafos mozárabes, destacan Magius y Florencio.
Podemos juzgar de la atracción ejercida por el Islam en los
cristianos por una carta de 1.311, que calcula la población musulmana de Granada
en esa época en 200.000 habitantes, de los cuales todos menos 500 eran
descendientes de cristianos convertidos al Islam (citado por Sir T. W. Arnold,
"The Preaching of Islam", Nueva York, 1.913, pág. 144). Los cristianos a
menudo declaraban preferir el gobierno musulmán al cristiano (citado por S.
Lane-Poole, "Story of the Moors in Spain", Nueva York, 1889, pág. 47). Un
autor cristiano de la época de 'Abdur Rahman II, llamado Alvaro (siglo IX), en
su manuscrito homónimo, dice lo siguiente: "Mís correligionarios se complacen
en leer las poesías y las novelas de los árabes: estudian los escritos de los
filósofos y teólogos musulmanes, no para refutarlos, sino para formarse una
dicción arábiga correcta y elegante. ¡Ay!, todos los jóvenes cristianos que se
distinguen por su talento, no conocen más que la lengua y literatura de los
árabes, reúnen con grandes desembolsos inmensas bibliotecas, y publican
dondequiera que aquella literatura es admirable. Habladles por el contrario, de
libros cristianos, y os responderán con menosprecio que son indignos de
atención. ¡Qué dolor!. Los cristianos han olvidado hasta su lengua, y apenas
entre mil de nosotros se encontraría uno que sepa escribir como corresponde una
carta latina a un amigo; pero si se trata de escribir árabe, encontrarás
multitud de personas que se expresan en esta lengua con la mayor elegancia,
desde el punto de vista artístico, a los de los mismos árabes" (de "El
manuscrito de Alvaro, en la España Sagrada", por Flórez, Risco, etc. 2ª
edición, 47 vols., Madrid, 1.754-1.850, págs. 273-275. Citado por R. Dozy,
"Historia de los musulmanes de España", Turner, Madrid,1.984, Tomo 11, págs.
92 y 93).
Los judíos, como ya hemos visto, ocupan desde épocas tempranas
importantes puestos en la administración y el gobierno andalusí. Ciudades como
Lucena, Toledo, Córdoba y Granada, albergan importantes comunidades judías. Por
ejemplo, Hasdai lbn Shaprut (915-975), médico famoso, hábil diplomático y gran
traductor del griego al árabe, estuvo al servicio, en su calidad de visir
(ministro), de 'Abdur Rahman III, en Córdoba; Samuel Ibn Yusuf Halevi, conocido
por los musulmanes por el nombre de Isma'iI lbn Nagrilah (993-1.056), llamado
también Ha Nagid -el Príncipe-, fue también un gran sabio, poeta y ministro en
la Granada de los ziríes hasta su muerte. Fue sucedido por su hijo Yusuf Ibn
Nagrilah. Uno de los más celebérrimos del judaísmo y de Al Andalus fue el Rabí
Moshe Ibn Maimón (1.135-1.204), en árabe Musa Ibn Maimun al Qurtubi ("el
Cordobés"), el Maimónides de los latinos, médico, jurista, filósofo, un
polígrafo por excelencia, que llegó a ser médico personal del liberador de
Jerusalén, el sultán Salahuddín al Ayubi (1.137-1.193), nuestro Saladino.
Maimónides junto con su conciudadano, colega y amigo Averroes, influyó
notablemente en el pensamiento filosófico y religioso de la Europa cristiana,
como por ejemplo en la Summa Teológica de Tomás de Aquino (1.224-1.274). Otros
grandes sabios judíos andalusíes fueron el zaragozano Bahía Ibn Paqudah,
moralista, cabalista y poeta (siglos XI-XII); el malagueño Salomón Ibn Gabirol
(1.022-1.070), latinizado Avicebrón, poeta y filósofo; y el sevillano Ibn Sahl
(1.212-1.251), notable poeta que se convirtió al Islam, destacándose en el
estudio de las ciencias coránicas, llegando a ser secretario del gobernador de
Ceuta. Podemos afirmar, sin temor a equivocamos, que Al Andalus no fue solamente
la Edad de Oro del Islam, sino también del Judaísmo.
Mudéjares y Moriscos
Los mudéjares (del árabe: mudayyan = domesticado, domeñado), eran los musulmanes de los reinos hispanos medievales a quienes se les permitía quedarse en su lugar de residencia, bajo determinadas condiciones. Esta categoría comenzó a ser común a partir de la toma de Toledo en 1.085. A partir de ese momento existió la condición de mudéjar, pero no la denominación. En los documentos oficiales o privados, escritos en latín y en romance que hacen referencia a los mudéjares, se ignora absolutamente dicho término, se habla de forma imprecisa de moros o sarracenos. Las morerías y aljamas en ese tiempo van a ser algo así como ghettos de las ciudades cristianas, acentuándose con ello el aislamiento de los mudéjares. En el siglo XV, la política de los reyes de Castilla y Aragón se tornó violentamente represiva, especialmente con la llegada a Granada del cardenal inquisidor Francisco Jiménez de Cisneros (1.436-1.517). Cisneros impuso la cristianización de los musulmanes por la fuerza, inició persecuciones, ordenó la quema de ocho mil manuscritos islámicos en la puerta de Bibarrambla, en el acceso a la Alhambra, en 1.499, y expulsar a quienes no se convirtieran al cristianismo. Por esa época había dos clases de musulmanes: los unos eran mudéjares viejos, y los otros, los granadinos, nuevos o moriscos. El sociólogo, norteamericano Noam Chomsky, nos dice al respecto: "En1.492, la comunidad judía de España fue expulsada por la fuerza. Millones de moriscos tuvieron el mismo destino. En 1.492, la caída de Granada, que puso fin a ocho siglos de soberanía musulmana, permitió a la Inquisición española ampliar su bárbaro dominio. Los conquistadores destruyeron libros y manuscritos estimables, riquísimos testimonios del saber clásico, y destruyeron la civilización que había florecido bajo el dominio musulmán, mucho más tolerante y más culta. El camino quedó allanado para el declive de España, y también para el racismo y la brutalidad de la conquista del mundo" (Noam Chomsky, "Año 501: La conquista continúa", Libertarlas, Madrid, 1.993, pág. 12). Los conquistadores españoles repetirían esos crímenes en América contra las espléndidas y sapientísimas culturas indígenas mesoamericanas, como en el caso de la destrucción de los códices mayas por Fray Diego de Landa (1.524-1.579).
El mudejarismo será el movimiento artístico hispanomusulmán bajo
dominio cristiano, que florecerá en España desde el siglo XIII al XVI, y en sus
colonias hasta principios del XIX con la denominación de "Colonial". Hoy día,
podemos apreciar las iglesias mudéjares a lo largo y a lo ancho de toda América
Latina, desde Cuba hasta el norte argentino, como la bellísima catedral de la
Virgen de la Candelaria, en la población de Copacabana a orillas del Lago
Titicaca, a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, construida entre 1.610 y
1.620.
Viajeros y poetas andalusíes
El término arábigo rihla significa "viaje, periplo, itinerario, relato de viaje". En el siglo XII aparece algo nuevo en las letras islámicas, el género de la rihla que ocupará un destacado lugar, cuyo valor e interés radica más en su naturaleza de documento histórico que en su aspecto literario. La causa de esta aparición se debió al importante flujo de viajeros y peregrinos andalusíes que se trasladaban desde la Península y el Magrib hacia La Meca y otras ciudades santas del Islam. Es muy famosa la rihla del tangerino lbn Battutta (1.304-1.377), quien estuvo viajando por más de veinticinco años desde Al Andalus hasta la China, visitando las ciudades y los pueblos de casi todo el mundo islámico. Sin embargo, la rihla por excelencia, por su contenido literario y seriedad histórica, es la del valenciano Ibn Yubair (1.145-1.217), que pereció en uno de sus viajes. Hubo otras rihlas muy interesantes que tuvieron como protagonistas a viajeros esforzados y curiosos, como el granadino Abu Hamid (1.080-1.169), el andalusí lbn Said al Magribi (1.208-1.286), el historiador argelino Al Maqqari (1.591-1.632), y el magrebí Al Ayyasi (1.628-1.679).
Otro gran viajero andalusí fue Benjamín de Tudela (1.130-1.175),
quien entre 1.159 y 1.173 realizó un extenso periplo que lo llevó de su Tudela
natal, en Navarra, hasta Bagdad, y probablemente Persia y el Uzbekistán, donde
conoció y estrechó lazos con todas las comunidades judías del mundo islámico,
sin necesidad de pasaportes o salvoconductos, con total libertad, como si fuera
un musulmán, lo cual da fe su "Libro de Viajes".
La poesía andalusí es vastísima y nuestro tiempo es
dramáticamente escaso. Sin embargo, queremos hacer mención de dos grandes poetas
muy representativos. Uno es el valenciano Ibn Jafaya de Alcira (1.058-1.138),
que tuvo el sobrenombre de "El jardinero", porque fue especialista en describir
flores y jardines. Luego de convertirse en cantor de la naturaleza y recibir el
apodo ya mencionado, se hizo asceta (zahid), escribiendo numerosos poemas
sobre el misticismo islámico. He aquí dos pequeñas composiciones suyas:
"Oh, tú, que de todo el reino de Cosroes (el
emperador persa sasánida derrotado por los musulmanes) te contentas
con un pedazo de pan, sabes que la verdadera riqueza es la eternidad, no
las larguezas de Cosroes".
"Dichoso el que, por temor de Dios, reza sus oraciones
cuando la noche dibuja su túnel de tinieblas".
El otro es lbn Zamrak (1.333-1.392) de la Granada nazarí, quien
así habla de su querida urbe:
"Detente en la explanada de la Sabika (la ciudadela
de la Alhambra) y mira a tu alrededor:
La ciudad es una dama cuyo marido es el monte.
Está ceñida por el cinturón en su garganta...
Mira las arboledas rodeadas por los arroyos: son como invitados a quienes escancian las acequias...
La Sabika es una corona sobre la frente de Granada, en la que querrían incrustarse los astros.
Y la Alhambra (¡Dios vele por ella!) es un rubí en lo alto de esa corona".
La ciudad es una dama cuyo marido es el monte.
Está ceñida por el cinturón en su garganta...
Mira las arboledas rodeadas por los arroyos: son como invitados a quienes escancian las acequias...
La Sabika es una corona sobre la frente de Granada, en la que querrían incrustarse los astros.
Y la Alhambra (¡Dios vele por ella!) es un rubí en lo alto de esa corona".
Conclusión
Los que desconocían la temática se sorprenderán de la longitud de estos comentarios sobre la civilización islámica de Al Andalus, y el erudito o el académico se lamentará de su brevedad. No quisiéramos concluir sin dejar de mencionar unas palabras que el escritor español Juan Goytisolo compuso para el prólogo de la obra "La arquitectura del Islam occidental" (Lunwerg):
"Digámoslo bien alto: el complejo de inferioridad acerca del
retraso histórico y nuestro pasado árabe ha perdido su razón de ser. En la
Europa Comunitaria a la que nos hemos incorporado, nuestra diferencia no ha de
ser ya un recordatorio penoso ni causa de frustración: la huella musulmana en
nuestro suelo, visible en todos sus ámbitos, es expresión al contrario de una
riqueza y originalidad únicas. Ningún país europeo cuenta con un patrimonio como
el legado de Al Andalus y ello no redunda en mengua de nuestro europeísmo. Somos
europeos distintos, europeos en más.
El extraordinario patrimonio artístico y cultural de Al Andalus
formó parte durante centurias del mundo occidental antes de ser desalojado de él
por la nueva idea de Europa, devuelta a sus raíces helénicas sin intermediario
de los árabes, forjada en el Renacimiento. Esa Europa inventada a finales del
siglo XV separó brutalmente las dos orillas del Mediterráneo y repudió como
ajena la realidad cultural que la alimentó durante la Edad Media. Es hora ya,
próximos a entrar en el nuevo milenio, de que reíncorporemos dicho patrimonio al
lugar que le corresponde, como expresión de una occidentalidad distinta,
representada por Al Andalus en el terreno de la arquitectura, filosofía, ciencia
y literatura.
Las grandes creaciones omeyas, almorávides, almohades y nazaríes
-frutos de los trasvases y corrientes migratorias entre la Península y el actual
reino de Marruecos, así como sus ramificaciones magrebies, sursaharianas y
mudéjares-, han de ser vistas hoy como paradigma de una visión ecuménica que
incluya a las naciones de diferencia, anomalía, mezcolanza y fecundación".
Nosotros los indohispanoamericanos, somos los herederos de esta
herencia inapreciable. Aquí en América, en Argentina, las huellas de la herencia
andalusí son palpables y cotidianas. Basta mencionar el gaucho (del árabe
uahsh = resero indómito, montaraz) y su cultura criolla, del aljibe (árabe:
al yubb = el pozo, cisterna) a la guitarra (árabe: qitar =
instrumentode cuerdas). Sepamos conocerla y preservarla.
Y para terminar, nos remitimos al lema de Al Zubaidi (muerto en
989), que fuera preceptor del califa cordobés al Hakam II:
"Todas las tierras, en su diversidad, son una.
Y los hombres todos son vecinos y hermanos".
Y los hombres todos son vecinos y hermanos".
Apéndice
Texto del pacto de Teodomiro y 'Abdul 'Aziz lbn Musa Ibn Nusair, citado por el historiador hispano-musulmán lbn Idhari (que vivió hacia 1.270), en su obra "Al Baian al Mugrib", traducida por el profesor Felipe Maíllo Salgado, bajo el título: "La caída del califato de Córdoba y los reyes de taifas", Salamanca, 1.993:
En el Nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso.
Edicto de `Abdul 'Aziz Ibn Musa Ibn Nusair a Tudmir Ibn Abdush
(esto es, Teodomiro, hijo de los godos). Este último obtiene la paz y recibe
la promesa, bajo la garantía de Dios y su Profeta, de que su situación y la de
su pueblo no se alterará; de que sus súbditos no serán muertos, ni hechos
prisioneros, ni separados de sus esposas e hijos; de que no se les impedirá la
práctica de su religión, y de que sus iglesias no serán quemadas ni desposeídas
de los objetos de culto que hay en ellas; todo ello mientras satisfaga las
obligaciones que le imponemos. Se le concede la paz con la entrega de las
siguientes ciudades: Orihuela, Baltana, Alicante, Mula, Villena, Lorca y Ello.
Además, no debe dar asilo a nadie que huya de nosotros y sea nuestro enemigo; ni
producir daño a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir
daño a nadie que goce de nuestra amnistía; ni ocultar ninguna información sobre
nuestros enemigos que pueda llegar a su conocimiento. Él y sus súbditos
pagarán un tributo anual, cada persona, de un dinar
en metálico, cuatro medidas de trigo, cebada, zumo de uva y vinagre, dos de miel
y dos de aceite de oliva; para los sirvientes, sólo una medida. Dado en el mes
de Rayab, año 94 de la Hégira (713 d. C.). Como testigos, 'Uzman Ibn Abu `Abda,
Habib Ibn Abu 'Ubaida, Idris Ibn Maisara y Abul Qasim al Mazali.
Notas
1 En el uso de los árabes se
llama también Yazirah (isla) a las penínsulas e incluso a territorios
mesopotámicos.
2 En árabe: Yazirat al
Atlasi.
3
Magrib significa en árabe "lugar o momento de la puesta del sol", es
decir, geográficarnente, occidente, particularmente contemplado desde el oriente
musulmán. El nombre árabe del actual Marruecos es al magrib.